La función social del sistema de precios

(Artículo publicado en Revista Agenda, febrero de 2007)

Aunque poco entendido, difamado por la ideología socialista y popularmente menospreciado, el sistema de precios del capitalismo es una gran maravilla humana. El libre mercado genera los precios de los bienes y servicios en él intercambiados, de una manera muy eficiente, y conduce a unos resultados sociales muy beneficiosos.

La información provista por los precios

Cada persona, al ofertar y demandar libremente bienes y servicios en el mercado, incide en los precios de cada uno de ellos. Es así como los precios van generándose. Estos precios a su vez proveen información valiosa a todos los participantes en el mercado. Por ejemplo, un alto precio del pan con altos márgenes de utilidad para el panadero, indica que las personas están necesitando más pan del que actualmente se está ofreciendo.

Esta información sirve a los panaderos para ampliar su producción, y también invita a que más personas decidan incursionar en el negocio de la panadería, puesto que los altos márgenes atraen la inversión. En cuestión de tiempo, habrá más pan a disposición de los consumidores.

La información que transmite el sistema de precios permite a los consumidores de un bien o servicio, racionalizar la cantidad demandada en función del precio. A mayor precio, los consumidores del bien tenderán a reducir su consumo, incluso buscarán bienes sustitutos. Por ejemplo, si aumenta mucho el precio de la carne de res, las personas comenzarán a reducir su consumo relativo de carne y a reemplazarla con pollo o pescado.

Por otro lado, el sistema de precios informa a los empresarios sobre qué deben ofertar y en qué cantidades. En el ejemplo anterior, la creciente demanda de pollo y pescado indicará a los oferentes de estos bienes que deben aumentar las cantidades disponibles, para satisfacer la creciente demanda.

Adicionalmente, indica oportunidades de negocio a los emprendedores, cuando éstos buscan desarrollar nuevas formas de satisfacer las necesidades de las personas, con nuevos bienes y servicios. Por ejemplo, el desarrollo de cámaras digitales fotográficas, que reemplazan el uso de película fotográfica.

Beneficios

Todo esto lleva a varios fenómenos muy positivos. Uno es la reducción continua de los precios relativos de muchos bienes y servicios con el transcurso del tiempo. ¿Recuerda cuánto costaba un horno microondas a inicios de la década de 1980? Costaba varios cientos de dólares. Hoy día se consiguen algunos hasta por $60. Y esto sin ajustar a la inflación.

Otro efecto positivo es la creciente variedad de cosas que podemos obtener en el mercado, y el continuo mejoramiento de la calidad. Esto es algo exclusivo del sistema capitalista. ¿Cuántos artículos que tiene usted en su hogar y usa con frecuencia, recuerda usted que fueran inventados en el bloque soviético? Absolutamente ninguno. Televisores, sistemas de sonido estéreo, hornos microondas, acondicionadores de aire, lavadoras, el Ipod, la computadora personal, los teléfonos celulares, y todo lo que usted hoy día da por hecho, nos es provisto por el sistema de libre mercado donde no se reprime el ánimo de lucro ni la formación de precios.

¿Qué pasa cuando se interfiere con el sistema de precios?

Si usted tiene un sistema de información gerencial en su empresa y de repente alguien comienza a introducirle obstáculos al sistema, ¿qué cree usted que ocurrirá? Usted como gerente comenzará a tomar decisiones basado en información distorsionada o incompleta. Dichas decisiones inevitablemente causarán pérdidas a la empresa, y en casos extremos esto puede conducir a la quiebra de la empresa.

Del mismo modo, cuando se introducen interferencias en el sistema de información de la economía, las personas comienzan a tomar decisiones basadas en información falsa, lo que trae consecuencias negativas.

Por ejemplo, digamos que el gobierno decide regular el precio de la gasolina para mantenerlo artificialmente bajo. Al nuevo precio fijado, que está por debajo del precio de mercado, los consumidores de gasolina están dispuestos a consumir más de la que está disponible en el mercado, y los oferentes de gasolina no tienen el incentivo a buscar mecanismos para aumentar la oferta, especialmente si ello implica mayores costos. El resultado será la escasez de gasolina. En los Estados Unidos se vivió esto cuando en la década de 1970 se regularon los precios para mantenerlos artificialmente bajos, durante el embargo de petróleo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Otra manera de interferir con el sistema de precios es mediante el establecimiento de subsidios. El subsidio al consumo ocurre generalmente cuando el Estado fija para un bien determinado, un precio por debajo del precio de mercado, e indemniza al vendedor con la diferencia entre el precio al consumidor y el precio que tendría el bien en el mercado si no mediase la intervención. En Panamá un ejemplo de esto lo constituye el subsidio al gas licuado para uso doméstico en el tanque de 25 libras.

Cuando el sistema de precios es intervenido por medio de subsidios al consumo, se generan varias consecuencias negativas. Por un lado, los consumidores no racionalizan debidamente su consumo del bien subsidiado.

Por otro lado, se deja de transmitir la señal de buscar bienes sustitutos. Por ejemplo, en el Siglo XX se estableció en Estados Unidos la política de subsidiar la telefonía fija a millones de hogares mediante el llamado acceso universal, por el cual el Estado indemnizaba a los distribuidores y a los operadores de líneas de transmisión por llevar la telefonía a lugares apartados donde no era rentable llevarla. Esto atrasó por décadas el desarrollo de la telefonía celular o de otros medios de telecomunicación inalámbrica, porque no existía el incentivo empresarial a desarrollar medios sustitutos. Es muy difícil competir contra algo subsidiado.

El caso extremo de interferencia en el sistema de precios lo es el sistema socialista, en que no hay propiedad privada del capital y por tanto no puede haber un sistema libre de precios (éste presupone un intercambio voluntario entre personas que son propietarias de las cosas que están intercambiando). Los resultados eran largas colas para comprar pan, pollo, leche, papel higiénico o cualquiera de las cosas más básicas que usted da por sentadas. Y no había la variedad ni la calidad a la que estamos acostumbrados en Occidente. No era en vano que mantenían prisioneros a sus ciudadanos, impidiéndoles la emigración hacia el ‘infierno’ capitalista occidental.

Conclusión

El sistema capitalista de precios es una maravilla. Aunque puede parecer contraintuitivo, el régimen de propiedad privada, en que no se trata de inhibir el ánimo de lucro de las personas, lleva al intercambio voluntario y la correspondiente división del trabajo que permite una creciente eficiencia en la satisfacción de las necesidades humanas. Y todo ello sin una planificación central hecha por un comité de sabios. Se logra simplemente con las interacciones voluntarias entre personas libres, realizadas diariamente en esa cosa llamada mercado. Me maravillo ante esto y usted también debería.

Cuando por cualquier razón se interfiere con esa maravilla para lograr fines de corto plazo, nos encontramos ante un ejemplo de esa arrogancia contra la cual nos previene el judeocristianismo, la de atribuirnos cualidades divinas como la omnisciencia. La consecuencia de ceder ante tal arrogancia la vemos en los resultados del socialismo y en las economías altamente reguladas: pura miseria humana.