El ecologismo radical

(Publicado en Revista Agenda, diciembre de 2007)

Hay ambientalistas de todos los tintes. Están por un lado los que se preocupan de mantener un equilibrio entre las necesidades económicas humanas y un medio ambiente sano. Éstos no se oponen al desarrollo, sino que buscan que éste se dé con ciertas consideraciones para minimizar el impacto negativo sobre los ecosistemas. Pero también están, por otro lado, los ambientalistas radicales que se oponen a todo desarrollo. Es a este ambientalismo radical, anticapitalista, antitecnológico, al que me refiero en este artículo. Y sostengo que es, además, antihumano y anticivilización.

Anti-tecnología

La campaña de desprestigio que mantiene el movimiento ambientalista radical contra la energía eléctrica y el uso de combustibles fósiles, es quizás el ejemplo más conspicuo de la tendencia a despreciar las maravillas tecnológicas modernas que hacen nuestras vidas más cómodas.

Anti-capitalista

Como lo expone Patrick Moore, miembro fundador del movimiento Greenpeace, “uno de los eventos que causaron el desplazamiento a la izquierda del movimiento ambientalista fue la caída del Muro de Berlín. Repentinamente, el movimiento pacifista internacional tenía mucho menos que hacer. Los grupos prosoviétivos en Occidente quedaron desacreditados. Muchos de sus miembros se unieron al movimiento ambientalista trayendo consigo su eco-Marxismo.”

Un ejemplo del patio lo tenemos en la oposición a que se construya un teleférico al Cerro Ancón. Se trata de un proyecto que no requiere alterar sustancialmente el estado ambiental del Cerro Ancón. Sería una atracción turística de primera, que permitiría apreciar una importante parte de la ciudad y áreas del Canal, similar al “Ojo de Londres”.

¿Por qué oponerse al teleférico? He escuchado argumentos tipo “no hay que comercializar lo que es de todos los panameños”. Caramba, siguiendo dicha idea, pues tampoco permitamos hoteles en áreas de playa, pues éstas son de todos los panameños también. Absurdo. Bueno, ahora que lo pienso, de hecho están oponiéndose a muchos proyectos turísticos en el país. Se requiere una extraña inversión de prioridades para pretender que la conservación absoluta de las cosas tal como están es preferible a que se generen fuentes de oportunidades para los panameños.

Anti-humano

Pone a la Naturaleza por encima de las necesidades humanas. Habla de la necesidad de controlar la “superpoblación” humana del planeta. Sostiene que es el crecimiento poblacional una de las principales amenazas al planeta.

Pero el problema no es la población humana, sino los marcos legales y económicos dentro de los cuales se da la explotación de los recursos por el Hombre. Allí donde hay propiedad privada, se observa que los recursos tienden a ser bien cuidados y dotados, lo cual asegura su sostenibilidad. Y en los casos que lo ameritan, regulaciones racionales pueden garantizar que la satisfacción de las necesidades humanas se haga asegurando un desarrollo sostenible.

El antihumanismo del ecologismo radical se ve también en la campaña contra el uso del DDT para combatir al vector transmisor de la malaria y otras enfermedades transmitidas por picadura de mosquitos. Esta campaña contra el DDT, iniciada en la década de 1960, dio sus frutos: el DDT fue prohibido en muchos países y dejado de utilizar en casi todo el mundo. El resultado fue el resurgimiento de la malaria, una enfermedad que estaba casi erradicada para la década de 1960, pero que posterior al desuso del DDT regresó para matar millones de personas en el Tercer Mundo. Afortunadamente, el año 2006 la Organización Mundial de la Salud (OMS) revocó la política de recomendar contra el uso del DDT, y volvió a endosarlo. ¿La reacción de los ecoextremistas? Atacar la decisión de la OMS porque supuestamente el DDT es dañino para las aves (algo que en 40 años después que Rachel Carson hizo la afirmación, aún no ha sido demostrado).

Algo anda decididamente torcido con una ideología que aboga suprimir el uso de un químico, alegando un supuesto pero improbable daño ambiental, sabiendo que dicha supresión resultaría en que millones de personas en el mundo continúen muriendo a causa de la malaria y otras enfermedades transmitidas por insectos.

Anti-civilización

Nuevamente cito a Patrick Moore: “en esencia, el ecoextremismo rechaza virtualmente todo lo relacionado con la vida moderna. Nos dicen que nada que se quede corto de que todos retornemos a una vida tribal primitiva puede salvar a la Tierra del colapso ecológico. No más ciudades, no más aviones, no más polyester. Es una visión ingenua de un retorno al Jardín de Edén.”

El ecoextremismo idealiza el estilo de vida tribal, cuando nos pinta cual modelos a emular, a las tribus primitivas indígenas de América y África. Lo que no dicen es que el estándar de vida de las personas en esas sociedades es extremadamente pobre, su mortandad infantil es altísima y la expectativa de vida sumamente corta, comparada con la de quienes llevamos un estilo de vida de ciudad.


Conclusión

Una civilización no puede prosperar por mucho tiempo si no toma medidas para mitigar el impacto negativo de las actividades humanas. Pero oponerse a todo desarrollo, a toda actividad que tenga impacto sobre el medio ambiente, pretendiendo congelar a la Humanidad, corresponde a una visión extremista que no tiene nada de loable.

Sr. Chávez, ¿quién es el fascista?

Finalmente alguien lo puso en su lugar, señor presidente Hugo Chávez. Ya era hora. Sacó usted de casillas a nada menos que a S.M. Juan Carlos, rey de España, quien dio firme respuesta a vuestra perorata del momento, la cual en esta ocasión era sobre el supuesto fascismo del ex presidente del Gobierno español José María Aznar.

Seguía usted el libreto estándar de la izquierda en todas partes y en toda época, en su modalidad propagandística consistente en descalificar mediante el uso de etiquetas. ¿Para qué argumentar? Mejor y más efectivo es tildar a sus adversarios de nazis/fascistas, y ya no hay que debatir más.

Pero, Sr. Chávez, ¿quién es el fascista? Que yo sepa, no ha sido Aznar quien está por reformar la Constitución de su país para declarar que la patria potestad pertenece de pleno derecho al Estado, arrebatando así a los padres lo que por derecho natural les corresponde.

Y no es Aznar quien ha hecho y continúa haciendo todo para controlar todos los medios de comunicación de su país. No es Aznar quien decidió revocar la licencia de transmisión a una estación televisiva, simplemente porque no le gustase que esta manifestase su oposición al oficialismo. O vuestra amenaza de clausurar las escuelas privadas que se nieguen a impartir el adoctrinamiento socialista que usted impone.

Ahora anuncia usted públicamente, a raíz de la puesta en su lugar que le propinó el rey Juan Carlos, su amenaza a las empresas españolas, indicando que comenzará a "meterles el ojo a ver qué están haciendo" en Venezuela. Típico de un narcisista el no tolerar la disidencia.

Ni es tampoco Aznar, sino usted mismo, quien rinde todos los honores a un jefe de Estado extranjero (el presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad), que públicamente niega la veracidad histórica del holocausto judío, y de hecho anuncia un día sí un día no, que el Estado de Israel pronto será barrido por una "tormenta divina", en tanto acelera su programa nuclear para asegurarse de tener los medios con los que provocar esa tormenta.

