El espejismo de la Unión Europea

(Publicado en Revista Agenda, agosto de 2007)

La idea original de formar una Unión Europea como un vasto mercado integrado, es muy buena. El objetivo era eliminar las barreras al comercio y al libre flujo de capitales y de personas, existentes entre los distintos países de Europa. Esto crearía un mercado común y potenciaría el desarrollo económico de todos los europeos. Pero algo ha ocurrido en el camino, porque la actual Unión Europea pareciera estar construida sobre premisas distintas de aquella originaria, y está tomando un rumbo equivocado.

El llamado “Milagro Europeo” se debió a la atomización política, hoy revertida por la UE.

El primer desvío del objetivo original viene por el interés en crear un megaestado paneuropeo. En lugar de ser un proyecto para eliminar barreras artificiales al libre flujo de mercancías, capitales y personas, se ha convertido en un proyecto político de unificación. Los espectros de Carlomagno, Napoleón y Hitler siguen vivos en el afán de unificar políticamente toda Europa.

Pero la historia europea demuestra que es precisamente la descentralización lo que permite el desarrollo económico. En la Edad Media, Europa estaba compuesta de cientos de pequeños Estados. En ese entonces, la superioridad de las fortificaciones por sobre las técnicas de asedio militar aseguraban la independencia de pequeñas ciudades frente a las ansias de centralización de los reyes. La soberanía del Rey era más simbólica que real, y cada ciudad se organizaba de manera bastante independiente.

Fue precisamente esta soltura lo que permitió un ambiente de enorme libertad, que a su vez dio lugar a tantas innovaciones en materia científica, tecnológica, comercial y jurídica. Pequeñas ciudades-estado en Italia y Holanda, por ejemplo, así como la campiña inglesa, protagonizaron en distintas etapas el origen de aquello que luego fue llamado Capitalismo. Este fenómeno ha sido llamado el “Milagro Europeo.”

La razón es que la descentralización implica que las normas, regulaciones y políticas públicas pueden adaptarse mejor y más rápidamente a las siempre cambiantes necesidades locales de la población. Hoy día, en cambio, los políticos de Europa están enfocando la mayor parte de sus esfuerzos en revivir el proyecto de Constitución europea, con un modelo de centralización, esta vez sin tomarse la molestia de consultar a sus ciudadanos en referendos.


Burocracia y Sobrerregulación

Lo que se está construyendo en Europa es algo muy distinto a un mercado común. Es un régimen donde las regulaciones económicas están cada vez más uniformadas desde Bruselas. Y no sólo uniformadas, sino que van creciendo en número y complejidad. Las regulaciones de la Unión Europea abarcan ya más de 80 mil páginas.

Y la sobrerregulación de las actividades de los particulares nunca es buena para los negocios. Muchas veces las regulaciones, lejos de ser intentos por establecer estándares mínimos, lo que son es en realidad intentos por limitar la competencia en ciertos mercados. Al uniformar ciertos estándares, se excluye a muchos participantes actuales y potenciales. Esto se traduce en inmovilismo, estancamiento y retroceso económico.

Altos impuestos, subsidios y estatismo económico

“Armonizar” es la palabra favorita de los planificadores de la UE. Traducción: uniformar. Y en materia de impuestos la uniformación viene por la vía de torcer el brazo a los países miembros (y a otros que ni siquiera lo son) a aumentar sus tasas para uniformarlas acercándola al promedio de la UE (altísimo). Incluso se está presionando a Suiza, país que ni siquiera es miembro de la Unión Europea, a subir sus impuestos.

Por otro lado, el sector agropecuario europeo está sumamente protegido por toda una serie de fuertes subsidios y otras medidas anticompetitivas. Ello encarece todo lo que los ciudadanos europeos consumen, y además impide a países del Tercer Mundo exportar a Europa productos alimenticios. Irónicamente, entonces, aunque políticamente los europeos claman el liderazgo de la lucha contra la pobreza mundial, en la práctica son probablemente quienes más contribuyen a que dicha pobreza se perpetúe.

Y por si todo lo anterior fuese poco, muchas empresas e industrias europeas siguen siendo estatales, o reciben importantes subsidios. El caso de Airbus es ilustrativo. Es una empresa en la que varios estados europeos tienen importante participación accionaria. Aparte, se le beneficia con toda una serie de privilegios. Y todo por un afán de no dejar el liderazgo de la industria aeronáutica a la norteamericana Boeing. Es decir, se trata de un enorme gasto de los contribuyentes simplemente para satisfacer el inflado chauvinismo europeo de sus políticos.

Conclusión

Concebido como un proyecto para eliminar barreras artificiales a la división del trabajo internacional entre europeos, la Unión Europea se ha ido desviando gradualmente de dicho objetivo para dedicarse a buscar objetivos de unificación política y de chauvinismo europeo, que nada ayudan al desarrollo económico y el bienestar de sus ciudadanos. El discurso de unificación política, vocalizado principalmente por Francia y Alemania, está más inspirado en recuperar el liderato político mundial que alguna vez tuvo Europa, que en crear un mercado único. Ese eterno sueño europeo de revivir el Imperio Romano puede terminar llevando todo el proyecto de la Unión Europa al mismo destino que el de Roma: una lenta y larga decadencia.