Los temas recurrentes del socialismo populista latinoamericano
Posted by Jaime Raúl Molina in Ciencia Política, Economía, Libertad, Sociología on marzo 15, 2007
(Publicado en Revista Agenda, marzo de 2007)
El reciente ascenso al poder por la vía democrática, de gobiernos con discurso y ejecución claramente socialista en América Latina, es motivo de preocupación por el retroceso que implica. El afán generalizado en nuestra región, de intentar revivir muertos ideológicos, es algo que reta de manera extraordinaria mi capacidad de entendimiento. El socialismo, fracasado en todas partes donde ha sido intentado, sigue siendo convocado en sesiones espiritistas en importantes sectores de la población en nuestros países. Venezuela, Bolivia, Argentina y Nicaragua, han votado por el retroceso, y en México estuvieron el año pasado muy cerca de hacer lo mismo. Vivimos en una región en que se idealiza nada más y nada menos que a Fidel Castro, un tirano que tiene a toda la población cubana de rehén en lo que es efectivamente una isla penal.
Dado que el socialismo populista, mezcla de espíritu adolescente con mala política económica, es obviamente un fenómeno crónico y cíclico en América Latina (algo que ha inspirado a los autores Montaner, Mendoza y A. Vargas Llosa a sugerir el nombre de perfecto idiota latinoamericano al fenómeno), es importante analizar cuáles son las ideas recurrentes en la psique latinoamericana que hacen que no aprendamos con los golpes, la lección de que el socialismo no funciona.
El mito del noble salvaje
El mito del noble salvaje, un mito que tiene sus orígenes en Rousseau, es uno recurrente en la cultura política latinoamericana. La idea subyacente es que el estado natural del Hombre es el bienestar material, y que sólo debido a la incidencia de factores externos es que surge la miseria. Es la variante del mito de Edén originario que constituye el punto de partida de la ideología socialista. El socialismo añora esa época mítica en que el Hombre no tenía que trabajar, los frutos caían de los árboles directo a nuestro plato, y seguramente los animales que formaban parte de nuestra dieta se suicidaban, aliñaban y asaban ellos mismos para luego presentarse en bandeja en nuestras mesas.
Pero el mito del noble salvaje es pura insensatez. El estado natural del Hombre no es el bienestar, sino la miseria. La tradición judeocristiana sí ha entendido esto, y lo refleja en el mito de la Creación como un castigo divino (“comerás con el sudor de tu frente”). Como dijo Ortega y Gasset, y muy contrario a la idea del noble salvaje, la selva es primitiva, y todo lo primitivo es selva. No hay nada noble en el salvajismo.
Sobre el mito del noble salvaje también se asienta la idea de que todos nuestros males materiales, en suma nuestra pobreza, se debe a factores exógenos. Ya sabe usted, cuando no es el imperialismo yanqui, es el colonialismo europeo de hace quinientos años. En última instancia, el punto es que nuestra pobreza es resultado de maquinaciones malévolas orquestadas en otras latitudes, pero no tiene nada que ver con nosotros mismos.
Suma cero
Relacionado al mito del noble salvaje está la idea de que la economía es un juego de suma cero, en que la riqueza de unos requiere necesariamente la pobreza de otros. Claro que existen el robo, el fraude y otras formas de expoliación, pero éstas no generan riqueza, sólo la transfieren de unas manos a otras, y de hecho en el camino la destruyen en parte. Pero en las transacciones voluntarias entre personas libres, del cual resulta la división del trabajo, necesariamente se crea riqueza neta y ambas partes salen ganando. Si fuese de otro modo, las dos personas no estarían, voluntariamente, accediendo a la transacción.
Este principio de cooperación es lo que ha permitido la creación continua de riqueza, y su acumulación, durante miles de años. En otras palabras, el Socialismo se equivoca al asumir que la economía es un juego de suma cero.
Egalitarismo o la moral de la envidia
El egalitarismo material, la ideología que clama que todas las personas tienen derecho a disfrutar de la misma cantidad de riqueza, independientemente de esfuerzo, mérito, y hasta suerte, subyace todo discurso de la distribución de la riqueza. Es la idea de que la creación y la distribución de la riqueza son dos cosas realmente distintas, y que es injusto que unos tengan más que otros.
Pero la creación y la distribución de la riqueza de ningún modo son cosas distintas. Son la misma cosa, sencillamente porque la riqueza no se crea en el vacío ni en abstracto. La riqueza la crean personas de carne y hueso, a través de actividades que implican costos y riesgos de toda clase. Esas personas asumen esos costos y riesgos únicamente porque esperan que la operación resulte en mayor riqueza para sí mismos y su familia. Nadie asume riesgos económicos cual autómata sólo para luego, a partir de la nada, pensar qué hacer con ella.
