El ecologismo radical
Posted by Jaime Raúl Molina in Economía, Libertad, Medio Ambiente, Sociología on diciembre 15, 2007
Hay ambientalistas de todos los tintes. Están por un lado los que se preocupan de mantener un equilibrio entre las necesidades económicas humanas y un medio ambiente sano. Éstos no se oponen al desarrollo, sino que buscan que éste se dé con ciertas consideraciones para minimizar el impacto negativo sobre los ecosistemas. Pero también están, por otro lado, los ambientalistas radicales que se oponen a todo desarrollo. Es a este ambientalismo radical, anticapitalista, antitecnológico, al que me refiero en este artículo. Y sostengo que es, además, antihumano y anticivilización.
Anti-tecnología
La campaña de desprestigio que mantiene el movimiento ambientalista radical contra la energía eléctrica y el uso de combustibles fósiles, es quizás el ejemplo más conspicuo de la tendencia a despreciar las maravillas tecnológicas modernas que hacen nuestras vidas más cómodas.
Anti-capitalista
Como lo expone Patrick Moore, miembro fundador del movimiento Greenpeace, “uno de los eventos que causaron el desplazamiento a la izquierda del movimiento ambientalista fue la caída del Muro de Berlín. Repentinamente, el movimiento pacifista internacional tenía mucho menos que hacer. Los grupos prosoviétivos en Occidente quedaron desacreditados. Muchos de sus miembros se unieron al movimiento ambientalista trayendo consigo su eco-Marxismo.”
Un ejemplo del patio lo tenemos en la oposición a que se construya un teleférico al Cerro Ancón. Se trata de un proyecto que no requiere alterar sustancialmente el estado ambiental del Cerro Ancón. Sería una atracción turística de primera, que permitiría apreciar una importante parte de la ciudad y áreas del Canal, similar al “Ojo de Londres”.
¿Por qué oponerse al teleférico? He escuchado argumentos tipo “no hay que comercializar lo que es de todos los panameños”. Caramba, siguiendo dicha idea, pues tampoco permitamos hoteles en áreas de playa, pues éstas son de todos los panameños también. Absurdo. Bueno, ahora que lo pienso, de hecho están oponiéndose a muchos proyectos turísticos en el país. Se requiere una extraña inversión de prioridades para pretender que la conservación absoluta de las cosas tal como están es preferible a que se generen fuentes de oportunidades para los panameños.
Anti-humano
Pone a la Naturaleza por encima de las necesidades humanas. Habla de la necesidad de controlar la “superpoblación” humana del planeta. Sostiene que es el crecimiento poblacional una de las principales amenazas al planeta.
Pero el problema no es la población humana, sino los marcos legales y económicos dentro de los cuales se da la explotación de los recursos por el Hombre. Allí donde hay propiedad privada, se observa que los recursos tienden a ser bien cuidados y dotados, lo cual asegura su sostenibilidad. Y en los casos que lo ameritan, regulaciones racionales pueden garantizar que la satisfacción de las necesidades humanas se haga asegurando un desarrollo sostenible.
El antihumanismo del ecologismo radical se ve también en la campaña contra el uso del DDT para combatir al vector transmisor de la malaria y otras enfermedades transmitidas por picadura de mosquitos. Esta campaña contra el DDT, iniciada en la década de 1960, dio sus frutos: el DDT fue prohibido en muchos países y dejado de utilizar en casi todo el mundo. El resultado fue el resurgimiento de la malaria, una enfermedad que estaba casi erradicada para la década de 1960, pero que posterior al desuso del DDT regresó para matar millones de personas en el Tercer Mundo. Afortunadamente, el año 2006 la Organización Mundial de la Salud (OMS) revocó la política de recomendar contra el uso del DDT, y volvió a endosarlo. ¿La reacción de los ecoextremistas? Atacar la decisión de la OMS porque supuestamente el DDT es dañino para las aves (algo que en 40 años después que Rachel Carson hizo la afirmación, aún no ha sido demostrado).
Algo anda decididamente torcido con una ideología que aboga suprimir el uso de un químico, alegando un supuesto pero improbable daño ambiental, sabiendo que dicha supresión resultaría en que millones de personas en el mundo continúen muriendo a causa de la malaria y otras enfermedades transmitidas por insectos.
Anti-civilización
Nuevamente cito a Patrick Moore: “en esencia, el ecoextremismo rechaza virtualmente todo lo relacionado con la vida moderna. Nos dicen que nada que se quede corto de que todos retornemos a una vida tribal primitiva puede salvar a la Tierra del colapso ecológico. No más ciudades, no más aviones, no más polyester. Es una visión ingenua de un retorno al Jardín de Edén.”
