Cinco mitos económicos

(Publicado en Revista Agenda, mayo de 2007)

Existen algunos conceptos muy difundidos en la cultura popular sobre cómo funciona la economía, que son equivocados. Veamos algunos de esos conceptos y por qué son falsos.

¿Son malas las quiebras?

Por contraintuitivo que parezca, las quiebras de empresas son parte importante del sistema productivo social. Cuando una empresa deja de generar ganancias para sus socios, cualquier intento por perpetuarla con la intención de mantener los puestos de trabajo, es en realidad una destrucción de riqueza que, en lugar de mantener empleos, los destruye.

La función de toda empresa es agregar valor a la sociedad, brindando a ésta bienes y servicios que las personas en la sociedad están necesitando, a precios y en condiciones tales que éstas se disponen a pagar.

Si la empresa puede operar en tales condiciones y generar ganancias, ello significa que en efecto está agregando valor neto a la sociedad. Si no puede generar ganancias en esas condiciones, entonces simplemente la empresa como organización económica, no está añadiendo valor a la sociedad; y si está teniendo pérdidas, está destruyendo riqueza.

Cuando una empresa va a la quiebra, es porque como organización económica no estaba cumpliendo debidamente su función. La quiebra permite que los recursos hasta ese momento improductivos, sean reubicados hacia actividades más productivas socialmente.

La tecnología crea desempleo

Algunas personas dicen que los avances tecnológicos como por ejemplo la robótica, generan desempleo porque reemplaza a las personas trabajadoras con máquinas. Pero ello ignora el hecho que esas personas que a corto plazo quedan cesantes en la fábrica por la automatización, ahora quedan disponibles para realizar otras tareas beneficiosas para la sociedad. Verá usted, el trabajo humano es un costo de producción, no un fin en sí mismo. Porque después de todo, el motivo por el que trabajamos es para poder consumir, no el mero gusto de trabajar.

De modo que cuando avances tecnológicos permiten lograr mayor producción con menos trabajo humano, el resultado neto para la sociedad es positivo. Incluso, en el largo plazo, para aquellas personas que inicialmente quedaron cesantes.

¿O acaso debemos concluir que para mejorar la cantidad de empleo debemos abandonar las computadoras y regresar a las máquinas de escribir manuales? ¿O usar cucharitas en lugar de palas, en las obras de construcción?

La balanza comercial

Con frecuencia veo preocupación en comentaristas económicos, por nuestro déficit en la balanza comercial. Cuando aumentan las importaciones en proporción mayor al aumento de las exportaciones, ello es reportado como si fuese algo negativo para la economía.

Pero no tiene por qué serlo. La razón por la que todos trabajamos, montamos negocios, es para poder consumir, ya sea ahora o en el futuro (el ahorro no es más que consumo pospuesto). Nadie trabaja porque sí, con el único objeto de trabajar. Cuando producimos, lo hacemos para tener algo que ofrecer en el mercado y obtener a cambio aquellas otras cosas que necesitamos. Esto presupone la división del trabajo.

Pero si a alguien se le ocurriera darnos algo a cambio de nada, ¿quién estaría mal, el que dio algo a cambio de nada, o el que recibió sin tener que dar? La respuesta es obvia.

En realidad, lo usual es que la gente no dé algo a cambio de nada, por supuesto. La razón por la que el neto de la balanza comercial de ningún país es igual a cero, es precisamente la división del trabajo. Mientras unos producen bienes y los venden, otros producen servicios. Panamá es una economía que históricamente se ha basado en la producción de servicios, no de bienes. Y por tanto tenemos un “déficit” en la balanza comercial. Pero igual lo tiene Hong Kong, una de las sociedades con mayor calidad de vida del mundo, y que yo sepa, no les está haciendo daño.

La suma cero

La riqueza de unos se debe a la pobreza de otros. Así se resume la idea de que la economía es un juego de suma cero. Toda la teoría marxista se basa en esta premisa. Pero es absolutamente falsa. Cuando dos personas libres intercambian voluntariamente bienes y servicios, ello necesariamente implica que, en el margen, cada una valora más aquello que está por recibir, que aquello que está dando a cambio. De lo contrario, no estaría haciendo el intercambio de manera voluntaria.

En un sistema basado en la propiedad privada y la libertad de las personas para disponer de su propiedad, necesariamente la economía es un juego de suma positiva.

El comercio “justo”

Por lo anterior, todo comercio entendido como intercambio voluntario, es justo. Lo es porque ambas partes están actuando para beneficiarse. Obviamente, el fraude y en general toda forma de engaño rompe con la regla. Pero el hecho que una de las partes haya engañado a la otra para entrar en la transacción, es precisamente una corroboración de que, cuando las personas actúan sin coerción ni engaño, la transacción necesariamente es vista por ambas partes como beneficiosa.

Siendo así, cualquier interferencia de terceros para impedir que la transacción tenga lugar, necesariamente pone a las partes en peor situación de la que tendrían si se les dejase tranquilos. Por más bienintencionada que sea, cualquier intervención para “proteger” a una de las partes impidiéndole transar, logra precisamente el efecto opuesto, es decir, la perjudica.