El fascismo es una doctrina totalitarista que pone al Estado por encima de las personas. Es colectivista, en el sentido de que concede primacía absoluta a la entelequia del Estado–Nación, y sostiene que es dicha entelequia colectiva la única realidad y, por tanto, la única que merece consideración. Las personas ni siquiera son reconocidas como individuos libres, sino solo como instrumentos al servicio del Estado. Si hay un gobernante actual en este hemisferio que se ajusta a esa descripción, es usted Sr. Chávez.

Usted se vanagloria de ser socialista y no fascista. ¿Pero quién dijo que es una dicotomía? Hitler también era socialista. Nazismo es un término acuñado para referirse a la ideología nacional–socialista propuesta por Adolfo Hitler. El nombre completo del partido nazi era Partido Nacional–Socialista Obrero Alemán (NSDAP, sus siglas en alemán). Vuestro llamado Socialismo del Siglo XXI y el nacional–socialismo tienen como denominador común el no reconocer a la persona humana como individuo libre, capaz de decidir por sí misma y elegir su propio destino. Y no puede ser de otra manera, pues igual que usted, el nazismo no podía permitirse, como ideología totalitarista, reconocer derechos individuales inalienables, porque ello entorpecería la creación de ese nuevo hombre que todo colectivista pretende traer a la faz de la Tierra.

Con las Fuerzas Bolivarianas de Liberación, emula usted las SS, las infames fuerzas paramilitares de Hitler, usadas para espiar y aterrorizar a la población civil y a todo el que no se cuadrara con el Führer. Y tiene usted también el Frente Francisco de Miranda, movimiento de adoctrinamiento juvenil modelado sobre las Juventudes Hitlerianas, que en su página web presenta el lema "Comandante Chávez, ordene", es decir, sumisión total al líder supremo.

En fin, como buen socialista, usted considera que su plan es supremo. Cualquier persona que se meta en su camino, merece ser atacada, perseguida, y despojada de sus propiedades y derechos. Únicamente los que son leales al anillo de poder tienen la suerte de escapar a sus purgas y ello solo mientras se mantengan fieles a vuestros caprichos.

Ese "paraíso" socialista que usted quiere imponer a toda costa, no solo en Venezuela sino en el resto de América Latina, es un paraíso algo extraño, pues requiere forzar a la gente a vivir en él en contra de sus voluntades. En cierta isla del Caribe, por ejemplo, las personas arriesgan sus vidas en balsas precarias, para irse al "infierno" capitalista. No es al revés. ¿Por qué será? Simple, porque a pesar del discurso de igualdad y de justicia social, el socialismo solo trae deshumanización y miseria.

Señor Chávez, aquí el fascista es usted. Por eso, ante su perorata totalitaria, los que amamos la libertad le decimos: ¡Por qué no te callas!
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La función social de la especulación económica

(Artículo publicado en Revista Agenda, octubre de 2007)

Cada vez que ocurre alguna crisis económica, usualmente se culpa a los especuladores de haberla causado o al menos de haberla agravado. A los especuladores se les atribuye popularmente la causa de que los precios de algunos productos (v.gr. el petróleo) suban de manera súbita, o de que haya escasez repentina de otros. Y cuando hay algún desastre natural, a los especuladores se les acusa de tratar de hacer negocios a expensas de las necesidades humanas ajenas.

Pero lo cierto es que los especuladores cumplen, con su ánimo de lucro, una función social muy necesaria. Los especuladores son una bendición para la sociedad. En este artículo explico por qué.

La información provista por los precios

Como vimos en la edición de febrero de 2007, el sistema de precios funciona para transmitir información. En un mercado libre los precios transmiten información valiosa porque cada persona que actúa en el mercado, ofertando y demandando bienes y servicios, revela sus preferencias y necesidades. Es esto lo que permite que los planes de millones de personas que ni siquiera se conocen entre sí, sean coordinados como si hubiese una mano invisible que lo hiciera.

Todo es cambiante

Una falacia prevaleciente en las mentes de muchas personas es la de la estabilidad, de precios y de las preferencias de las personas. Pero no existe tal cosa. Al contrario, el cambio constante es la regla en la vida.

Pues bien, resulta que el llamado especulador gana dinero si anticipa correctamente los cambios en el mercado, y lo pierde si sus previsiones resultan ser incorrectas. Este ánimo de lucro lo incentiva a prever cambios futuros y prepararse para ellos. Muy al contrario de la percepción popular, el llamado especulador no provoca los cambios, sino que los anticipa y con ello contribuye a que toda la economía se prepare para ajustarse.

¿Y qué hay con el acaparamiento?

El llamado acaparamiento no existe en el mundo real. Es un fantasma perseguido con intensidad como resultado de no entender cómo funciona el mercado. La idea del acaparamiento es la del comerciante que se reserva cantidades inusualmente altas de una mercancía, con el objeto de que el precio aumente y así venderlo en el futuro cercano a mayor precio. Se trata supuestamente de provocar una escasez artificial, para manipular el precio de la mercancía y así venderla posteriormente a un precio mayor.

El problema con dicho supuesto es que no ocurre jamás. La razón es doble, pero simple: en primer lugar, si un comerciante acapara una mercancía y no la vende, está perdiendo oportunidad de venta y participación de mercado frente a su competencia; en segundo lugar, cuando en una fecha futura el comerciante libere su mercancía para la venta, el precio volverá a caer, como resultado de la oferta recién aumentada.

La función social de la especulación

Lo que sí ocurre en el mundo real es algo muy distinto del escenario planteado del acaparamiento. Se da el caso de que alguien prevé que ocurrirán fenómenos de toda índole que incidirán en el precio futuro de una mercancía. Por ejemplo, es usual en Florida que cuando se aproxima un huracán, aumenten los precios de ciertas mercancías como baterías para linternas, agua embotellada, o hielo en bolsas. Algunos ven esto como un acto inhumano de aprovechamiento de las necesidades ajenas. Pero en realidad es saludable precisamente para poder satisfacer las necesidades ajenas.

Es obvio que ante un desastre natural tipo huracán Katrina, la gente comprará muchas más baterías para linternas, agua embotellada y hielo en bolsas, que en situaciones normales. Esto hará que se agoten rápidamente. De hecho, los primeros en llegar a las tiendas comprarán de más, por si acaso, lo que hará que se agoten rápidamente. El comerciante que aumenta los precios precisamente porque prevé una mayor demanda, está haciendo sin quererlo un servicio social, porque el precio aumentado forzará a las personas a racionar su uso de baterías y agua embotellada. Ahora, con el precio aumentado, usted ya no vaciará las estanterías de baterías pensando en por si acaso, sino que probablemente comprará justo las que necesita. Esto permitirá que otras personas también puedan comprar baterías, en vez de que se agoten porque usted las compró todas. De hecho, es usual que los comerciantes ordenen más hielo, agua embotellada y baterías cuando se espera un desastre natural. Y es que el ánimo de lucro contribuye a aligerar el desastre natural, precisamente porque lleva a esos comerciantes a suplir las necesidades que la comunidad tendrá de más baterías y agua embotellada.

¿Qué pasa si ante desastres naturales se prohíbe aumentar el precio de las cosas?

Ante el escenario antes ilustrado, es obvio que si se congelan los precios por decreto, en primer lugar se producirá escasez. Habrá gente que no podrá adquirir las baterías y agua embotellada, precisamente porque la ley impidió aumentar los precios para reflejar la nueva realidad de una mayor demanda. Y tampoco habrá un incentivo para los comerciantes, de aprovisionarse con más mercancía de la usual, dado que debemos recordar que siempre un mayor inventario acarrea también un mayor costo financiero y un mayor riesgo.

La llamada especulación económica cumple una función social fundamental, muy saludable y necesaria. Mejor es no interferir con ella.

El espejismo de la Unión Europea

(Publicado en Revista Agenda, agosto de 2007)

La idea original de formar una Unión Europea como un vasto mercado integrado, es muy buena. El objetivo era eliminar las barreras al comercio y al libre flujo de capitales y de personas, existentes entre los distintos países de Europa. Esto crearía un mercado común y potenciaría el desarrollo económico de todos los europeos. Pero algo ha ocurrido en el camino, porque la actual Unión Europea pareciera estar construida sobre premisas distintas de aquella originaria, y está tomando un rumbo equivocado.

El llamado “Milagro Europeo” se debió a la atomización política, hoy revertida por la UE.

El primer desvío del objetivo original viene por el interés en crear un megaestado paneuropeo. En lugar de ser un proyecto para eliminar barreras artificiales al libre flujo de mercancías, capitales y personas, se ha convertido en un proyecto político de unificación. Los espectros de Carlomagno, Napoleón y Hitler siguen vivos en el afán de unificar políticamente toda Europa.

Pero la historia europea demuestra que es precisamente la descentralización lo que permite el desarrollo económico. En la Edad Media, Europa estaba compuesta de cientos de pequeños Estados. En ese entonces, la superioridad de las fortificaciones por sobre las técnicas de asedio militar aseguraban la independencia de pequeñas ciudades frente a las ansias de centralización de los reyes. La soberanía del Rey era más simbólica que real, y cada ciudad se organizaba de manera bastante independiente.

Fue precisamente esta soltura lo que permitió un ambiente de enorme libertad, que a su vez dio lugar a tantas innovaciones en materia científica, tecnológica, comercial y jurídica. Pequeñas ciudades-estado en Italia y Holanda, por ejemplo, así como la campiña inglesa, protagonizaron en distintas etapas el origen de aquello que luego fue llamado Capitalismo. Este fenómeno ha sido llamado el “Milagro Europeo.”

La razón es que la descentralización implica que las normas, regulaciones y políticas públicas pueden adaptarse mejor y más rápidamente a las siempre cambiantes necesidades locales de la población. Hoy día, en cambio, los políticos de Europa están enfocando la mayor parte de sus esfuerzos en revivir el proyecto de Constitución europea, con un modelo de centralización, esta vez sin tomarse la molestia de consultar a sus ciudadanos en referendos.


Burocracia y Sobrerregulación

Lo que se está construyendo en Europa es algo muy distinto a un mercado común. Es un régimen donde las regulaciones económicas están cada vez más uniformadas desde Bruselas. Y no sólo uniformadas, sino que van creciendo en número y complejidad. Las regulaciones de la Unión Europea abarcan ya más de 80 mil páginas.

Y la sobrerregulación de las actividades de los particulares nunca es buena para los negocios. Muchas veces las regulaciones, lejos de ser intentos por establecer estándares mínimos, lo que son es en realidad intentos por limitar la competencia en ciertos mercados. Al uniformar ciertos estándares, se excluye a muchos participantes actuales y potenciales. Esto se traduce en inmovilismo, estancamiento y retroceso económico.

Altos impuestos, subsidios y estatismo económico

“Armonizar” es la palabra favorita de los planificadores de la UE. Traducción: uniformar. Y en materia de impuestos la uniformación viene por la vía de torcer el brazo a los países miembros (y a otros que ni siquiera lo son) a aumentar sus tasas para uniformarlas acercándola al promedio de la UE (altísimo). Incluso se está presionando a Suiza, país que ni siquiera es miembro de la Unión Europea, a subir sus impuestos.

Por otro lado, el sector agropecuario europeo está sumamente protegido por toda una serie de fuertes subsidios y otras medidas anticompetitivas. Ello encarece todo lo que los ciudadanos europeos consumen, y además impide a países del Tercer Mundo exportar a Europa productos alimenticios. Irónicamente, entonces, aunque políticamente los europeos claman el liderazgo de la lucha contra la pobreza mundial, en la práctica son probablemente quienes más contribuyen a que dicha pobreza se perpetúe.

Y por si todo lo anterior fuese poco, muchas empresas e industrias europeas siguen siendo estatales, o reciben importantes subsidios. El caso de Airbus es ilustrativo. Es una empresa en la que varios estados europeos tienen importante participación accionaria. Aparte, se le beneficia con toda una serie de privilegios. Y todo por un afán de no dejar el liderazgo de la industria aeronáutica a la norteamericana Boeing. Es decir, se trata de un enorme gasto de los contribuyentes simplemente para satisfacer el inflado chauvinismo europeo de sus políticos.

Conclusión

Concebido como un proyecto para eliminar barreras artificiales a la división del trabajo internacional entre europeos, la Unión Europea se ha ido desviando gradualmente de dicho objetivo para dedicarse a buscar objetivos de unificación política y de chauvinismo europeo, que nada ayudan al desarrollo económico y el bienestar de sus ciudadanos. El discurso de unificación política, vocalizado principalmente por Francia y Alemania, está más inspirado en recuperar el liderato político mundial que alguna vez tuvo Europa, que en crear un mercado único. Ese eterno sueño europeo de revivir el Imperio Romano puede terminar llevando todo el proyecto de la Unión Europa al mismo destino que el de Roma: una lenta y larga decadencia.

Sobre la famosa brecha entre ricos y pobres

(Artículo publicado en Revista Agenda, julio de 2007)

Por donde vaya uno, escucha el dictum de que cada vez los ricos son más ricos, y los pobres son más pobres. Que la brecha se amplía más y más, que el capitalismo hace ricos a unos a costa de empobrecer a otros, que el desarrollo económico “no llega” a los más pobres, y afirmaciones similares. Esto se escucha en medios de comunicación y en conversaciones de café. Sólo hay un problema con dicho paradigma: es falso.

Haga memoria

Basta con hacer memoria y un poco de análisis para darse cuenta que, contrario a dicho paradigma, cada vez estamos todos mejor, gracias al sistema de libre mercado de origen occidental, ese que desde la izquierda llaman “capitalismo” en tono derogatorio. Hace veinticinco años, por ejemplo, la televisión pagada era un lujo; hoy día es algo que prácticamente todo hogar de clase media disfruta. Los vehículos con aire acondicionado, ¿recuerda usted cuando esto era un privilegio de los adinerados? O aditamentos de seguridad en los vehículos, como bolsas de aire o los frenos ABS, que también fueron algo de lujo que sólo unos pocos privilegiados podían pagar, y hoy día son la norma en los vehículos automotores.