El ecoextremismo idealiza el estilo de vida tribal, cuando nos pinta cual modelos a emular, a las tribus primitivas indígenas de América y África. Lo que no dicen es que el estándar de vida de las personas en esas sociedades es extremadamente pobre, su mortandad infantil es altísima y la expectativa de vida sumamente corta, comparada con la de quienes llevamos un estilo de vida de ciudad.
Conclusión
Una civilización no puede prosperar por mucho tiempo si no toma medidas para mitigar el impacto negativo de las actividades humanas. Pero oponerse a todo desarrollo, a toda actividad que tenga impacto sobre el medio ambiente, pretendiendo congelar a la Humanidad, corresponde a una visión extremista que no tiene nada de loable.
Sr. Chávez, ¿quién es el fascista?
Posted by Jaime Raúl Molina in Ciencia Política, Libertad on noviembre 19, 2007
- Léalo en La Prensa.
- Léalo en el Instituto Cato.
La función social de la especulación económica
Posted by Jaime Raúl Molina in Economía on octubre 15, 2007
El espejismo de la Unión Europea
Posted by Jaime Raúl Molina in Ciencia Política, Economía, Libertad on agosto 15, 2007
La idea original de formar una Unión Europea como un vasto mercado integrado, es muy buena. El objetivo era eliminar las barreras al comercio y al libre flujo de capitales y de personas, existentes entre los distintos países de Europa. Esto crearía un mercado común y potenciaría el desarrollo económico de todos los europeos. Pero algo ha ocurrido en el camino, porque la actual Unión Europea pareciera estar construida sobre premisas distintas de aquella originaria, y está tomando un rumbo equivocado.
El llamado “Milagro Europeo” se debió a la atomización política, hoy revertida por la UE.
El primer desvío del objetivo original viene por el interés en crear un megaestado paneuropeo. En lugar de ser un proyecto para eliminar barreras artificiales al libre flujo de mercancías, capitales y personas, se ha convertido en un proyecto político de unificación. Los espectros de Carlomagno, Napoleón y Hitler siguen vivos en el afán de unificar políticamente toda Europa.
Pero la historia europea demuestra que es precisamente la descentralización lo que permite el desarrollo económico. En la Edad Media, Europa estaba compuesta de cientos de pequeños Estados. En ese entonces, la superioridad de las fortificaciones por sobre las técnicas de asedio militar aseguraban la independencia de pequeñas ciudades frente a las ansias de centralización de los reyes. La soberanía del Rey era más simbólica que real, y cada ciudad se organizaba de manera bastante independiente.
Fue precisamente esta soltura lo que permitió un ambiente de enorme libertad, que a su vez dio lugar a tantas innovaciones en materia científica, tecnológica, comercial y jurídica. Pequeñas ciudades-estado en Italia y Holanda, por ejemplo, así como la campiña inglesa, protagonizaron en distintas etapas el origen de aquello que luego fue llamado Capitalismo. Este fenómeno ha sido llamado el “Milagro Europeo.”
La razón es que la descentralización implica que las normas, regulaciones y políticas públicas pueden adaptarse mejor y más rápidamente a las siempre cambiantes necesidades locales de la población. Hoy día, en cambio, los políticos de Europa están enfocando la mayor parte de sus esfuerzos en revivir el proyecto de Constitución europea, con un modelo de centralización, esta vez sin tomarse la molestia de consultar a sus ciudadanos en referendos.
Burocracia y Sobrerregulación
Lo que se está construyendo en Europa es algo muy distinto a un mercado común. Es un régimen donde las regulaciones económicas están cada vez más uniformadas desde Bruselas. Y no sólo uniformadas, sino que van creciendo en número y complejidad. Las regulaciones de la Unión Europea abarcan ya más de 80 mil páginas.
Altos impuestos, subsidios y estatismo económico
“Armonizar” es la palabra favorita de los planificadores de la UE. Traducción: uniformar. Y en materia de impuestos la uniformación viene por la vía de torcer el brazo a los países miembros (y a otros que ni siquiera lo son) a aumentar sus tasas para uniformarlas acercándola al promedio de la UE (altísimo). Incluso se está presionando a Suiza, país que ni siquiera es miembro de la Unión Europea, a subir sus impuestos.
Por otro lado, el sector agropecuario europeo está sumamente protegido por toda una serie de fuertes subsidios y otras medidas anticompetitivas. Ello encarece todo lo que los ciudadanos europeos consumen, y además impide a países del Tercer Mundo exportar a Europa productos alimenticios. Irónicamente, entonces, aunque políticamente los europeos claman el liderazgo de la lucha contra la pobreza mundial, en la práctica son probablemente quienes más contribuyen a que dicha pobreza se perpetúe.
