De guandú, agua y precios

(Artículo publicado en Revista Agenda, febrero de 2011).

Con la crisis del agua que hemos vivido en la ciudad de Panamá a inicios de año, la demanda por agua embotellada se disparó, y muchas quejas se escucharon sobre la supuesta especulación de parte de los comerciantes. Hubo clamor por regulación de precios, para evitar que los precios aumentasen durante la crisis del agua. Pero la regulación de precios sólo podría empeorar la situación.

Oferta y demanda

En primer lugar, aquí hay que lidiar con lo que se conoce como la Ley de Oferta y Demanda. Durante la crisis del agua, la demanda por agua embotellada aumentó de manera extraordinaria, precisamente por tratarse de una situación excepcional. ¿Qué nos dice la Ley de Oferta y Demanda sobre esto? Sencillo, que ante un súbito e inesperado incremento en la demanda de una mercancía X, el precio tendrá que aumentar para lograr el equilibrio entre la oferta y la demanda (es decir, evitar que haya escasez). La excepción lo sería que la oferta hubiese aumentado en la misma proporción, pero sabemos que este no puede ser el caso, precisamente porque las empresas que embotellan agua también estuvieron en una situación de no poder darse abasto de su insumo principal, como consecuencia de la misma crisis del agua.

El clamor porque las autoridades estableciesen precios topes por debajo del precio del nuevo equilibrio, sólo puede resultar en incumplimiento del precio tope, o escasez. De nada me sirve como consumidor, ir al supermercado y encontrarme con que el precio nominal de una botella de un litro de agua se ha mantenido igual que antes de la crisis, si la estantería está vacía. Prefiero una botella de agua cara, pero existente y disponible para la venta, que una barata pero inexistente.

Los precios transmiten información, en este caso la información que transmiten es que hay escasez de agua y que por tanto uno debe racionar su uso y consumo. El pretender que los precios de un bien que escasea se mantengan igual que en situación de abundancia, sería una receta para el desastre. Afortunadamente, al momento de escribir este artículo, representantes de ACODECO han manifestado que la regulación de precios del agua no está siendo contemplada, precisamente por los argumentos arriba esgrimidos.

Desperdicio subsidiado

Lo anterior nos puede ilustrar también sobre otro fenómeno que se da con el agua potable en Panamá: el desperdicio inconsciente de agua por parte de muchas personas. He visto gente que en lugar de escoba, usa una manguera de jardín para usar el agua como escoba. Y gente que, en plena crisis del agua entre diciembre y enero, se dedicaba a llenar sus piscinas de patio los fines de semana (en las áreas en que el servicio de agua no se vio interrumpido, aunque ya no en condiciones de ser bebida). ¿Cómo es posible que mientras miles de personas pasaban las de Caín, sin agua por días y hasta semanas, hubiese tanta gente inconsciente y desconsiderada? ¿Por qué a pesar del llamado al uso responsable, hecho tanto por las autoridades como por el más elemental sentido común, se observa este fenómeno?

He escuchado mucho la explicación de este fenómeno como uno debido a la crónica falta de solidaridad del panameño, o la falta de cultura de ahorro de agua. Pero yo propongo una explicación más sencilla: el hecho que el desperdicio de agua no acarrea consecuencias económicas importantes para quienes incurren en él. El servicio de agua potable en Panamá es tal que en una casa se paga lo mismo al mes, independientemente de si uno consume mil o si consume cinco mil galones. Esto, debido a que con el IDAAN uno paga una suma mensual fija que le da derecho a un consumo determinado de X cantidad de galones de agua durante ese mes. Desde la perspectiva de un usuario cualquiera, siempre que su consumo durante un determinado mes no se pase de ocho mil galones de agua (equivalente a casi doscientos sesenta y siete galones diarios), dicho usuario no tiene incentivo alguno a racionar su consumo.

Además, la tarifa de agua residencial es sumamente barata. Una política de tarifas eficiente, requeriría que existiesen distintos planes de consumo residencial, con diferentes cantidades de agua incluida. Una persona que vive sola no tiene las mismas necesidades de agua que una familia de siete. Y que esas cantidades de agua precontratadadas, se correspondan mejor con una la realidad de que el agua potable es un recurso muy preciado. El que quiera ocho mil galones al mes, tendría que pagar por esa abundancia una cantidad de dinero superior. De ninguna manera puede considerarse que hay un derecho a derrochar agua en las cantidades en las que los panameños de la ciudad estamos acostumbrados.

El día que a las personas les cueste lo que derrochan en agua, incluso en épocas normales en que no hubiese desabastecimiento, se verían obligadas a ser más cuidadosos y racionales en el uso de agua potable, dado que el desperdicio les costaría caro, en vez de serles indiferente.

El guandú y el almacenamiento casero

En diciembre también escuché opiniones que pedían la intervención de las autoridades para evitar el abuso de los vendedores de guandú, dado que el guandú fresco llegó hasta la inusitada cifra once dólares por libra. Aquí ocurre algo similar que con el agua embotellada. En diciembre la demanda de guandú aumenta considerablemente respecto del resto del año, debido a que en las fiestas de fin de año en nuestro país se acostumbra servir el tradicional plato de arroz con guandú. Pero hay mucha gente sensata que ha aprendido la lección y lo que hace es comprarlo con antelación (antes de diciembre, que es cuando los precios suben en reacción a la aumentada demanda). Esta es una muy sensata solución para el bolsillo.

Esta solución de almacenamiento, dicho sea de paso, me funcionó con lo del agua. ¿Sabe cuántas botellas de agua para beber tuvimos que comprar en mi casa? Cero. La razón es que, aunque la crisis del agua fue algo tan imprevisto para mí como para cualquier otra persona, en mi casa tenemos como política almacenar agua siempre en botellas plásticas de soda, porque uno nunca puede saber cuándo puede haber una situación en que el servicio de agua potable quede interrumpido, como ocurrió.

Conclusión

Los que vivimos en ciudad fácilmente nos acostumbramos a la comodidad de las cadenas de abastecimientos de un mercado eficiente. Eso, lamentablemente, nos hace vulnerables a situaciones extraordinarias, pues damos por sentado que siempre tendremos disponibilidad de aquello que necesitamos. Lo peor que podemos hacer ante súbitos incrementos en los precios de productos importantes como el agua o el guandú, es querer suprimir dichos precios de modo artificial. Los estantes vacíos (demanda no satisfecha), son siempre lo que resulta de las regulaciones de precios.