Entonces, la idea de que tener más que otros es necesariamente inmoral, es nefasta para cualquier sociedad, porque invariablemente lleva a querer expropiar a unos que tienen más, para darlo a otros que tienen menos. Y dado que, como ya visto, la creación y la distribución de la riqueza no son actividades separadas, sino que quien crea riqueza lo hace únicamente si espera razonablemente que le va a tocar esa misma riqueza, resulta inevitablemente que cualquier política que tienda a la llamada redistribución de la riqueza creada, lo hace a costa de comprometer la creación futura de riqueza. Las políticas redistributivas promovidas por el socialismo populista son pan para hoy y hambre para mañana. Parafraseando a Ortega y Gasset, el medio que suele emplear el socialismo populista para saciar el hambre de las masas es el de saquear y destruir las panaderías.
¿Funcionará esta vez?
La respuesta es un no categórico. Cuando uno se empeña irracionalmente en luchar contra la realidad, ésta se empeña más aún en hacerlo fracasar. El sistema de propiedad privada y división voluntaria del trabajo, a través del intercambio, entre personas libres, es el único que permite el cálculo económico racional, y el único que estimula a las personas a trabajar y ser cada vez más productivos para sí mismos y su familia.
La repetición de los experimentos de nacionalización de la industria y recursos naturales, proteccionismo mercantilista de la agricultura y la industria, controles de precios y de flujos de capitales, políticas inflacionarias y la expropiación generalizada promovida por los gobiernos sociopopulistas, sólo pueden generar lo que han producido una y otra vez: miseria social, económica y cultural para nuestras sociedades. Porque la naturaleza humana sigue siendo la misma, y las ideas antihumanas continuarán siéndolo sin importar cuántas veces sean llevadas a la práctica. Los esfuerzos por lograr el nuevo hombre soviético sólo han logrado miseria e indignidad humanas.
De modo que cuando vuelva usted a escuchar el estribillo “socialismo o muerte”, tenga claro que se trata de una falsa disyuntiva. En realidad, el socialismo equivale a miseria y muerte.
El reciente ascenso al poder por la vía democrática, de gobiernos con discurso y ejecución claramente socialista en América Latina, es motivo de preocupación por el retroceso que implica. El afán generalizado en nuestra región, de intentar revivir muertos ideológicos, es algo que reta de manera extraordinaria mi capacidad de entendimiento. El socialismo, fracasado en todas partes donde ha sido intentado, sigue siendo convocado en sesiones espiritistas en importantes sectores de la población en nuestros países. Venezuela, Bolivia, Argentina y Nicaragua, han votado por el retroceso, y en México estuvieron el año pasado muy cerca de hacer lo mismo. Vivimos en una región en que se idealiza nada más y nada menos que a Fidel Castro, un tirano que tiene a toda la población cubana de rehén en lo que es efectivamente una isla penal.
Dado que el socialismo populista, mezcla de espíritu adolescente con mala política económica, es obviamente un fenómeno crónico y cíclico en América Latina (algo que ha inspirado a los autores Montaner, Mendoza y A. Vargas Llosa a sugerir el nombre de perfecto idiota latinoamericano al fenómeno), es importante analizar cuáles son las ideas recurrentes en la psique latinoamericana que hacen que no aprendamos con los golpes, la lección de que el socialismo no funciona.
El mito del noble salvaje
El mito del noble salvaje, un mito que tiene sus orígenes en Rousseau, es uno recurrente en la cultura política latinoamericana. La idea subyacente es que el estado natural del Hombre es el bienestar material, y que sólo debido a la incidencia de factores externos es que surge la miseria. Es la variante del mito de Edén originario que constituye el punto de partida de la ideología socialista. El socialismo añora esa época mítica en que el Hombre no tenía que trabajar, los frutos caían de los árboles directo a nuestro plato, y seguramente los animales que formaban parte de nuestra dieta se suicidaban, aliñaban y asaban ellos mismos para luego presentarse en bandeja en nuestras mesas.
Pero el mito del noble salvaje es pura insensatez. El estado natural del Hombre no es el bienestar, sino la miseria. La tradición judeocristiana sí ha entendido esto, y lo refleja en el mito de la Creación como un castigo divino (“comerás con el sudor de tu frente”). Como dijo Ortega y Gasset, y muy contrario a la idea del noble salvaje, la selva es primitiva, y todo lo primitivo es selva. No hay nada noble en el salvajismo.