Más cerca en el tiempo, hace aproximadamente una década, cuando llegó la telefonía celular a Panamá, ésta era el privilegio de gente adinerada. Tal era la cosa que el tener un teléfono celular otorgaba automáticamente un status social distinguido. Hoy día, en cambio, tener un celular no da ningún status, y ha dejado hace rato de ser un lujo para convertirse en una necesidad.

El acceso a atención médica, la mejoría en las telecomunicaciones, el abaratamiento de la aviación civil. Hace unas cuantas generaciones, el lavado de ropa en casa se hacía a mano, no había lavadora; el proceso de cocinar implicaba leña y bastante humo, cuando no había estufas a gas; no había refrigeración artificial y los alimentos se estropeaban bastante rápido.

El pobre de hoy y el rico de hace unas pocas generaciones

El hombre más rico del mundo de hace doscientos años, tenía una calidad de vida que hoy día no podría sino ser calificada como la de un pobre. Para comenzar, no había calefacción central, cosa importante en países de clima frío, ni acondicionadores de aire, cosa esencial en nuestro clima tropical. El hombre más rico del mundo hace 200 años, tenía acceso a los mejores médicos, pero esos médicos de primera de hace 200 años tenían conocimientos y empleaban técnicas y herramientas que hoy día harían que se les considerase como poco más que aprendices de curanderos.

Situándonos aquí en Panamá, ese hombre más rico del mundo de hace dos centurias, si quería viajar al interior del país, tenía que ir en carreta por tierra, o en barco de vela por mar. Por ejemplo, ir de la ciudad de Panamá a Las Tablas, tomaba un día entero por mar, y unos tres días enteros por tierra, asumiendo que estuviese en época seca, porque en estación lluviosa probablemente le tomase más tiempo. Por ello, la mayoría de la gente jamás viajaba más allá del alcance práctico de sus piernas o de su caballo. En cambio, hoy día uno hace los mismos recorridos en vehículos a motor, con una comodidad mil veces mayor, en una fracción del tiempo que hace 200 años, y a un costo irrisorio.

Entonces, ¿por qué dicen que la riqueza no llega al pueblo?

Las estadísticas de riqueza son llevadas en términos de ingreso en dólares. Es decir, se mide la riqueza o pobreza de la gente en función de cuánto perciben como ingreso al año. Entonces, al ver que hay algunas personas que generan millones de dólares, en tanto otras generan algunos pocos miles, se hace una comparación meramente aritmética y se llega a la conclusión de que la brecha es enorme.

Pero considere usted lo siguiente. Imagínese que durante el año 2006, Jorge generó 1 millón de dólares, en tanto Pedro generó sólo 10 mil dólares. La brecha es entonces de 990 mil dólares. Si al año siguiente, Jorge logra generar 2 millones, y Pedro generó 20 mil, la brecha ahora es de 1.98 millones de dólares. Dirán entonces que ha aumentado la brecha. Pero ciertamente tanto Jorge como Pedro son ahora más ricos, porque ambos duplicaron su ingreso en el mismo período. Sí, la brecha aumentó, pero ¿es eso realmente lo que importa?

Ahora imagínese que en el 2007 Jorge, en vez de aumentar su ingreso de 1 millón a 2 millones, ve reducido su ingreso a la mitad, 500 mil dólares. Y Pedro también ve reducido su ingreso a la mitad, ahora 5 mil dólares. Ambos son más pobres que antes, y sin embargo, ¡la brecha se ha reducido! ¿Cree usted acaso que Pedro estará mejor ahora por esa reducción de la brecha? Ciertamente, si yo fuera Pedro, preferiría sin pensarlo estar en el ejemplo 1, en que la brecha aumentó gracias a que ambos duplican su ingreso.

Midiendo calidad, no cantidades.

Pero aparte de lo anterior, está el hecho de que el enfoque de medir ingresos relativos es en sí una distracción. Lo que debemos hacer si queremos determinar si con el transcurso del tiempo la gente se enriquece o se empobrece, no es comparar meras cifras, sino observar y comparar la calidad de vida y cómo evoluciona ésta con el tiempo. Como veíamos arriba, la calidad de vida hoy de una persona de clase humilde, que vive en la ciudad, es marcadamente superior a la del hombre más rico del mundo de hace dos centurias.

Y en cuanto a la brecha. Sí, el rico hoy conduce Mercedes Benz, con asientos de cuero y toda una serie de lujos. El ciudadano común en cambio conduce un auto económico, pero ese auto lo lleva a su destino igual que el Mercedes Benz. Caramba, hoy día hasta los autos económicos vienen con aire acondicionado de fábrica.

Agradézcalo al libre mercado occidental

El propio Marx reconocía que la acumulación de capital del sistema capitalista es lo que permite la inversión, que a su vez genera avances continuos en tecnología y métodos de producción que a su vez permiten producir cada vez más y mejores cosas que son cada vez más baratas. Alguien dirá que todo esto es resultado de la tecnología, y no de un sistema económico determinado. Pero la tecnología no se desarrolla en el vacío, sino que requiere un ambiente de libertad individual, propiedad privada y Estado de Derecho, para que se produzca el continuo desarrollo económico que nos beneficia a todos.

Si lo duda usted, pregúntese cuántos de todos los avances tecnológicos que da por sentado, como el celular u otros aquí mencionados, fueron desarrollados del otro lado de la Cortina de Hierro. ¡Ninguno!

A buscar la plata

(Artículo publicado en Revista Agenda, junio de 2007)

En este artículo argumento que en estos momentos, cualquier cartera de inversión que no tenga una posición en plata, se está perdiendo un sector que en los próximos años va a generar enormes ganancias.

Mucho más que un metal precioso

Pero, con el desarrollo de la fotografía digital, los usos industriales de la plata disminuirán, ¿no es así? No, definitivamente no es así. Le apuesto lo que sea, a que usted tiene no una ni dos, sino varias piezas en su casa que contienen alto grado de plata, o incluso las lleva con usted mismo ahora, como joyas.

Algunos ejemplos poco conocidos: lo más probable es que la batería de su reloj de cuarzo, tiene plata en su cátodo; si ya ha cedido usted a la tentación de comprarse un televisor de plasma, tiene usted plata en su televisor (incluso si no es de plasma, su televisor tiene contactos eléctricos con algo de plata); su horno microondas, y muchísimos otros aparatos electrónicos como teléfonos celulares, teclados de computadora; sus reconocidas propiedades bacteriológicas hacen que cada vez más se le incluya en sistemas de purificación de agua y hasta aplicaciones médicas.

En fin, la lista es más larga que el espacio para este artículo. Pero el punto es que la reducción en la demanda que ha venido experimentando la plata por razón del desarrollo de la fotografía digital (la película fotográfica requiere elementos de plata), ha sido más que compensado por otros nuevos desarrollos que continuamente se están encontrando para este metal.

Las propiedades físicas, electroquímicas, bacteriológicas de la plata, no son fáciles de emular con materiales sintéticos más baratos. De modo que es una demanda relativamente inelástica que debe continuar aumentando en forma robusta.

¿Y qué hay con la oferta?

