El engaño del etanol

(Artículo publicado en Revista Agenda, abril de 2008)

En atención al impresionante alza del petróleo durante toda esta década, gobiernos de distintos países han concebido estimular alternativas de combustibles para vehículos automotor, con la idea de reducir la dependencia del petróleo. Para reemplazar la gasolina, se sugiere el uso del etanol (alcohol etílico), extraído de caña de los tallos de plantas como la de maíz, o la caña de azúcar (En el caso del maíz no sólo se utiliza la planta, sino el grano mismo también). No sería para reemplazar totalmente la gasolina, pero sí con la supuesta idea de aminorar la dependencia de ésta. En los Estados Unidos hay varios estados donde se está mandando por ley la mezcla de la gasolina como combustible automotor, con cierto porcentaje de etanol.

El problema es que este plan, como suele suceder, tiene ciertos efectos secundarios. Y aquí los efectos secundarios son tales que convierten a la cura en algo peor que la enfermedad.

Alimentos caros

En primer lugar, los cultivos orientados a producir etanol, compiten por la tierra con la producción de alimentos. Como dos y dos siguen siendo cuatro, al aumentarse la demanda de tierra para cultivos para etanol, se aumenta el precio de la tierra, un insumo fundamental para la producción de alimentos como el maíz, arroz, azúcar, y demás alimentos agrícolas. En México se ha visto este fenómeno en lo que se ha llamado las protestas de las tortillas. La mexicana es una población que desde hace siglos basa su alimentación en el maíz, y con alzas de precios en dicho alimento de hasta 30%, es lógico que la gente no está contenta.

¿Eficiencia energética? Piénselo de nuevo

En la producción de etanol se requieren tractores y maquinaria de cultivo y cosecha. Esos tractores y maquinaria requieren energía. Además, a diferencia del petróleo y sus derivados, que pueden transportarse por oleoductos, el etanol no puede transportarse efectivamente por tuberías a grandes distancias. Es decir, para su transporte por tierra se requiere de camiones cisternas, que para propulsión requieren diesel.

Esto se traduce en que la ganancia en términos energéticos es muy poca, si es que la hay (algo que está lejos de ser seguro). Es decir, la energía neta aprovechable, resultante de sustraer la energía consumida en el proceso de producción del etanol, de la energía bruta aprovechable del etanol producido, es muy poca.

¿Reducción de emisiones de carbono? Ni lo sueñe

La idea de que la utilización de etanol como combustible reduce las emisiones de carbono a la atmósfera, se basan en el supuesto de que las emisiones de carbono producidas por la quema del etanol se compensan con el carbono absorbido por la planta respectiva durante su crecimiento.

Pero según diversos estudios recientes, la cosa no es tan sencilla. Aparte del hecho que la producción y consumo de etanol requiere procesos de refinación y transporte del combustible, procesos ambos que añaden emisiones netas de carbono, ocurre otro fenómeno que los optimistas están ignorando: los incentivos a la producción de etanol generan incentivos también para dedicar nuevas tierras al cultivo de las plantas necesarias para la materia orgánica con la que se produce el etanol. Pero esas tierras ya tenían pastos y monte silvestre que estaba absorbiendo CO2. El utilizar ahora esas tierras para producir etanol no produce nuevas absorciones de CO2, y en cambio mediante la quema del etanol producido sí se envía a la atmósfera CO2 que antes se quedaba en la planta silvestre.

Según Joseph Fargione, coautor de un estudio reciente sobre este tema, y científico de la ONG ambientalista The Nature Conservancy, esta afectación de tierra silvestre para cultivo de plantas para producción de etanol, genera emisiones equivalentes a 93 veces la reducción de emisiones (de carbono) resultantes de la sustitución de gasolina por etanol en nuestros motores.

Más daños ambientales

La historia de terror no termina allí. Si se toma en cuenta la acidificación de los suelos, el incremento en el uso de fertilizantes, la pérdida de biodiversidad y la toxicidad de los pesticidas de uso agrícola, que serían generados por los cultivos para etanol, entonces el impacto ambiental neto del uso del etanol como combustible bien podría ser peor que el generado por el uso de la gasolina.

Interfiriendo con el mercado

Desde el punto de vista puramente económico, es obvio que el pasar leyes forzando a la gente a consumir un tipo específico de producto en el mercado, en detrimento de otros, siempre trae ineficiencias y destrucción neta de riqueza. Lo risible en el caso de las políticas pro-etanol es que se supone que están orientadas precisamente a generar ahorros a la economía, por razón de que el petróleo está caro.

Pero en el sistema de libre mercado, si un producto como el petróleo está excesivamente caro respecto de otros sustitutivos como el etanol, de tal manera que resulte rentable producir etanol y venderlo más barato para producir energía, entonces, ¿por qué se requiere que el Estado intervenga y por ley fuerce a las personas a consumir el etanol en lugar de la gasolina?

Digo, a usted nadie tiene que forzarlo por ley a comprar su ropa o su comida en el lugar más barato. Usted solito entiende y decide no pagar $20 por algo que puede obtener por $10. Esto es simple sentido común.

Por esto, desde el preciso momento que se requiere la intervención del Estado, ya sea para subsidiar el uso del etanol, o para forzar a los consumidores a usarlo (como, por ejemplo, mediante leyes que obliguen a mezclar la gasolina con 10% u otro porcentaje definido de etanol), automáticamente ello significa que, después de todo, no hay tal ahorro de riqueza. Más bien lo contrario. Y si aparte de combustible más caro, encima tenemos que aguantar alimentos más caros, la cosa ya no sólo es antieconómica sino que comienza a volverse antihumana también, para rematar.

Conclusión: políticas mal enfocadas

La Organización para la Cooperación y Desarrollo (OCDE), ha emitido un informe reciente en que advierte estos y otros problemas de las políticas promotoras de etanol como combustible automotor, y termina recomendando contra dichas políticas. Dos estudios recientes de científicos de la Universidad de Princeton apuntan en la misma línea.

En resumidas cuentas, el etanol no abarata el costo del combustible; encarece los alimentos para la gente; no reduce las emisiones de carbono; tiene un impacto ambiental neto probablemente peor que la quema de gasolina como combustible automotor. Entonces, ¿dónde está el beneficio? Si con todo esto usted aún le ve algún beneficio real al uso del etanol en reemplazo de la gasolina como combustible automotor, por favor escríbame y dígame cuál es, porque yo no veo dichos supuestos beneficios por ningún lado.

El etanol pinta ser, como tantos otros antes, una cura más dañina que la enfermedad misma. Mejor dejar al mercado funcionar.