Titulemos la tierra

(Artículo publicado en Revista Agenda, diciembre de 2008)

Existe en Panamá una situción muy común en América Latina y el resto del Tercer Mundo: la propiedad privada sobre la tierra tiene una protección legal precaria, a lo sumo. El tema de este artículo se refiere específicamente a la tierra que no tiene título de propiedad, y que constituye 2/3 partes de toda la tierra en este país.

Lo que es peor, muchísima gente tiene un pedazo de tierra que su familia ocupa desde hace generaciones, y la tesis de algunos representantes del Estado es que toda finca sin título de propiedad, realmente pertenece al Estado. Imagínese usted, su familia ha ocupado una finca desde los tiempos de su abuelo, y ahora viene un funcionario y le dice que salga porque el Estado acaba de vender esa tierra a unos desarrolladores que piensan construir un hotel o algún otro proyecto.

Eso sólo tiene un nombre y es confiscación.

La propiedad no es lo mismo que el título

Cuando usted solicita la titulación de un pedazo de tierra sobre el que tiene los llamados derechos posesorios, el Estado, como viene haciéndolo desde hace años, le vende a usted la tierra (si es que decide hacerlo, y luego de años de trámite). Sostienen las autoridades encargadas de estos temas, que los derechos posesorios no implican propiedad de la tierra, y alegan la disposición constitucional que señala que contra bienes del Estado no se puede adquirir la propiedad por prescripción. Y es cierto que existe dicha disposición constitucional. Donde equivoca completamente la tesis oficial es en partir de la premisa de que un pedazo de tierra pertenece al Estado, por el mero hecho de que no existe título de propiedad sobre él. Premisa equivocada.

Dicha tesis es completamente contraria a la tradición jurídica de Occidente, que se alimenta del derecho romano. La propiedad privada es una realidad económica por la que una persona posee con ánimo de dueño una cosa. El título de propiedad, por tanto, constituye el reconocimiento jurídico a una realidad económica preexistente. ¿O es que acaso, si usted no tiene un papel que diga que la camisa que usted lleva puesta en este momento, quiere ello decir que no es suya y por tanto pertenece al Estado? Absurdo, ¿verdad? Pues es lo mismo que pretenden desde hace años las autoridades encargadas de estos temas en nuestro país, con distintos gobiernos.

La tesis oficial no explica cómo adquirió el Estado esas tierras. Y no puede explicarlo porque no hay explicación lógica. Es como el hombre de negocios que vive en uno de los asteroides que visita El Principito en su viaje a la Tierra, que dice ser millonario porque es dueño de todas las estrellas del firmamento, algo que a El Principito le pareció absurdo de inmediato, por cuanto uno no puede poseer las estrellas, y hablar de propiedad sobre algo que uno no posee ni tiene control, es absurdo.

Desde época de los romanos, la propiedad ha sido concebida como la conjugación de dos factores esenciales, que son por un lado la posesión, y por el otro el ánimo de dueño. Si falta alguno cualquiera de esos dos elementos, no hay propiedad. La tesis oficial pretende que el Estado es dueño de tierras que jamás ha poseído, trabajado, ocupado, ni nada parecido. En cambio, el santeño o el chiricano ése que está sobre su pedazo de tierra que ha pertenecido a su familia por generaciones, sí la posee efectivamente, y además, lo hace con ánimo de dueño. Si no me cree, vaya y trate usted de sacarlo de su tierra. O mejor dicho, no se le ocurra hacerlo, porque lo van a recibir con machetazos o escopetazos.

Queda claro entonces que la tesis oficial es infundada.

El comunismo fracasa siempre

El comunismo de la tierra ha fracasado espectacularmente siempre que ha sido intentado. La propiedad es individual o no es. Las hambrunas repetidas en la Unión Soviética por la colectivización de la tierra, la destrucción de la capacidad productiva agrícola cubana, el desastre de las hambrunas en África por la misma razón, son todos ejemplos de cómo causar hambre y miseria en la gente, por los afanes ideológicos comunistas. Las sociedades de propietarios, allí donde cada persona es dueña de su tierra, son las sociedades que han prosperado. Roma surgió y prosperó precisamente como sociedad de pequeños propietarios, y la República como sistema político se construye sobre la base de ciudadanos propietarios, no proletarios.

En tiempos modernos, uno de los factores determinantes en el surgimiento de los Estados Unidos de América como potencia económica fue precisamente el reconocimiento de la propiedad privada sobre la tierra. El “sueño americano” era precisamente la promesa de que uno podía ser dueño de su propio pedazo de tierra. Argentina entró al Siglo XX siendo la 4ta. Economía más grande del mundo, mayor aún que Francia, y adivine usted qué tenía en común con los Estados Unidos. Sí, adivinó, Argentina tenía entonces una política similar de atraer inmigrantes y reconocimiento de propiedad privada sobre la tierra. Argentina, con todos sus problemas, sigue siendo uno de los países más productivos del mundo en materia de alimentos. China, cuando era de verdad comunista, era miserable. A fines de 1970, desde que permitió la propiedad privada de la tierra (además de otros cambios introducidos que la han ido alejando del comunismo), la producción agrícola se ha potenciado enormemente.

Difícilmente encontrará usted un pobre con título de propiedad sobre su tierra. La propiedad es fuente de riqueza y abundancia. El comunismo de la tierra sólo genera dependencia de la gente y perpetúa su miseria. El comunismo de la tierra es además incompatible con la cultura y tradiciones de nuestro país. El rotundo fracaso de los asentamientos campesinos, y la rampante miseria de las comarcas, así lo atestiguan.

Titulación masiva de la tierra: tarea para el próximo gobierno

El próximo gobierno debe acabar de una vez por todas con la precariedad de la propiedad privada sobre la tierra. Desde la década de 1960, con el Código Agrario, se está tratando supuestamente de titular todo el país y reconocer la propiedad a quienes son sus legítimos dueños. Al ritmo que vamos, a ver si con suerte terminamos antes del próximo milenio. Lo que se necesita es un proceso ultrasimplificado por el cual las personas puedan titular su tierra sin necesidad de abogados, ni papeleos costosos.

Actualmente el Programa Nacional de Administración de Tierras (PRONAT) lleva a cabo la tarea, pero a un ritmo de nunca acabar. Lo digo con el mayor de los respetos hacia los señores de PRONAT, porque la lentitud no se debe al PRONAT mismo, sino a que no se le ha provisto a dicha institución con los recursos adecuados. Peor aún, jamás ha existido el compromiso político genuino, de parte de ningún gobierno, de titular todo el país de una vez por todas. De haber existido, ya se habría resuelto este problema.

Exijámosle entonces a todos los candidatos a Presidente, que se comprometan a reconocer de una vez por todas la propiedad privada de la gente sobre su tierra, y a acabar con la pretensión de que todo lo que no está titulado pertenece por omisión al Estado.