El otro lado de la ecuación por el cual la plata tiene un excelente porvenir en materia de inversión por los próximos años, es la oferta. Lamentablemente (o afortunadamente, depende del punto de vista), el desempeño decepcionante de los mercados de commodities desde fines de la década de 1980 y toda la de 1990, resultó en muy poca inversión en exploración y ampliación de la capacidad instalada de producción tanto de plata como de otros metales industriales y preciosos. Por ello durante muchos años, mientras se iba usando reservas probadas, éstas no eran reemplazadas con nuevos descubrimientos (esta historia es básicamente la misma para la plata y para los demás metales tanto preciosos como industriales).

Ahora mismo nos encontramos entonces con que hay cada vez mayor demanda, pero las minas en producción no están produciendo a los ritmos que requiere la demanda mundial. Esto explica en parte el commodity bull market que se ha venido dando desde aproximadamente 2002.

La teoría económica predice que, ante una demanda robusta y márgenes altos de utilidades, habrá incentivo para aumentar producción y así la oferta crecerá hasta que los precios (y los márgenes de utilidad) vuelvan a caer. Sí, eso es cierto, e indudablemente ocurrirá. Pero ojo, que esto toma tiempo. Al hecho que existe el factor tiempo se deben en parte los ciclos económicos.

La oferta continuará insuficiente por buen rato

Una mina de plata no es cosa que se pone a operar de la noche a la mañana. Primero hay que explorar. Luego, si encuentra un yacimiento, hay que continuar explorando para ver qué tanto metal extraíble hay en el yacimiento. Luego, falta ver si la cantidad minable y si las condiciones particulares del yacimiento permiten una explotación rentable. Pero asumamos que las respuestas a todas estas interrogantes son positivas. Aún así, este proceso toma probablemente unos 3 años. ¡Y aún no hemos adicionado una sola onza de plata al mercado!

Añádale a eso procesos de solicitud de licencias, permisos ambientales, y otros obstáculos burocráticos potenciales en el camino a ponerse a producir. Pero siguiendo optimistas, y asumiendo que los permisos se obtienen favorablemente, esto toma usualmente un año más. Ya van cuatro en total, aproximadamente.

Conclusión

¿Me sigue usted? Las razones para invertir en plata son más abundantes, pero no quiero aburrirlo innecesariamente. Mi recomendación es que invierta usted una porción de su cartera en plata. La manera más simple de hacerlo es comprar el metal físico (lingotes y monedas). Puede usted guardarlos o contratar la custodia externa. En Panamá no existe este servicio, pero sí en mercados más desarrollados (EUA).

Sin embargo, las mejores ganancias estarán no en la plata física, sino en acciones de compañías que se dedican a la exploración, explotación y/o minería de plata, preferiblemente en países con estabilidad política y jurídica, favorable a la inversión privada en minería. Sí, ya sabe usted que eso casi excluye a Bolivia (país con importante producción de plata). Pero existen muchas otras opciones dignas de considerar.

Mi vaticinio es que durante los próximos 7-10 años las ganancias en el sector de plata y metales preciosos serán simplemente extraordinarias. Mi consejo es: como en todo ciclo, cuando usted escuche que hasta el taxista le habla de que hay que invertir en acciones de compañías mineras de metales preciosos, será tiempo de salirse de dicho mercado. Pero eso no ocurrirá aún por buen rato (varios años). Así que, ¡a buscar la plata!

Cinco mitos económicos

(Publicado en Revista Agenda, mayo de 2007)

Existen algunos conceptos muy difundidos en la cultura popular sobre cómo funciona la economía, que son equivocados. Veamos algunos de esos conceptos y por qué son falsos.

¿Son malas las quiebras?

Por contraintuitivo que parezca, las quiebras de empresas son parte importante del sistema productivo social. Cuando una empresa deja de generar ganancias para sus socios, cualquier intento por perpetuarla con la intención de mantener los puestos de trabajo, es en realidad una destrucción de riqueza que, en lugar de mantener empleos, los destruye.

La función de toda empresa es agregar valor a la sociedad, brindando a ésta bienes y servicios que las personas en la sociedad están necesitando, a precios y en condiciones tales que éstas se disponen a pagar.

Si la empresa puede operar en tales condiciones y generar ganancias, ello significa que en efecto está agregando valor neto a la sociedad. Si no puede generar ganancias en esas condiciones, entonces simplemente la empresa como organización económica, no está añadiendo valor a la sociedad; y si está teniendo pérdidas, está destruyendo riqueza.

Cuando una empresa va a la quiebra, es porque como organización económica no estaba cumpliendo debidamente su función. La quiebra permite que los recursos hasta ese momento improductivos, sean reubicados hacia actividades más productivas socialmente.

La tecnología crea desempleo

Algunas personas dicen que los avances tecnológicos como por ejemplo la robótica, generan desempleo porque reemplaza a las personas trabajadoras con máquinas. Pero ello ignora el hecho que esas personas que a corto plazo quedan cesantes en la fábrica por la automatización, ahora quedan disponibles para realizar otras tareas beneficiosas para la sociedad. Verá usted, el trabajo humano es un costo de producción, no un fin en sí mismo. Porque después de todo, el motivo por el que trabajamos es para poder consumir, no el mero gusto de trabajar.

De modo que cuando avances tecnológicos permiten lograr mayor producción con menos trabajo humano, el resultado neto para la sociedad es positivo. Incluso, en el largo plazo, para aquellas personas que inicialmente quedaron cesantes.

¿O acaso debemos concluir que para mejorar la cantidad de empleo debemos abandonar las computadoras y regresar a las máquinas de escribir manuales? ¿O usar cucharitas en lugar de palas, en las obras de construcción?

La balanza comercial

Con frecuencia veo preocupación en comentaristas económicos, por nuestro déficit en la balanza comercial. Cuando aumentan las importaciones en proporción mayor al aumento de las exportaciones, ello es reportado como si fuese algo negativo para la economía.

Pero no tiene por qué serlo. La razón por la que todos trabajamos, montamos negocios, es para poder consumir, ya sea ahora o en el futuro (el ahorro no es más que consumo pospuesto). Nadie trabaja porque sí, con el único objeto de trabajar. Cuando producimos, lo hacemos para tener algo que ofrecer en el mercado y obtener a cambio aquellas otras cosas que necesitamos. Esto presupone la división del trabajo.

Pero si a alguien se le ocurriera darnos algo a cambio de nada, ¿quién estaría mal, el que dio algo a cambio de nada, o el que recibió sin tener que dar? La respuesta es obvia.

En realidad, lo usual es que la gente no dé algo a cambio de nada, por supuesto. La razón por la que el neto de la balanza comercial de ningún país es igual a cero, es precisamente la división del trabajo. Mientras unos producen bienes y los venden, otros producen servicios. Panamá es una economía que históricamente se ha basado en la producción de servicios, no de bienes. Y por tanto tenemos un “déficit” en la balanza comercial. Pero igual lo tiene Hong Kong, una de las sociedades con mayor calidad de vida del mundo, y que yo sepa, no les está haciendo daño.

La suma cero

La riqueza de unos se debe a la pobreza de otros. Así se resume la idea de que la economía es un juego de suma cero. Toda la teoría marxista se basa en esta premisa. Pero es absolutamente falsa. Cuando dos personas libres intercambian voluntariamente bienes y servicios, ello necesariamente implica que, en el margen, cada una valora más aquello que está por recibir, que aquello que está dando a cambio. De lo contrario, no estaría haciendo el intercambio de manera voluntaria.

