(Taxi) no voy


(Artículo publicado en Revista Agenda, agosto de 2011)

La calidad del servicio de taxis en Panamá es deficiente.  La explicación a gran parte del por qué de las muchas deficiencias, está en que se trata de un servicio altamente regulado.  Una buena dosis de libre mercado permitiría mejorar el servicio de manera notable.

Cupos: restricción de la oferta

El servicio de taxis tiene una serie de camisas de fuerza con los que lidiar, desde los cupos hasta la tarifa (regulación de precios).  El sistema de cupos es una restricción artificial de la oferta.  En lugar de permitir que el mercado funcione, ajustando la oferta para satisfacer la demanda, el sistema de cupos impide dicho ajuste natural.  La restricción artificial de la oferta genera escasez.  Es por esto que usted no puede conseguir un taxi que lo lleve a destino, a ciertas horas que son precisamente cuando más lo necesita.

Tarifa = regulación de precios = escasez

La tarifa oficial para el servicio de taxis, en la ciudad de Panamá, es un resabio de la época en que se consideraba que el Estado debía regular los precios de los bienes y servicios que el consumidor necesita.  La tarifa vigente, además, es anacrónica, pues data de la década de 1990, cuando la gasolina oscilaba entre $1.50 y $1.80 por galón.  El creciente precio de la gasolina, que es el principal costo operativo para un taxi, ha ido cerrando el margen de ganancias para el taxista.

La combinación de los factores antes mencionados, genera efectos nocivos, que son la queja de los ciudadanos a diario.  Principalmente el “no voy”, pero además otros como el manejo desordenado (la tarifa irrealista constituye un incentivo a que los taxistas busquen métodos para mantener algún margen de ganancia.  El juega vivo y el manejo desordenado, son algunos de esos métodos.)

Tarifa inflexible

La tarifa se basa en zonas, y artificialmente trata de equiparar carreras muy disímiles. Pero evidentemente, dentro de una misma zona hay unas áreas más embotelladas que otras. En libre mercado, el taxista y el usuario podrían negociar la remuneración que aplicará a la carrera en particular. Pero al no tener el taxista la flexibilidad para negociar la tarifa, su única opción es negarse a aquellas carreras en que la tarifa no le cubre ni la gasolina, o que le representarán un costo de oportunidad.

Ejemplo: usted es taxista, y se encuentra por la Calle 50 a las 5 de la tarde un día de semana.  Un transeúnte le pide que lo lleve a El Dorado.  Según la tarifa, es $1.50 por dicha carrera.  A esa hora la carrera le tomará no menos de media hora.  En media hora, con el motor encendido, usted estará consumiendo bastante combustible.  Al final, el dólar con cincuenta no le cubre la gasolina que consumirá, ni qué decir del costo de oportunidad.  En cambio, si usted dice “no voy” al ciudadano, más adelante se encontrará con alguien que va a otro punto allende la misma Calle 50.  Resultado: usted ahora sí toma la carrera, porque en vez de media hora, en diez minutos la habrá terminado y habrá cobrado $1.25.  Veinticinco centavos menos en ingresos, pero mucho menos gasolina y tiempo consumidos.  La primera carrera no era rentable, la segunda sí lo es.  He allí el por qué del “no voy”.  Nadie se mete a un negocio para perder dinero ni tiempo.  Mientras uno insista en que el taxista haga eso, seguirá escuchando “no voy”.

La solución

El sistema de cupos debe ser reemplazado por uno de licencias, en que se establece una serie de requisitos objetivos y razonables, para garantizar un mínimo de fines (seguridad y responsabilidad en los daños a terceros), y se expide una licencia de taxi a todo el que cumpla con los requisitos, sin un número finito de cupos.  La tarifa se elimina, y que cada taxi establezca su propia tarifa, ya sea por distancia recorrida o por tiempo de duración de la carrera, y se hace obligatorio que anuncie dicha tarifa de manera visible en la parte exterior de su vehículo (ejemplo: $0.35/Km.; $1.50 carrera mínima). El panameño tiene que entender que no va a recibir un servicio de Cadillac a precio de carreta.