Banca y riesgo sistémico

(Artículo publicado en Revista Agenda, octubre de 2009)

Ante la crisis financiera económica global que vivimos, el sistema bancario y financiero de Panamá ha evitado hasta ahora los colapsos bancarios, financieros y de gigantes del sector industrial o comercial, que han afectado a otros países. En toda nuestra historia como República soberana, hemos estado libres de corridas masivas y de sistémicas bancarias y financieras. Esta relativa solidez de nuestro sistema bancario se debe entre otras cosas a la ausencia en Panamá de Banco Central, de un prestamista de última instancia, y de un seguro de depósitos.

Riesgo sistémico y riesgo moral

Los economistas llaman riesgo sistémico a la posibilidad de que todo el mercado se contraiga o colapse a la vez. Este riesgo no puede ser mitigado mediante la diversificación de cartera, porque su propia esencia es la contingencia de que el mercado en general, y no sólo un sector específico de la economía, sufra una severa contracción.

El riesgo sistémico siempre existirá, pero puede agravarse por ciertas conductas humanas en la actividad financiera y empresarial en general. Esto puede ocurrir con lo que los economistas llaman riesgo moral.

El riesgo moral se da en toda situación en que una persona esté en posición material de aumentar sus beneficios, trasladando a otros los costos incurridos. Cuando se da una situación de éstas y las personas actúan de dicha manera, el resultado es una destrucción neta de riqueza. Un ejemplo simple es la disposición de deshechos tóxicos en un río, que genera a los demás un perjuicio muy mayor al beneficio que recibe quien así dispone irresponsablemente de los deshechos. Allí donde hay externalidad económica negativa, hay riesgo moral.

Prestamista de Última Instancia

Bien, aterricemos: ¿qué tiene esto que ver con las crisis bancarias? Existen esquemas de regulación bancaria diseñados con el fin de reducir riesgo moral, pero que en realidad resultan en un aumento de éste. Una de ellas lo es el establecimiento de lo que se conoce como el Prestamista de Última Instancia (‘Lender of Last Resort’), que consiste en una institución cuya función es supuestamente la de ofrecer liquidez a bancos en situación de iliquidez considerada como temporal.

El razonamiento detrás del establecimiento de un ente que cumpla dicho rol de Prestamista de Última Instancia, es que una situación de iliquidez de algunos bancos podría causar una huída o corrida sobre dichos bancos que, a su vez, podría provocar un pánico generalizado entre los depositantes, que los conduciría a retirar masivamente sus depósitos bancarios. Esto, en un sistema de banca de reserva fraccional (recuerde que el banquero no ‘guarda’ vuestro dinero, sino que lo presta a plazos para obtener un retorno), puede hacer que la situación de iliquidez se convierta en una insolvencia generalizada de los bancos, con un consecuente colapso de todo el sistema de crédito, crucial para una economía moderna. El papel de Prestamista de Última Instancia está concebido para evitar este escenario.

Sin embargo, en la vida real la existencia de un Prestamista de Última Instancia, contrario a su perseguido fin de reducir el riesgo sistémico, en realidad resulta en un aumento de éste. Para entender por qué, es menester visualizar cómo opera un sistema bancario en el que no hay Banco Central ni por tanto Prestamista de Última Instancia.

Banca Libre

Un sistema de banca libre o ‘free banking’ es uno en que no hay banca central, los bancos compiten entre sí y hasta pueden emitir sus propios billetes de banco que circulan en calidad de papel moneda, y no hay prestamista de última instancia. En dicho sistema, los bancos no tienen una red de seguridad. Si prestan demasiado y no mantienen adecuadas reservas de liquidez para hacer frente a las demandas efectivo de sus depositantes, pueden caer en el temido estado de iliquidez que los obligue a financiarse a tasas más altas para poder cumplir sus obligaciones. Esto, en el mejor de los casos, reduce notablemente las utilidades del banco, y en el peor, puede llevarlo a la insolvencia y a la quiebra.

El banquero privado en dicho sistema, entonces, tiene un fuerte incentivo a actuar con suma prudencia tanto en sus reservas líquidas, como en cuanto a los riesgos crediticios que asume en los préstamos que otorga. Si yerra y comienzar a tener que financiarse con otros bancos para poder cumplir sus obligaciones frente a sus depositantes, la mera noticia en el mercado puede crear desconfianza en los depositantes y éstos irán a retirar sus dineros depositados en dicho banco, creando una posible huída bancaria que lo llevaría a la insolvencia y consecuente quiebra.

La ilusión de seguridad conduce a la asunción de cada vez mayores riesgos

Pero cuando se instaura un Prestamista de Última Instancia, se traslada el riesgo a un ente público (el Banco Central). Se crea la falsa sensación de que los depósitos bancarios están más seguros porque el Gobierno no dejará jamás quebrar al Banco Central (quien asume así, en última instancia, los riesgos crediticios de todo el sistema). El banquero ahora no tiene tan fuerte incentivo a ser conservador en el otorgamiento de créditos, pues confía en que de llegar a surgir un problema de iliquidez, el Banco Central saldrá en su ayuda inmediata, para proteger al sistema bancario. El depositante, por razones similares (aunado a la existencia de un seguro de depósitos, también respaldado por el Estado, que le garantiza que en caso de quiebra del banco en que mantiene sus depósitos, éstos le serán reembolsados hasta un monto máximo predeterminado), ya no tiene tanto incentivo a monitorear la solidez del banco en que mantiene sus depósitos.

Tanto el banquero como el depositante han así trasladado el riesgo de iliquidez, insolvencia y quiebra por riesgos crediticios, a un tercero que es el Banco Central, es decir, al Estado. Pero el Estado en realidad no tiene bolsillos propios, no genera riqueza, sólo la que recauda de sus ciudadanos. Así, al trasladar el riesgo crediticio de todos los bancos en el sistema al Estado, estamos creando la ilusión de reducción de riesgo, cuando en realidad lo hemos aumentado por razón del ahora aumentado riesgo moral, antes aludido. Como dijo Herbert Spencer, el resultado de blindar a las personas de los efectos de sus propias tonterías, es que el mundo se llena de tontos.

Conclusión: Panamá debe mantener su modelo

Panamá, afortunadamente, no tiene un Banco Central. Panamá ha estado exento en toda su historia republicana, de los episodios de colapsos financieros, hiperinflación y huídas bancarias a las que han estado expuestos prácticamente todos los demás países de América Latina, y muchos países de otras latitudes. Entre las principales razones (aunque se trata de algo multifactorial), está que no tenemos un Prestamista de Última Instancia, ni seguro de depósitos, ni Banco Central. Mantengámoslo así y no tratemos de arreglar lo que no está roto.