En un sistema basado en la propiedad privada y la libertad de las personas para disponer de su propiedad, necesariamente la economía es un juego de suma positiva.

El comercio “justo”

Por lo anterior, todo comercio entendido como intercambio voluntario, es justo. Lo es porque ambas partes están actuando para beneficiarse. Obviamente, el fraude y en general toda forma de engaño rompe con la regla. Pero el hecho que una de las partes haya engañado a la otra para entrar en la transacción, es precisamente una corroboración de que, cuando las personas actúan sin coerción ni engaño, la transacción necesariamente es vista por ambas partes como beneficiosa.

Siendo así, cualquier interferencia de terceros para impedir que la transacción tenga lugar, necesariamente pone a las partes en peor situación de la que tendrían si se les dejase tranquilos. Por más bienintencionada que sea, cualquier intervención para “proteger” a una de las partes impidiéndole transar, logra precisamente el efecto opuesto, es decir, la perjudica.

La agonía de Airbus

(Artículo publicado en Revista Agenda, abril de 2007)

El avión A380 de la compañía europea Airbus, conocido desde ya como el Superjumbo, atrajo la atención mundial cuando hizo su vuelo inaugural de prueba hace dos años, en abril de 2005. Incluso hubo un documental especial transmitido por Discovery Channel. Desde el año 2006, sin embargo, se ha ido haciendo cada vez más evidente que el A380 tiene todas las cualidades para convertirse en el iceberg que termine por hundir a la empresa Airbus.

Varias demoras sucesivas han sido ya anunciadas para la entrega de los aviones ya ordenados por diversas aerolíneas en el mundo. Esto se debe a la cantidad de problemas que el A380 está presentando para su ensamblaje en serie, así como las dificultades financieras que le está causando a la compañía.

¿Por qué un avión tan grande?

El A380, un avión para uso civil, en su versión de pasajeros tendrá una capacidad de entre 555 y 853 personas, dependiendo de la configuración de asientos que elija el comprador. Las aerolíneas de pasajeros y de carga son el mercado al que Airbus tratará de vender el nuevo avión. Pero, si usted fuese el encargado de las compras de aviones para una aerolínea internacional importante, ¿por qué querría usted comprar un avión enorme, mucho más caro que cualquier otro, y más caro de operar también? Para poder justificar tan riesgosa inversión ante los accionistas, usted seguramente querría saber que dichas desventajas son superadas con creces por las ventajas que dicho avión puede ofrecer.

En el caso del A380, un avión con capacidad sustancialmente mayor que la del avión para uso civil más grande que existe, el 747 de la Boeing, la principal ventaja que tiene que ofrecer para que se justifique su alto costo es la de hacer el vuelo más barato por pasajero o por tonelada de carga (según si se destina para vuelos de pasajeros o para vuelos de carga), por aquello de las economías de escala. En principio, mientras más grande y de mayor capacidad sea un avión, menor debería ser el costo de operación y de vuelo por pasajero o por tonelada de carga. Es el mismo principio por el cual los buques Post-Panamax son más eficientes que los Panamax.

Pero estas economías de escala requieren una serie de elementos para operar como se supone que lo hagan. Para comenzar, se requiere que haya demanda suficiente para que una aerolínea llene constantemente el avión en sus vuelos rutinarios. Una aerolínea no va a comprar un avión demasiado grande y costoso (en términos absolutos) de operar, para rutas donde no puede esperar que consistentemente los vuelos sean vendidos al menos en un 80% de su capacidad. Segundo, dado que los ahorros de combustible se dan realmente durante el tiempo que el avión está volando a altura y velocidad de crucero, en rutas muy cortas probablemente no sólo no produzca ahorros, sino que quizás hasta resulte más caro. Estos dos factores reducen sustancialmente la cantidad de rutas que en el mundo harían atractivo el uso del A380.

Añádale el hecho que el A380 requeriría modificaciones a la infraestructura aeroportuaria existente hoy día en el mundo, por su enorme tamaño.

Problemas y más problemas

Demoras en la producción han provocado que la empresa Airbus anuncie varios retrasos en sus compromisos de entrega de los aviones ya ordenados por diversas aerolíneas en el mundo. Dichos atrasos han provocado que algunas aerolíneas cancelen del todo sus órdenes, en tanto otras han reducido la cantidad de unidades a comprar. En marzo de 2007, la última de las aerolíneas de carga que había ordenado aviones, canceló definitivamente su orden. Airbus decidió entonces no continuar por el momento la producción del A380 en su versión de carga, para así poder concentrarse en la versión de pasajeros.

Aparte, los problemas financieros de la empresa se han ido haciendo cada vez más serios, al punto que en febrero de 2007 se hizo el anuncio de un plan de reorganización que, entre otras cosas, incluye una reducción de la masa laboral por el orden de 10,000 empleados en un período de diez años.

Por si fuera poco, el mayor atractivo de un avión tan grande, el de economías de escala, parece estar esfumándose, dado que Boeing afirma que su 787 Dreamliner consumirá 10% menos combustible por pasajero que el A380, traduciéndose en un costo por vuelo 19% menor por pasajero. En su versión de carga, también sería, según la Boeing, más eficiente el Dreamliner. Es decir, aún con su enorme tamaño y su mayor capacidad, el A380 sería menos eficiente por pasajero y por tonelada de carga, que su principal competidor, con lo que efectivamente el A380 dejaría de ser atractivo del todo.

Señales políticas en lugar de señales económicas

Con tantos obstáculos, ¿por qué se embarcó esta empresa en una aventura tan riesgosa? ¿Por qué parece su directiva empeñarse aún en continuar con este proyecto que cada vez se parece más a un SuperTitanic que a un Superjumbo?

Uno de los problemas es que la empresa Airbus responde en gran parte a señales políticas en lugar de señales de mercado. Esto se debe, por un lado, a que más del 20% de sus acciones están en manos de Estados europeos (Francia y España). Adicionalmente, la empresa recibe millardos de euros en subsidios y otros beneficios estatales. Esto hace que las decisiones estratégicas se basen demasiado en satisfacer deseos políticos que nada tienen que ver con la realidad de lo que el mercado demanda.

Un amigo que sabe de estas cosas me comentó hace meses lo siguiente: “Imagínate que fueras el ingeniero en jefe de planificación de Airbus y tienes que decidir entre dos opciones: a) un eficiente pero aburrido avión, hecho con tecnologías ya probadas, que los neófitos apenas podrán distinguir de los demás aviones y cuya única (aunque muy importante) ventaja es que ahorre combustible a las aerolíneas (como es el Boeing 787 Dreamliner); o b) el avión más grande jamás construido, imponente y majestuoso, que te hará pionero en tecnologías jamás antes utilizadas, que te hará la estrella en los documentales de Discovery channel y que lo peor que te pueda suceder es que tenga que ser subsidiado. Yo, siendo ingeniero de Airbus, me iría con la opción b. Es más, estoy seguro que los ingenieros de Boeing soñaron también con la opción b, hasta que el consejo de accionistas los paró en seco como lo hizo con el proyecto del avión supersónico que se concibió para competir con el Concorde en la década de 1970. ‘Háganlo con su propia plata’ habrán dicho los accionistas a los ingenieros.”