Y por si todo lo anterior fuese poco, muchas empresas e industrias europeas siguen siendo estatales, o reciben importantes subsidios. El caso de Airbus es ilustrativo. Es una empresa en la que varios estados europeos tienen importante participación accionaria. Aparte, se le beneficia con toda una serie de privilegios. Y todo por un afán de no dejar el liderazgo de la industria aeronáutica a la norteamericana Boeing. Es decir, se trata de un enorme gasto de los contribuyentes simplemente para satisfacer el inflado chauvinismo europeo de sus políticos.
Conclusión
Concebido como un proyecto para eliminar barreras artificiales a la división del trabajo internacional entre europeos, la Unión Europea se ha ido desviando gradualmente de dicho objetivo para dedicarse a buscar objetivos de unificación política y de chauvinismo europeo, que nada ayudan al desarrollo económico y el bienestar de sus ciudadanos. El discurso de unificación política, vocalizado principalmente por Francia y Alemania, está más inspirado en recuperar el liderato político mundial que alguna vez tuvo Europa, que en crear un mercado único. Ese eterno sueño europeo de revivir el Imperio Romano puede terminar llevando todo el proyecto de la Unión Europa al mismo destino que el de Roma: una lenta y larga decadencia.
Sobre la famosa brecha entre ricos y pobres
Posted by Jaime Raúl Molina in Economía, Sociología on julio 15, 2007
A buscar la plata
Posted by Jaime Raúl Molina in Economía on junio 15, 2007
Cinco mitos económicos
Posted by Jaime Raúl Molina in Economía on mayo 15, 2007
Existen algunos conceptos muy difundidos en la cultura popular sobre cómo funciona la economía, que son equivocados. Veamos algunos de esos conceptos y por qué son falsos.
¿Son malas las quiebras?
Por contraintuitivo que parezca, las quiebras de empresas son parte importante del sistema productivo social. Cuando una empresa deja de generar ganancias para sus socios, cualquier intento por perpetuarla con la intención de mantener los puestos de trabajo, es en realidad una destrucción de riqueza que, en lugar de mantener empleos, los destruye.
La función de toda empresa es agregar valor a la sociedad, brindando a ésta bienes y servicios que las personas en la sociedad están necesitando, a precios y en condiciones tales que éstas se disponen a pagar.
Si la empresa puede operar en tales condiciones y generar ganancias, ello significa que en efecto está agregando valor neto a la sociedad. Si no puede generar ganancias en esas condiciones, entonces simplemente la empresa como organización económica, no está añadiendo valor a la sociedad; y si está teniendo pérdidas, está destruyendo riqueza.
Cuando una empresa va a la quiebra, es porque como organización económica no estaba cumpliendo debidamente su función. La quiebra permite que los recursos hasta ese momento improductivos, sean reubicados hacia actividades más productivas socialmente.
La tecnología crea desempleo
Algunas personas dicen que los avances tecnológicos como por ejemplo la robótica, generan desempleo porque reemplaza a las personas trabajadoras con máquinas. Pero ello ignora el hecho que esas personas que a corto plazo quedan cesantes en la fábrica por la automatización, ahora quedan disponibles para realizar otras tareas beneficiosas para la sociedad. Verá usted, el trabajo humano es un costo de producción, no un fin en sí mismo. Porque después de todo, el motivo por el que trabajamos es para poder consumir, no el mero gusto de trabajar.
De modo que cuando avances tecnológicos permiten lograr mayor producción con menos trabajo humano, el resultado neto para la sociedad es positivo. Incluso, en el largo plazo, para aquellas personas que inicialmente quedaron cesantes.
¿O acaso debemos concluir que para mejorar la cantidad de empleo debemos abandonar las computadoras y regresar a las máquinas de escribir manuales? ¿O usar cucharitas en lugar de palas, en las obras de construcción?
La balanza comercial
Con frecuencia veo preocupación en comentaristas económicos, por nuestro déficit en la balanza comercial. Cuando aumentan las importaciones en proporción mayor al aumento de las exportaciones, ello es reportado como si fuese algo negativo para la economía.
Pero no tiene por qué serlo. La razón por la que todos trabajamos, montamos negocios, es para poder consumir, ya sea ahora o en el futuro (el ahorro no es más que consumo pospuesto). Nadie trabaja porque sí, con el único objeto de trabajar. Cuando producimos, lo hacemos para tener algo que ofrecer en el mercado y obtener a cambio aquellas otras cosas que necesitamos. Esto presupone la división del trabajo.
