Respetemos la propiedad

(Artículo publicado en el Diario La Prensa, 21 de septiembre 2009)

El respeto a la propiedad privada es fundamental para la prosperidad de una nación. Lamentablemente en nuestro país, que tradicionalmente ha respetado la propiedad privada, se están dando políticas que atentan contra nuestra tradición jurídica y debilitan la confianza en el estado de derecho.

En primer lugar, está la doctrina Colamarco, que consiste en que las tierras no tituladas en el país le pertenecen al Estado.

La actual administración llegó al poder habiendo prometido en campaña la titulación masiva y gratuita de las tierras que pertenecen a la gente.

Sin embargo, ahora en el poder, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) está pidiendo la derogación de la Ley 23 de 2009, que ordena la titulación masiva en islas y zonas costeras. Esta política del actual MEF constituye una ratificación y declaración de continuidad de la doctrina Colamarco.

La doctrina Colamarco está equivocada simplemente porque no es cierto que lo que no está titulado le pertenece automáticamente al Estado. La propiedad y el título son dos cosas distintas. Básicamente, la propiedad es una realidad económica a la que el ordenamiento jurídico da reconocimiento. El título es ese reconocimiento. Nótese que el título no da origen a la propiedad, del mismo modo que la inscripción de un chiquillo en el Registro Civil no da origen a la vida del niño, sino que meramente es el reconocimiento de su existencia civil.

Bueno, la doctrina Colamarco, aplicada a la vida de las personas, implicaría que todo aquel que no está inscrito en el Registro Civil, no tendría derecho a la vida, pues el Estado no le ha dado origen. Absurdo, ¿verdad? Pues así de absurda es la doctrina Colamarco, y sin embargo es la postura oficial de la Dirección Nacional de Catastro y Bienes Patrimoniales del MEF.

La doctrina Colamarco debe ser rechazada por la administración. En materia de tierras, la única política coherente con la prosperidad del país, es el reconocimiento absoluto e inmediato de la propiedad privada, mediante la emisión gratuita de los títulos de propiedad, y sin impuestos punitivos ni cargos que hagan que castiguen la propiedad privada sobre la tierra.

Importante también es facilitar la transacción de la propiedad. No sirve de mucho reconocer un título de propiedad si, a la hora en que el propietario desea vender, se le hace la vida imposible mediante requisitos, costos e impuestos que castigan la transmisibilidad de la propiedad entre los asociados. Hoy día, por ejemplo, el vendedor tiene que pagar el impuesto a la transferencia de bienes inmuebles (2%), y el correspondiente a la ganancia de capital, antes de poder realizar la transacción. En otras palabras, usted no ha cobrado y ya tiene que pagar el impuesto. ¿Cómo hace el ciudadano humilde, que no tiene el efectivo para hacer este adelanto de efectivo al MEF?

Por último, debo señalar el más reciente ataque a la propiedad privada, que lamentablemente procede de la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP). La ATP tiene ahora una política en contra de lo que llama “hoteles clandestinos”, que no es más que personas de carne y hueso que alquilan sus viviendas para estadías de corto plazo. La institución incluso hizo circular una Resolución 52 de 2009, mediante la que prohíbe que las personas que tienen una vivienda la alquilen a corto plazo. Dicha medida violenta flagrantemente el sagrado derecho de propiedad, garantizado por la Constitución Política, pues prohíbe que el legítimo dueño de un bien disponga de él y le saque provecho de manera ordenada.

¿Qué daño le hace a la sociedad el propietario que alquila su inmueble para estadías cortas? Absolutamente ninguno. Muy al contrario, le permite generar un ingreso perfectamente lícito, y además satisface la necesidad de alojamiento de otras personas. A la ATP, después de todo, le corresponde promover el turismo en el país, pero si se aplica la Resolución 52, ello devendrá en la protección de los intereses de los hoteleros, en perjuicio directo del turismo en el país. Las familias que en el interior alquilan sus casas para carnavales, por ejemplo, o quienes arriendan sus residencias de playa para fines de semana, quedarán al margen de la ley con esta nueva política. ¿Acaso es eso bueno para el turismo interno?

La ATP, debo reconocer, está discutiendo el tema con representantes de personas interesadas en alquilar sus viviendas para estadías cortas, y ha aplazado la vigencia de la Resolución 52. Ojalá prime el buen sentido y la ATP desista de esta equivocada política.