Eso que dijo mi amigo resume la tragedia de Airbus. Como esta empresa recibe enormes subsidios estatales de la Unión Europea, puede darse el lujo de planificar para alcanzar la Luna. Son los contribuyentes europeos los que pagan los delirios de grandeza de los políticos y los planificadores.

Conclusión

Lección de negocios: Cuando planifique para su empresa, hágalo pensando en satisfacer lo que el mercado demanda. Nunca se deje llevar por el deseo de tener el proyecto más grande y majestuoso, si ello no está acorde con lo que sus clientes necesitan y están dispuestos a pagar. A menos, claro está, que vuestra empresa esté subsidiada y por tanto protegida de las realidades del mercado.

Los temas recurrentes del socialismo populista latinoamericano

(Publicado en Revista Agenda, marzo de 2007)

El reciente ascenso al poder por la vía democrática, de gobiernos con discurso y ejecución claramente socialista en América Latina, es motivo de preocupación por el retroceso que implica. El afán generalizado en nuestra región, de intentar revivir muertos ideológicos, es algo que reta de manera extraordinaria mi capacidad de entendimiento. El socialismo, fracasado en todas partes donde ha sido intentado, sigue siendo convocado en sesiones espiritistas en importantes sectores de la población en nuestros países. Venezuela, Bolivia, Argentina y Nicaragua, han votado por el retroceso, y en México estuvieron el año pasado muy cerca de hacer lo mismo. Vivimos en una región en que se idealiza nada más y nada menos que a Fidel Castro, un tirano que tiene a toda la población cubana de rehén en lo que es efectivamente una isla penal.

Dado que el socialismo populista, mezcla de espíritu adolescente con mala política económica, es obviamente un fenómeno crónico y cíclico en América Latina (algo que ha inspirado a los autores Montaner, Mendoza y A. Vargas Llosa a sugerir el nombre de perfecto idiota latinoamericano al fenómeno), es importante analizar cuáles son las ideas recurrentes en la psique latinoamericana que hacen que no aprendamos con los golpes, la lección de que el socialismo no funciona.

El mito del noble salvaje

El mito del noble salvaje, un mito que tiene sus orígenes en Rousseau, es uno recurrente en la cultura política latinoamericana. La idea subyacente es que el estado natural del Hombre es el bienestar material, y que sólo debido a la incidencia de factores externos es que surge la miseria. Es la variante del mito de Edén originario que constituye el punto de partida de la ideología socialista. El socialismo añora esa época mítica en que el Hombre no tenía que trabajar, los frutos caían de los árboles directo a nuestro plato, y seguramente los animales que formaban parte de nuestra dieta se suicidaban, aliñaban y asaban ellos mismos para luego presentarse en bandeja en nuestras mesas.

Pero el mito del noble salvaje es pura insensatez. El estado natural del Hombre no es el bienestar, sino la miseria. La tradición judeocristiana sí ha entendido esto, y lo refleja en el mito de la Creación como un castigo divino (“comerás con el sudor de tu frente”). Como dijo Ortega y Gasset, y muy contrario a la idea del noble salvaje, la selva es primitiva, y todo lo primitivo es selva. No hay nada noble en el salvajismo.

Sobre el mito del noble salvaje también se asienta la idea de que todos nuestros males materiales, en suma nuestra pobreza, se debe a factores exógenos. Ya sabe usted, cuando no es el imperialismo yanqui, es el colonialismo europeo de hace quinientos años. En última instancia, el punto es que nuestra pobreza es resultado de maquinaciones malévolas orquestadas en otras latitudes, pero no tiene nada que ver con nosotros mismos.

Suma cero

Relacionado al mito del noble salvaje está la idea de que la economía es un juego de suma cero, en que la riqueza de unos requiere necesariamente la pobreza de otros. Claro que existen el robo, el fraude y otras formas de expoliación, pero éstas no generan riqueza, sólo la transfieren de unas manos a otras, y de hecho en el camino la destruyen en parte. Pero en las transacciones voluntarias entre personas libres, del cual resulta la división del trabajo, necesariamente se crea riqueza neta y ambas partes salen ganando. Si fuese de otro modo, las dos personas no estarían, voluntariamente, accediendo a la transacción.

Este principio de cooperación es lo que ha permitido la creación continua de riqueza, y su acumulación, durante miles de años. En otras palabras, el Socialismo se equivoca al asumir que la economía es un juego de suma cero.

Egalitarismo o la moral de la envidia

El egalitarismo material, la ideología que clama que todas las personas tienen derecho a disfrutar de la misma cantidad de riqueza, independientemente de esfuerzo, mérito, y hasta suerte, subyace todo discurso de la distribución de la riqueza. Es la idea de que la creación y la distribución de la riqueza son dos cosas realmente distintas, y que es injusto que unos tengan más que otros.

Pero la creación y la distribución de la riqueza de ningún modo son cosas distintas. Son la misma cosa, sencillamente porque la riqueza no se crea en el vacío ni en abstracto. La riqueza la crean personas de carne y hueso, a través de actividades que implican costos y riesgos de toda clase. Esas personas asumen esos costos y riesgos únicamente porque esperan que la operación resulte en mayor riqueza para sí mismos y su familia. Nadie asume riesgos económicos cual autómata sólo para luego, a partir de la nada, pensar qué hacer con ella.

Entonces, la idea de que tener más que otros es necesariamente inmoral, es nefasta para cualquier sociedad, porque invariablemente lleva a querer expropiar a unos que tienen más, para darlo a otros que tienen menos. Y dado que, como ya visto, la creación y la distribución de la riqueza no son actividades separadas, sino que quien crea riqueza lo hace únicamente si espera razonablemente que le va a tocar esa misma riqueza, resulta inevitablemente que cualquier política que tienda a la llamada redistribución de la riqueza creada, lo hace a costa de comprometer la creación futura de riqueza. Las políticas redistributivas promovidas por el socialismo populista son pan para hoy y hambre para mañana. Parafraseando a Ortega y Gasset, el medio que suele emplear el socialismo populista para saciar el hambre de las masas es el de saquear y destruir las panaderías.

¿Funcionará esta vez?

La respuesta es un no categórico. Cuando uno se empeña irracionalmente en luchar contra la realidad, ésta se empeña más aún en hacerlo fracasar. El sistema de propiedad privada y división voluntaria del trabajo, a través del intercambio, entre personas libres, es el único que permite el cálculo económico racional, y el único que estimula a las personas a trabajar y ser cada vez más productivos para sí mismos y su familia.

La repetición de los experimentos de nacionalización de la industria y recursos naturales, proteccionismo mercantilista de la agricultura y la industria, controles de precios y de flujos de capitales, políticas inflacionarias y la expropiación generalizada promovida por los gobiernos sociopopulistas, sólo pueden generar lo que han producido una y otra vez: miseria social, económica y cultural para nuestras sociedades. Porque la naturaleza humana sigue siendo la misma, y las ideas antihumanas continuarán siéndolo sin importar cuántas veces sean llevadas a la práctica. Los esfuerzos por lograr el nuevo hombre soviético sólo han logrado miseria e indignidad humanas.