Pero si a alguien se le ocurriera darnos algo a cambio de nada, ¿quién estaría mal, el que dio algo a cambio de nada, o el que recibió sin tener que dar? La respuesta es obvia.
En realidad, lo usual es que la gente no dé algo a cambio de nada, por supuesto. La razón por la que el neto de la balanza comercial de ningún país es igual a cero, es precisamente la división del trabajo. Mientras unos producen bienes y los venden, otros producen servicios. Panamá es una economía que históricamente se ha basado en la producción de servicios, no de bienes. Y por tanto tenemos un “déficit” en la balanza comercial. Pero igual lo tiene Hong Kong, una de las sociedades con mayor calidad de vida del mundo, y que yo sepa, no les está haciendo daño.
La suma cero
La riqueza de unos se debe a la pobreza de otros. Así se resume la idea de que la economía es un juego de suma cero. Toda la teoría marxista se basa en esta premisa. Pero es absolutamente falsa. Cuando dos personas libres intercambian voluntariamente bienes y servicios, ello necesariamente implica que, en el margen, cada una valora más aquello que está por recibir, que aquello que está dando a cambio. De lo contrario, no estaría haciendo el intercambio de manera voluntaria.
En un sistema basado en la propiedad privada y la libertad de las personas para disponer de su propiedad, necesariamente la economía es un juego de suma positiva.
El comercio “justo”
Por lo anterior, todo comercio entendido como intercambio voluntario, es justo. Lo es porque ambas partes están actuando para beneficiarse. Obviamente, el fraude y en general toda forma de engaño rompe con la regla. Pero el hecho que una de las partes haya engañado a la otra para entrar en la transacción, es precisamente una corroboración de que, cuando las personas actúan sin coerción ni engaño, la transacción necesariamente es vista por ambas partes como beneficiosa.
Siendo así, cualquier interferencia de terceros para impedir que la transacción tenga lugar, necesariamente pone a las partes en peor situación de la que tendrían si se les dejase tranquilos. Por más bienintencionada que sea, cualquier intervención para “proteger” a una de las partes impidiéndole transar, logra precisamente el efecto opuesto, es decir, la perjudica.
La agonía de Airbus
Posted by Jaime Raúl Molina in Economía on abril 15, 2007
Los temas recurrentes del socialismo populista latinoamericano
Posted by Jaime Raúl Molina in Ciencia Política, Economía, Libertad, Sociología on marzo 15, 2007
El reciente ascenso al poder por la vía democrática, de gobiernos con discurso y ejecución claramente socialista en América Latina, es motivo de preocupación por el retroceso que implica. El afán generalizado en nuestra región, de intentar revivir muertos ideológicos, es algo que reta de manera extraordinaria mi capacidad de entendimiento. El socialismo, fracasado en todas partes donde ha sido intentado, sigue siendo convocado en sesiones espiritistas en importantes sectores de la población en nuestros países. Venezuela, Bolivia, Argentina y Nicaragua, han votado por el retroceso, y en México estuvieron el año pasado muy cerca de hacer lo mismo. Vivimos en una región en que se idealiza nada más y nada menos que a Fidel Castro, un tirano que tiene a toda la población cubana de rehén en lo que es efectivamente una isla penal.
Dado que el socialismo populista, mezcla de espíritu adolescente con mala política económica, es obviamente un fenómeno crónico y cíclico en América Latina (algo que ha inspirado a los autores Montaner, Mendoza y A. Vargas Llosa a sugerir el nombre de perfecto idiota latinoamericano al fenómeno), es importante analizar cuáles son las ideas recurrentes en la psique latinoamericana que hacen que no aprendamos con los golpes, la lección de que el socialismo no funciona.
El mito del noble salvaje
El mito del noble salvaje, un mito que tiene sus orígenes en Rousseau, es uno recurrente en la cultura política latinoamericana. La idea subyacente es que el estado natural del Hombre es el bienestar material, y que sólo debido a la incidencia de factores externos es que surge la miseria. Es la variante del mito de Edén originario que constituye el punto de partida de la ideología socialista. El socialismo añora esa época mítica en que el Hombre no tenía que trabajar, los frutos caían de los árboles directo a nuestro plato, y seguramente los animales que formaban parte de nuestra dieta se suicidaban, aliñaban y asaban ellos mismos para luego presentarse en bandeja en nuestras mesas.
