La lección del DDT

(Artículo publicado en Revista Agenda, diciembre de 2006)

Hace unos dos meses la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció su decisión de volver a recomendar el uso del DDT en el interior de casas y edificios, en el combate contra la malaria.

Fue en la década de 1960 que Rachel Carson en su libro “Silent Spring” manifestó que el uso del DDT causaba cáncer y estaba afectando negativamente la reproducción de aves, y de allí comenzó la batalla que eventualmente llevó a la prohibición del DDT en casi todos los países desarrollados, y en muchos países subdesarrollados con alto riesgo de malaria se dejó de utilizar debido a la presión de los grupos ambientalistas.

¿Cuál fue la evidencia científica que respaldó la aseveración de que el DDT perjudicaba la fauna y causaba cáncer? Ninguna. Pero los medios y la tendencia a tomar como cierta cualquier cosa que sea afirmada en un libro, llevaron a la creencia ciega en la afirmación de Carson y aumentó la presión para que el DDT fuese prohibido. El resultado fue que millones de personas murieron de malaria en las décadas siguientes, habiendo podido salvarse por el uso del DDT.

Ahora que la OMS ha anunciado que volverá a promover el uso del DDT para combatir la malaria, simplemente ha revertido una nefasta decisión que jamás debió tomarse en primer lugar. No se puede poner vidas humanas en riesgo por supuestos males causados al medio ambiente.

Para tomar decisiones que afectan las vidas de seres humanos, como en el caso de la prohibición del DDT, o que dificultan el acceso de las personas a medios que mejoran su calidad de vida, no puede uno basarse en meras conjeturas.

El Principio Precautorio

Pero ante esto, el movimiento ambientalista responde con el Principio Precautorio. Dicho principio establece que aún si no existe certeza razonable sobre los posibles efectos nocivos de una determinada sustancia o actividad, ésta debe prohibirse o restringirse si existe la mera posibilidad de que ella cause tales hipotéticos efectos nocivos. En efecto, el DDT fue dejado de usar precisamente haciendo caso del Principio Precautorio, pues jamás hubo evidencia de que el DDT causase los daños al ambiente, ni el cáncer, que se le endilgaba.

Este Principio Precautorio, que ha ido siendo introducido en las legislaciones ambientales de los países desarrollados, equivale a invertir el orden lógico del sistema jurídico occidental y el principio de libertad, que consiste en que a una persona no se le puede impedir algo, a menos que ello sea estrictamente necesario para proteger derechos de terceros o de la comunidad en general que, de no mediar el impedimento, quedarían grave e irreversiblemente dañados. Con el Principio Precautorio el asunto queda al revés: para poder mover un dedo, la persona tiene que demostrar fehacientemente que su acto de mover el dedo no provocará un daño importante al medio ambiente.

Más grave aún es que si llevamos el Principio Precautorio a sus consecuencias lógicas, no podríamos hacer nada, porque la vida misma implica incertidumbre. Aprendemos por medio del método de ensayo y error. Así es como avanza la civilización. El Principio Precautorio llevado a su extremo lógico nos llevaría de vuelta a la barbarie.

Todo tiene un costo

En la vida todo tiene un costo. Lo que los economistas llaman costo de oportunidad consiste básicamente en aquello a lo que renunciamos para poder obtener lo que estamos persiguiendo. Si necesitamos construir una carretera, tendremos que cortar algunos árboles. Es imposible tener a la vez la carretera y los árboles que están donde pasará la carretera. En este caso, lo que tenemos que hacer es un cálculo de costo/beneficio y comparar la carretera con esos árboles. Si al hacer el cálculo consideramos que el beneficio neto de la carretera será mayor que el de los árboles que están en el área de la carretera, entonces cortar dichos árboles es un precio aceptable que hay que pagar.

En el caso del DDT, el proteger al medio ambiente del supuesto (no probado) daño que aquél le causaba, significó un precio demasiado alto (millones de muertes por malaria, una enfermedad que antes de la demonización del DDT, estaba en vías de ser erradicada).

Otros casos como el DDT

Situaciones similares lamentablemente están ocurriendo con otras sustancias, productos y tecnologías. Los alimentos genéticamente modificados, muy atacados por movimientos ambientalistas, permiten una mayor productividad de los cultivos. Más alimento para la gente, y sin embargo, de alguna manera eso es visto como algo malo.

Desde que el Hombre inventó la agricultura está haciendo selección artificial para lograr plantas más productivas, más resistentes a plagas y a sequías, etc. Esto no es más que modificación genética, sólo que de una manera menos sofisticada.

Conclusión

Cuando una ideología es tomada por encima de las personas, las consecuencias usualmente son fatales. El nazismo, el comunismo, el fascismo, son ideologías que han puesto al ser humano en último lugar. La raza, el proletariado, la nación, entelequias que cuando son puestas por encima del ser humano, nada bueno resulta. Igual ocurre con un mal entendido ambientalismo que pone al medio ambiente como un ente aislado y por encima del Hombre.

Debemos cuidar el medio ambiente, pero no a costa de impedir el bienestar de la gente. Esta es la lección del DDT.