De modo que cuando vuelva usted a escuchar el estribillo “socialismo o muerte”, tenga claro que se trata de una falsa disyuntiva. En realidad, el socialismo equivale a miseria y muerte.

La función social del sistema de precios

(Artículo publicado en Revista Agenda, febrero de 2007)

Aunque poco entendido, difamado por la ideología socialista y popularmente menospreciado, el sistema de precios del capitalismo es una gran maravilla humana. El libre mercado genera los precios de los bienes y servicios en él intercambiados, de una manera muy eficiente, y conduce a unos resultados sociales muy beneficiosos.

La información provista por los precios

Cada persona, al ofertar y demandar libremente bienes y servicios en el mercado, incide en los precios de cada uno de ellos. Es así como los precios van generándose. Estos precios a su vez proveen información valiosa a todos los participantes en el mercado. Por ejemplo, un alto precio del pan con altos márgenes de utilidad para el panadero, indica que las personas están necesitando más pan del que actualmente se está ofreciendo.

Esta información sirve a los panaderos para ampliar su producción, y también invita a que más personas decidan incursionar en el negocio de la panadería, puesto que los altos márgenes atraen la inversión. En cuestión de tiempo, habrá más pan a disposición de los consumidores.

La información que transmite el sistema de precios permite a los consumidores de un bien o servicio, racionalizar la cantidad demandada en función del precio. A mayor precio, los consumidores del bien tenderán a reducir su consumo, incluso buscarán bienes sustitutos. Por ejemplo, si aumenta mucho el precio de la carne de res, las personas comenzarán a reducir su consumo relativo de carne y a reemplazarla con pollo o pescado.

Por otro lado, el sistema de precios informa a los empresarios sobre qué deben ofertar y en qué cantidades. En el ejemplo anterior, la creciente demanda de pollo y pescado indicará a los oferentes de estos bienes que deben aumentar las cantidades disponibles, para satisfacer la creciente demanda.

Adicionalmente, indica oportunidades de negocio a los emprendedores, cuando éstos buscan desarrollar nuevas formas de satisfacer las necesidades de las personas, con nuevos bienes y servicios. Por ejemplo, el desarrollo de cámaras digitales fotográficas, que reemplazan el uso de película fotográfica.

Beneficios

Todo esto lleva a varios fenómenos muy positivos. Uno es la reducción continua de los precios relativos de muchos bienes y servicios con el transcurso del tiempo. ¿Recuerda cuánto costaba un horno microondas a inicios de la década de 1980? Costaba varios cientos de dólares. Hoy día se consiguen algunos hasta por $60. Y esto sin ajustar a la inflación.

Otro efecto positivo es la creciente variedad de cosas que podemos obtener en el mercado, y el continuo mejoramiento de la calidad. Esto es algo exclusivo del sistema capitalista. ¿Cuántos artículos que tiene usted en su hogar y usa con frecuencia, recuerda usted que fueran inventados en el bloque soviético? Absolutamente ninguno. Televisores, sistemas de sonido estéreo, hornos microondas, acondicionadores de aire, lavadoras, el Ipod, la computadora personal, los teléfonos celulares, y todo lo que usted hoy día da por hecho, nos es provisto por el sistema de libre mercado donde no se reprime el ánimo de lucro ni la formación de precios.

¿Qué pasa cuando se interfiere con el sistema de precios?

Si usted tiene un sistema de información gerencial en su empresa y de repente alguien comienza a introducirle obstáculos al sistema, ¿qué cree usted que ocurrirá? Usted como gerente comenzará a tomar decisiones basado en información distorsionada o incompleta. Dichas decisiones inevitablemente causarán pérdidas a la empresa, y en casos extremos esto puede conducir a la quiebra de la empresa.

Del mismo modo, cuando se introducen interferencias en el sistema de información de la economía, las personas comienzan a tomar decisiones basadas en información falsa, lo que trae consecuencias negativas.

Por ejemplo, digamos que el gobierno decide regular el precio de la gasolina para mantenerlo artificialmente bajo. Al nuevo precio fijado, que está por debajo del precio de mercado, los consumidores de gasolina están dispuestos a consumir más de la que está disponible en el mercado, y los oferentes de gasolina no tienen el incentivo a buscar mecanismos para aumentar la oferta, especialmente si ello implica mayores costos. El resultado será la escasez de gasolina. En los Estados Unidos se vivió esto cuando en la década de 1970 se regularon los precios para mantenerlos artificialmente bajos, durante el embargo de petróleo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Otra manera de interferir con el sistema de precios es mediante el establecimiento de subsidios. El subsidio al consumo ocurre generalmente cuando el Estado fija para un bien determinado, un precio por debajo del precio de mercado, e indemniza al vendedor con la diferencia entre el precio al consumidor y el precio que tendría el bien en el mercado si no mediase la intervención. En Panamá un ejemplo de esto lo constituye el subsidio al gas licuado para uso doméstico en el tanque de 25 libras.

Cuando el sistema de precios es intervenido por medio de subsidios al consumo, se generan varias consecuencias negativas. Por un lado, los consumidores no racionalizan debidamente su consumo del bien subsidiado.

Por otro lado, se deja de transmitir la señal de buscar bienes sustitutos. Por ejemplo, en el Siglo XX se estableció en Estados Unidos la política de subsidiar la telefonía fija a millones de hogares mediante el llamado acceso universal, por el cual el Estado indemnizaba a los distribuidores y a los operadores de líneas de transmisión por llevar la telefonía a lugares apartados donde no era rentable llevarla. Esto atrasó por décadas el desarrollo de la telefonía celular o de otros medios de telecomunicación inalámbrica, porque no existía el incentivo empresarial a desarrollar medios sustitutos. Es muy difícil competir contra algo subsidiado.

El caso extremo de interferencia en el sistema de precios lo es el sistema socialista, en que no hay propiedad privada del capital y por tanto no puede haber un sistema libre de precios (éste presupone un intercambio voluntario entre personas que son propietarias de las cosas que están intercambiando). Los resultados eran largas colas para comprar pan, pollo, leche, papel higiénico o cualquiera de las cosas más básicas que usted da por sentadas. Y no había la variedad ni la calidad a la que estamos acostumbrados en Occidente. No era en vano que mantenían prisioneros a sus ciudadanos, impidiéndoles la emigración hacia el ‘infierno’ capitalista occidental.

Conclusión

El sistema capitalista de precios es una maravilla. Aunque puede parecer contraintuitivo, el régimen de propiedad privada, en que no se trata de inhibir el ánimo de lucro de las personas, lleva al intercambio voluntario y la correspondiente división del trabajo que permite una creciente eficiencia en la satisfacción de las necesidades humanas. Y todo ello sin una planificación central hecha por un comité de sabios. Se logra simplemente con las interacciones voluntarias entre personas libres, realizadas diariamente en esa cosa llamada mercado. Me maravillo ante esto y usted también debería.

Cuando por cualquier razón se interfiere con esa maravilla para lograr fines de corto plazo, nos encontramos ante un ejemplo de esa arrogancia contra la cual nos previene el judeocristianismo, la de atribuirnos cualidades divinas como la omnisciencia. La consecuencia de ceder ante tal arrogancia la vemos en los resultados del socialismo y en las economías altamente reguladas: pura miseria humana.