Pero el mito del noble salvaje es pura insensatez. El estado natural del Hombre no es el bienestar, sino la miseria. La tradición judeocristiana sí ha entendido esto, y lo refleja en el mito de la Creación como un castigo divino (“comerás con el sudor de tu frente”). Como dijo Ortega y Gasset, y muy contrario a la idea del noble salvaje, la selva es primitiva, y todo lo primitivo es selva. No hay nada noble en el salvajismo.
Sobre el mito del noble salvaje también se asienta la idea de que todos nuestros males materiales, en suma nuestra pobreza, se debe a factores exógenos. Ya sabe usted, cuando no es el imperialismo yanqui, es el colonialismo europeo de hace quinientos años. En última instancia, el punto es que nuestra pobreza es resultado de maquinaciones malévolas orquestadas en otras latitudes, pero no tiene nada que ver con nosotros mismos.
Suma cero
Relacionado al mito del noble salvaje está la idea de que la economía es un juego de suma cero, en que la riqueza de unos requiere necesariamente la pobreza de otros. Claro que existen el robo, el fraude y otras formas de expoliación, pero éstas no generan riqueza, sólo la transfieren de unas manos a otras, y de hecho en el camino la destruyen en parte. Pero en las transacciones voluntarias entre personas libres, del cual resulta la división del trabajo, necesariamente se crea riqueza neta y ambas partes salen ganando. Si fuese de otro modo, las dos personas no estarían, voluntariamente, accediendo a la transacción.
Este principio de cooperación es lo que ha permitido la creación continua de riqueza, y su acumulación, durante miles de años. En otras palabras, el Socialismo se equivoca al asumir que la economía es un juego de suma cero.
Egalitarismo o la moral de la envidia
El egalitarismo material, la ideología que clama que todas las personas tienen derecho a disfrutar de la misma cantidad de riqueza, independientemente de esfuerzo, mérito, y hasta suerte, subyace todo discurso de la distribución de la riqueza. Es la idea de que la creación y la distribución de la riqueza son dos cosas realmente distintas, y que es injusto que unos tengan más que otros.
Pero la creación y la distribución de la riqueza de ningún modo son cosas distintas. Son la misma cosa, sencillamente porque la riqueza no se crea en el vacío ni en abstracto. La riqueza la crean personas de carne y hueso, a través de actividades que implican costos y riesgos de toda clase. Esas personas asumen esos costos y riesgos únicamente porque esperan que la operación resulte en mayor riqueza para sí mismos y su familia. Nadie asume riesgos económicos cual autómata sólo para luego, a partir de la nada, pensar qué hacer con ella.
Entonces, la idea de que tener más que otros es necesariamente inmoral, es nefasta para cualquier sociedad, porque invariablemente lleva a querer expropiar a unos que tienen más, para darlo a otros que tienen menos. Y dado que, como ya visto, la creación y la distribución de la riqueza no son actividades separadas, sino que quien crea riqueza lo hace únicamente si espera razonablemente que le va a tocar esa misma riqueza, resulta inevitablemente que cualquier política que tienda a la llamada redistribución de la riqueza creada, lo hace a costa de comprometer la creación futura de riqueza. Las políticas redistributivas promovidas por el socialismo populista son pan para hoy y hambre para mañana. Parafraseando a Ortega y Gasset, el medio que suele emplear el socialismo populista para saciar el hambre de las masas es el de saquear y destruir las panaderías.
¿Funcionará esta vez?
La respuesta es un no categórico. Cuando uno se empeña irracionalmente en luchar contra la realidad, ésta se empeña más aún en hacerlo fracasar. El sistema de propiedad privada y división voluntaria del trabajo, a través del intercambio, entre personas libres, es el único que permite el cálculo económico racional, y el único que estimula a las personas a trabajar y ser cada vez más productivos para sí mismos y su familia.
La repetición de los experimentos de nacionalización de la industria y recursos naturales, proteccionismo mercantilista de la agricultura y la industria, controles de precios y de flujos de capitales, políticas inflacionarias y la expropiación generalizada promovida por los gobiernos sociopopulistas, sólo pueden generar lo que han producido una y otra vez: miseria social, económica y cultural para nuestras sociedades. Porque la naturaleza humana sigue siendo la misma, y las ideas antihumanas continuarán siéndolo sin importar cuántas veces sean llevadas a la práctica. Los esfuerzos por lograr el nuevo hombre soviético sólo han logrado miseria e indignidad humanas.
De modo que cuando vuelva usted a escuchar el estribillo “socialismo o muerte”, tenga claro que se trata de una falsa disyuntiva. En realidad, el socialismo equivale a miseria y muerte.
La función social del sistema de precios
Posted by Jaime Raúl Molina in Economía on febrero 15, 2007