- Ver artículo original publicado en La Prensa

Costosa Burocracia

(Artículo publicado en Revista Agenda, septiembre de 2009)

El letargo estatal en todo lo que tiene que ver con trámites, licencias, permisos, y demás procedimientos que el ciudadano tiene que hacer ante autoridad pública, es un costo no contabilizado, pero que definitivamente nos cuesta mucho a todos los panameños. Aunque parezca irónico, las llamadas soluciones que muchas veces se proponen, sólo sirven para agravar el problema. En este artículo veremos por qué.

Botellas, garrafones, medio galones, pachitas y demás

El primer problema es que las botellas no se limitan a aquellos que cobran sin asistir a su puesto de trabajo designado. El asunto va más allá de eso. Es que existen muchos nombrados que, aunque sí asisten a diario a su oficina, no hacen realmente nada productivo. ¿Cómo ocurre esto? Simple, en una empresa privada, el dueño está forzado por las circunstancias a contratar a los mejores y a los más eficientes. Y no puede contratar más allá de lo que la productividad de la empresa permite.

Pero en el Estado la cosa es muy diferente. En el Estado, para comenzar, los que nombran no son propietarios que ponen la plata para los salarios de su propio bolsillo. Allí los empleadores pagan con plata ajena, la de usted y la mía. Y por si esto fuera poco, por cada persona adicional que nombran con la plata ajena, reciben lealtad y votos de parte de esos nombrados. Para el que nombra, es un negocio redondo, todo beneficios y cero costos. Para los contribuyentes, es pérdida por donde lo vea.

Esto es lo que explica que en el Estado se derroche en posiciones que son extremadamente innecesarias. Por ejemplo, en este país en todo Ministerio uno ve que el Ministro tiene conductor, así como tienen conductor asignado varios funcionarios con rango de Director. Usted no ve semejante cosa en la empresa privada, donde hasta el Presidente de la compañía conduce su propio auto.

La culpa no es sólo de los políticos

Sí, ya casi lo escucho a usted, amigo lector, diciendo “la culpa entonces es de los políticos.” Pero me tomo el atrevimiento de sacudirlo. Usted y yo, como ciudadanos, somos tanto o más culpables que los políticos que hacen esto. ¿Por qué digo esto? Porque los panameños, cada vez que hay un problema, tendemos a decir “que el Gobierno haga algo”. Para mí, es incomprensible cómo continuamos clamando porque el Gobierno siempre resuelva los problemas, cuando sabemos, pues hasta chistes contamos sobre esto, que el Gobierno sólo empeora las cosas.

Si no es así, le pido que piense un rato y trate de evocar tan sólo un asunto en que el Estado se meta y lo haga bien. El transporte colectivo es un desastre en la ciudad capital precisamente desde que en la década de 1970 se intervino y se eliminó el sistema privado que funcionaba bien. El antisistema de los diablos rojos, es un monstruo creado por el Estado con la excusa del interés social.

Y la lista es prácticamente interminable: seguridad social, hospitales públicos, escuelas públicas, malos servicios públicos, y pésima atención al contribuyente en todos lados a donde uno vaya. Así que por favor, amigo lector, la próxima vez que analicemos un problema de nuestra sociedad, no salgamos al paso exigiendo que el Estado se meta a ‘solucionarlo’. Porque es entonces que la cosa se pone insoportable.

El consejo de sabios

La idea de que existe un grupo de personas que puede resolver los problemas de la sociedad ampliada, si tan sólo nombramos a ‘los mejores’, es un verdadero placebo. No existe tal cosa. En la práctica, lo único que logramos con crear cada vez más instituciones, direcciones, departamentos y unidades estatales con funciones inventadas, es crear una cada vez más hipertrofiada planilla estatal que a todos los contribuyentes nos cuesta demasiado. Y nos cuesta no sólo en dinero, sino en pésima atención y servicio.

La solución real

La única solución verdadera es que los ciudadanos recuperemos nuestra libertad quitándole poder a los burócratas. No más instituciones autónomas para realizar funciones inventadas. Lo que requerimos es que el Estado se concentre en aquellas funciones que sí le corresponden, como policía y administración de justicia, que ha dejado cada vez más desatendida precisamente por pretender dedicarse a miles de cosas que no le corresponden.