Minería verde

(Artículo publicado en Revista Agenda, agosto de 2009)

La minería tiene históricamente un prontuario que hace que las personas la asocien casi de forma automática con degradación ambiental severa. Esta percepción tiene sustento en la realidad, ya que existen serios peligros relacionados con la minería en general. No obstante, la creciente conciencia ambiental de hace décadas, especialmente en países desarrollados y con altos estándares de control ambiental, han ido forzando el mejoramiento continuo de los métodos de extracción y de los mecanismos de mitigación para minimizar el impacto ambiental de la explotación minera.

Hace poco una amiga me decía que era necesario prohibir la explotación minera de metales (oro, plata, cobre, hierro, etc.), ya que este tipo de explotación genera mucho impacto ambiental negativo. Acto seguido, le pregunté a esta persona si estaría de acuerdo en que dicha prohibición fuera general y absoluta. Me dijo que sí, a lo que inmediatamente le dije que entonces debía quitarse todas las prendas de plata, oro y fantasía que llevaba encima. Además, le dije, debía renunciar a usar o a beneficiarse de cualquier modo de la electricidad, imposible sin el cobre u otros metales conductores, y a renunciar para siempre al transporte mediante vehículos automotores. En fin, si vas a oponerte de modo absoluto, más vale que seas consistente y no uses metales en modalidad alguna.

Por supuesto, mi amiga no está dispuesta a hacer eso. Ni lo está la enorme mayoría de las personas que vivimos en la sociedad moderna y queremos continuar disfrutando sus beneficios. Lo que sí queremos y debemos cuidar, es que la minería se dé en formas que minimicen cualquier impacto ambiental negativo, y que por tanto genere más beneficios que perjuicios sociales y ambientales. ¿Es ello posible?

¡Claro que sí! Canadá y Estados Unidos, dos países con altísimos estándares de control ambiental, siguen siendo países con mucha minería. Canadá es uno de los países donde más oro se produce, y también es un importante productor y exportador de diamantes. En estos países las regulaciones ambientales aplicables a la minería, tanto metálica como no metálica, es rigurosa, mucho más rigurosa que en nuestro país.

Por ejemplo, debe exigirse a toda compañía que va a explotar un yacimiento, que establezca los controles necesarios para evitar que los químicos peligrosos para la vida y salud humana, animal y vegetal, se filtre a las corrientes subterráneas y termine perjudicando a las poblaciones cercanas y la economía local. Entre las exigencias en este sentido, debe estar la contratación de pólizas de seguro de responsabilidad civil, que expresamente contemplen los siniestros relacionados con descargas accidentales de sustancias químicas y demás peligros ambientales asociados a la actividad. Las pólizas de seguro deben ser suficientes tanto en cobertura de riesgos, como en los montos cubiertos, en atención al tipo de explotación minera de que se trate, así como a la magnitud de la inversión y de la explotación.

Por último, al finalizar la explotación mineral, debe exigirse a la compañía minera la rehabilitación de toda el área afectada, especialmente si se trata de explotación a cielo abierto, la cual aunque es la más eficiente manera de hacer minería, también destruye paisajes y deja unos muy feos huecos desbrozados de tierra. La obligación debe consistir en remover tierra para rellenar los fosos y luego reforestar sobre dicha superficie. Esta obligación debe ser garantizada mediante una fianza suficiente, de tal manera que si la compañía incumple, el Estado se cobra la fianza y con esos dineros contrata la rehabilitación del lugar. Así se evita el tener que andar tras una compañía que ya terminó su explotación y a la que por tanto pudiera no interesarle cumplir con la obligación de rehabilitar el lugar, pues si incumple, será la aseguradora emisora de la fianza quien pagará. Entonces la propia compañía aseguradora velará por el cumplimiento de esta exigencia.

Con estos mecanismos se logra controlar, que no eliminar del todo (algo imposible de hacer), las llamadas externalidades negativas propias de la actividad minera. Se asegura que los beneficios que genere la explotación de un yacimiento mineral, no será a expensas del medio ambiente ni de la economía agrícola y ganadera de la región, ni perjudicará a las poblaciones humanas aledañas.

Nada de lo antes mencionado es imaginación. Todo esto, y más, existe desde hace décadas como parte de las regulaciones para la minería en países desarrollados como los Estados Unidos, Canadá y países europeos. Y ha existido por suficiente tiempo, de modo que ya se ha dado los casos de explotaciones concluidas que han sido rehabilidadas con éxito. Si esto puede hacerse en otros países, bien puede aplicarse en Panamá.