La función social de la especulación económica

(Artículo publicado en Revista Agenda, octubre de 2007)

Cada vez que ocurre alguna crisis económica, usualmente se culpa a los especuladores de haberla causado o al menos de haberla agravado. A los especuladores se les atribuye popularmente la causa de que los precios de algunos productos (v.gr. el petróleo) suban de manera súbita, o de que haya escasez repentina de otros. Y cuando hay algún desastre natural, a los especuladores se les acusa de tratar de hacer negocios a expensas de las necesidades humanas ajenas.

Pero lo cierto es que los especuladores cumplen, con su ánimo de lucro, una función social muy necesaria. Los especuladores son una bendición para la sociedad. En este artículo explico por qué.

La información provista por los precios

Como vimos en la edición de febrero de 2007, el sistema de precios funciona para transmitir información. En un mercado libre los precios transmiten información valiosa porque cada persona que actúa en el mercado, ofertando y demandando bienes y servicios, revela sus preferencias y necesidades. Es esto lo que permite que los planes de millones de personas que ni siquiera se conocen entre sí, sean coordinados como si hubiese una mano invisible que lo hiciera.

Todo es cambiante

Una falacia prevaleciente en las mentes de muchas personas es la de la estabilidad, de precios y de las preferencias de las personas. Pero no existe tal cosa. Al contrario, el cambio constante es la regla en la vida.

Pues bien, resulta que el llamado especulador gana dinero si anticipa correctamente los cambios en el mercado, y lo pierde si sus previsiones resultan ser incorrectas. Este ánimo de lucro lo incentiva a prever cambios futuros y prepararse para ellos. Muy al contrario de la percepción popular, el llamado especulador no provoca los cambios, sino que los anticipa y con ello contribuye a que toda la economía se prepare para ajustarse.

¿Y qué hay con el acaparamiento?

El llamado acaparamiento no existe en el mundo real. Es un fantasma perseguido con intensidad como resultado de no entender cómo funciona el mercado. La idea del acaparamiento es la del comerciante que se reserva cantidades inusualmente altas de una mercancía, con el objeto de que el precio aumente y así venderlo en el futuro cercano a mayor precio. Se trata supuestamente de provocar una escasez artificial, para manipular el precio de la mercancía y así venderla posteriormente a un precio mayor.

El problema con dicho supuesto es que no ocurre jamás. La razón es doble, pero simple: en primer lugar, si un comerciante acapara una mercancía y no la vende, está perdiendo oportunidad de venta y participación de mercado frente a su competencia; en segundo lugar, cuando en una fecha futura el comerciante libere su mercancía para la venta, el precio volverá a caer, como resultado de la oferta recién aumentada.

La función social de la especulación

Lo que sí ocurre en el mundo real es algo muy distinto del escenario planteado del acaparamiento. Se da el caso de que alguien prevé que ocurrirán fenómenos de toda índole que incidirán en el precio futuro de una mercancía. Por ejemplo, es usual en Florida que cuando se aproxima un huracán, aumenten los precios de ciertas mercancías como baterías para linternas, agua embotellada, o hielo en bolsas. Algunos ven esto como un acto inhumano de aprovechamiento de las necesidades ajenas. Pero en realidad es saludable precisamente para poder satisfacer las necesidades ajenas.

Es obvio que ante un desastre natural tipo huracán Katrina, la gente comprará muchas más baterías para linternas, agua embotellada y hielo en bolsas, que en situaciones normales. Esto hará que se agoten rápidamente. De hecho, los primeros en llegar a las tiendas comprarán de más, por si acaso, lo que hará que se agoten rápidamente. El comerciante que aumenta los precios precisamente porque prevé una mayor demanda, está haciendo sin quererlo un servicio social, porque el precio aumentado forzará a las personas a racionar su uso de baterías y agua embotellada. Ahora, con el precio aumentado, usted ya no vaciará las estanterías de baterías pensando en por si acaso, sino que probablemente comprará justo las que necesita. Esto permitirá que otras personas también puedan comprar baterías, en vez de que se agoten porque usted las compró todas. De hecho, es usual que los comerciantes ordenen más hielo, agua embotellada y baterías cuando se espera un desastre natural. Y es que el ánimo de lucro contribuye a aligerar el desastre natural, precisamente porque lleva a esos comerciantes a suplir las necesidades que la comunidad tendrá de más baterías y agua embotellada.

¿Qué pasa si ante desastres naturales se prohíbe aumentar el precio de las cosas?

Ante el escenario antes ilustrado, es obvio que si se congelan los precios por decreto, en primer lugar se producirá escasez. Habrá gente que no podrá adquirir las baterías y agua embotellada, precisamente porque la ley impidió aumentar los precios para reflejar la nueva realidad de una mayor demanda. Y tampoco habrá un incentivo para los comerciantes, de aprovisionarse con más mercancía de la usual, dado que debemos recordar que siempre un mayor inventario acarrea también un mayor costo financiero y un mayor riesgo.

La llamada especulación económica cumple una función social fundamental, muy saludable y necesaria. Mejor es no interferir con ella.