Sobre el mito del noble salvaje también se asienta la idea de que todos nuestros males materiales, en suma nuestra pobreza, se debe a factores exógenos. Ya sabe usted, cuando no es el imperialismo yanqui, es el colonialismo europeo de hace quinientos años. En última instancia, el punto es que nuestra pobreza es resultado de maquinaciones malévolas orquestadas en otras latitudes, pero no tiene nada que ver con nosotros mismos.
Suma cero
Relacionado al mito del noble salvaje está la idea de que la economía es un juego de suma cero, en que la riqueza de unos requiere necesariamente la pobreza de otros. Claro que existen el robo, el fraude y otras formas de expoliación, pero éstas no generan riqueza, sólo la transfieren de unas manos a otras, y de hecho en el camino la destruyen en parte. Pero en las transacciones voluntarias entre personas libres, del cual resulta la división del trabajo, necesariamente se crea riqueza neta y ambas partes salen ganando. Si fuese de otro modo, las dos personas no estarían, voluntariamente, accediendo a la transacción.
Este principio de cooperación es lo que ha permitido la creación continua de riqueza, y su acumulación, durante miles de años. En otras palabras, el Socialismo se equivoca al asumir que la economía es un juego de suma cero.
Egalitarismo o la moral de la envidia
El egalitarismo material, la ideología que clama que todas las personas tienen derecho a disfrutar de la misma cantidad de riqueza, independientemente de esfuerzo, mérito, y hasta suerte, subyace todo discurso de la distribución de la riqueza. Es la idea de que la creación y la distribución de la riqueza son dos cosas realmente distintas, y que es injusto que unos tengan más que otros.
Pero la creación y la distribución de la riqueza de ningún modo son cosas distintas. Son la misma cosa, sencillamente porque la riqueza no se crea en el vacío ni en abstracto. La riqueza la crean personas de carne y hueso, a través de actividades que implican costos y riesgos de toda clase. Esas personas asumen esos costos y riesgos únicamente porque esperan que la operación resulte en mayor riqueza para sí mismos y su familia. Nadie asume riesgos económicos cual autómata sólo para luego, a partir de la nada, pensar qué hacer con ella.
Entonces, la idea de que tener más que otros es necesariamente inmoral, es nefasta para cualquier sociedad, porque invariablemente lleva a querer expropiar a unos que tienen más, para darlo a otros que tienen menos. Y dado que, como ya visto, la creación y la distribución de la riqueza no son actividades separadas, sino que quien crea riqueza lo hace únicamente si espera razonablemente que le va a tocar esa misma riqueza, resulta inevitablemente que cualquier política que tienda a la llamada redistribución de la riqueza creada, lo hace a costa de comprometer la creación futura de riqueza. Las políticas redistributivas promovidas por el socialismo populista son pan para hoy y hambre para mañana. Parafraseando a Ortega y Gasset, el medio que suele emplear el socialismo populista para saciar el hambre de las masas es el de saquear y destruir las panaderías.
¿Funcionará esta vez?
La respuesta es un no categórico. Cuando uno se empeña irracionalmente en luchar contra la realidad, ésta se empeña más aún en hacerlo fracasar. El sistema de propiedad privada y división voluntaria del trabajo, a través del intercambio, entre personas libres, es el único que permite el cálculo económico racional, y el único que estimula a las personas a trabajar y ser cada vez más productivos para sí mismos y su familia.
La repetición de los experimentos de nacionalización de la industria y recursos naturales, proteccionismo mercantilista de la agricultura y la industria, controles de precios y de flujos de capitales, políticas inflacionarias y la expropiación generalizada promovida por los gobiernos sociopopulistas, sólo pueden generar lo que han producido una y otra vez: miseria social, económica y cultural para nuestras sociedades. Porque la naturaleza humana sigue siendo la misma, y las ideas antihumanas continuarán siéndolo sin importar cuántas veces sean llevadas a la práctica. Los esfuerzos por lograr el nuevo hombre soviético sólo han logrado miseria e indignidad humanas.
De modo que cuando vuelva usted a escuchar el estribillo “socialismo o muerte”, tenga claro que se trata de una falsa disyuntiva. En realidad, el socialismo equivale a miseria y muerte.
This entry was posted on marzo 15, 2007 at 12:59 and is filed under Ciencia Política, Economía, Libertad, Sociología. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can