Nuestro miedo a competir

(Artículo publicado en Revista Agenda, diciembre de 2009)

En Panamá existe una serie de barreras artificiales creadas por leyes, que hacen extremadamente difícil el trabajo de extranjeros altamente calificados en empresas en el país. Esto, en lugar de favorecer a los trabajadores panameños como es la intención, resulta en una disminuida competitividad de las empresas panameñas en un mundo globalizado.

Equivocado concepto económico

Es una política laboral basada en una concepción equivocada que ve las fuentes de trabajo como un pastel de tamaño fijo, y que mientras menos personas haya para compartir el pastel, mayores serán las porciones que corresponderán a cada uno. En un mundo globalizado, es la especialización en las ventajas comparativas lo que hace más competitivas a las empresas y a los actores económicos.

Pero esto requiere, a su vez, poder emplear la tecnología, personal y recursos más aptos y necesitados en cada una de las etapas en la cadena de valor. Así como una empresa no puede ser competitiva si los oficinistas carecen de computadoras o del software más apropiado, y en su lugar deben trabajar con archivos manuales, máquinas de escribir de las antiguas, tarjetas físicas para los archivos, etc., pues del mismo modo la empresa no puede ser competitiva en el mundo globalizado si no puede contratar a los más capacitados en las respectivas áreas. Esto, necesariamente, requiere poder contratar extranjeros, pues como los Yankees de Nueva York han entendido (así como todos los equipos de béisbol de las Grandes Ligas), los mejores algunas veces son extranjeros.

Pero, ¿y qué con la protección al trabajo del panameño?

El argumento más comúnmente esgrimido en defensa del proteccionismo profesional es que si se permite que usted contrate, por ejemplo, a un arquitecto extranjero, hay un arquitecto panameño que está dejando de percibir dinero por consecuencia de vuestra elección. Pero esto es falso. Es una manifestación de la falacia de ver sólo aquello que se perdió, y dejar de ver aquello que dejó de percibirse para evitar esa pérdida. Es similar a quien, evaluando una posible inversión en maquinaria, sólo piensa en lo que cuesta la máquina, sin tomar en cuenta el aumento de productividad que la máquina puede traer. Dado que nada es gratis, si todos los empresarios pensaran de ese modo, jamás nadie invertiría en mejorar la tecnología de producción, pues evidentemente siempre hay un costo asociado.

Hemos tenido ya en Panamá experiencias en que se permitió ampliamente la contratación de extranjeros en una actividad económica específica. El mejor ejemplo lo constituye una actividad que, cuando se abrió la puerta para que se contratara a extranjeros, muchos sonaron la voz de alarma, igual que la suenan hoy, en sentido de que los extranjeros desplazarían a los panameños y los pocos de éstos que quedasen contratados lo serían en condiciones peores que las anteriores a la apertura. Esa actividad económica es la banca.

Y ocurrió todo lo contrario a lo presagiado. Nació el centro bancario internacional, ya que todos los bancos extranjeros que vinieron se hubiesen abstenido de hacerlo si se les hubiese forzado a contratar sólo panameños. En ese entonces, los bancos internacionales que se establecieron lo hicieron en gran parte con personal extranjero, pero también contrataron a muchos panameños. Hoy día, sin embargo, más del 90% del personal que trabaja en los bancos internacionales que tienen presencia en Panamá, son panameños, y para nadie es un secreto que éste es el sector económico donde están los mejores salarios, en promedio, de todo el país.

Lo mismo puede ocurrir con muchas otras actividades económicas. Si se permite que cualquier empresa, nacional o extranjera, contrate libremente a quien considera el indicado, independientemente de su nacionalidad, comenzarán a venir más empresas que hasta ahora se han abstenido de hacerlo por razón de esta absurda restricción.

No queremos lo mejor

El trabajo de profesionales extranjeros en Panamá es altamente restringido. En primer lugar, un enorme número de actividades profesionales requiere ser nacional panameño para su ejercicio, como lo son la Abogacía y la Medicina. El absurdo llega al punto que, si algún laureado con el Premio Nobel de Física quisiese venir a Panamá a residir y dedicarse a ser profesor en la Universidad de Panamá, no podría hacerlo. Y es que para ser profesor en dicho centro de estudios, hay que ser nacional panameño. Esto es un tiro en el propio pie, pues en tanto los norteamericanos construyeron la bomba atómica con científicos europeos que huían de las tiranías nazi, fascista y comunista, aquí pretendemos que no hay nada en el mundo que algún extranjero conozca mejor que un panameño. Renunciamos así a beneficiarnos directamente de los mejores cerebros del mundo en sus respectivas disciplinas.

Nótese que uso mucho a los Estados Unidos de América para comparación. La razón es sencilla: ese país ha conquistado el mundo económico, científico y militar, precisamente porque no tiene políticas basadas en el chovinismo profesional. Buscan atraer a los mejores de todas partes, y por eso han triunfado sobre el resto del mundo. En tanto que Hitler expulsaba a todo el que no fuera de su soñada raza pura, los americanos recibían con brazos abiertos a los mejores cerebros europeos que huían de la persecución racista nazi. Sobre cuál de estas dos políticas es más efectiva a largo plazo, basta ver cuál de estos países resultó vencedor.

Código de Trabajo

Aparte de las prohibiciones para ejercer ciertas profesiones a quienes no sean nacionales panameños, las actividades no prohibidas en principio, en la práctica están severamente restringidas por el Código de Trabajo y otras leyes. El Código de Trabajo permite que una empresa contrate a personal especializado extranjero. No obstante, establece una larga lista de requisitos para poder hacerlo, y los trámites burocráticos para lograr el permiso de trabajo respectivo terminan rematando el asunto.

La restricción básica consiste en que en una empresa, los trabajadores extranjeros no pueden constituir más del 10% de su planilla, tanto en conteo de cabezas (cantidad de personas), como en salarios. Esto último es lo más absurdo de la restricción, pues es evidente que el interés de traer extranjeros se concentra en posiciones que requieren altas calificaciones y competencias laborales, lo que a su vez implica que son posiciones con altos salarios. El exigir que los salarios de los trabajadores extranjeros no sobrepase el 10% del total de salarios en la empresa, hace que en la práctica el porcentaje de trabajadores extranjeros que legalmente pueden trabajar en la empresa sea notablemente menor.

Conclusión

Panamá pretende ser un país de primer mundo en materia de comercio y de servicios. En muchos aspectos, lo es. Pero no podrá serlo de manera íntegra hasta que eliminemos las restricciones laborales que impiden a las empresas establecidas en nuestro país desarrollar verdaderamente su potencial. El mundo globalizado requiere dejar los miedos a competir, y esto incluye el mercado laboral.

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Versión en inglés publicada en: