La importancia de los seguros en la economía

(Publicado en Revista Agenda, junio de 2006)

Las únicas cosas seguras en esta vida son la muerte y los impuestos, dijo Benjamin Franklin. Bueno, alguien sugirió que las mentiras de los políticos son el tercer elemento. Pero la esencia de lo que quiere decir esa famosa frase es que en la vida no tenemos nada asegurado. La vida está llena de riesgos. Con cada actividad que realizamos, nos enfrentamos a una infinidad de peligros que amenazan nuestra vida y salud, y hasta nuestros bienes.

Sin embargo, el ingenio humano ha concebido maneras eficientes de lidiar con estos riesgos, no para eliminarlos, sino para controlarlos. Desde el punto de vista económico, la manera quizás más conocida de lidiar con los riesgos es distribuir su costo de manera voluntaria entre muchas personas que comparten el riesgo en cuestión. De eso trata el contrato de seguro. El resultado: más personas se atreven a intentar actividades productivas, sin tener que verse desanimadas por la posibilidad de perderlo todo ante un incendio, terremoto, inundación, robo. Y más actividad productiva implica mayor bienestar para la sociedad en general.

Distribución voluntaria del riesgo

Una característica del manejo de riesgos es que trabaja con la ley de los grandes números. Sabemos que cada cierto tiempo las probabilidades indican que a X cantidad de personas se les incendiará su negocio, otros se enfermarán, otros morirán, etc. Pero no todos esos siniestros ocurrirán a la vez ni afectarán a las mismas personas. De hecho, no podemos saber de antemano a quiénes afectarán (esencia de la incertidumbre). Pero ante el peligro de perderlo todo, una persona está dispuesta a pagar con certeza una pequeña porción del daño que se espera (según las estadísticas), con tal de evitar el riesgo de tener que asumirlo todo. Cuando un número importante de personas piensan de la misma manera, hay mercado para distribuir entre todos el riesgo que casi seguramente ocurrirá a alguno de ellos.

Solidaridad egoísta

Como decía Adam Smith, no es a la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero que debemos nuestra cena, sino a la atención que aquéllos brindan a sus propios intereses. Pues del mismo modo, el seguro es una forma de manejo de riesgos en que cada persona contrata pensando en su propio interés. Cada empresario contrata un seguro para proteger su propio patrimonio y no el de otros. Pero el resultado de ese “egoísmo” termina siendo que un gran número de personas están compartiendo un riesgo que ninguno de ellos sabe sobre quién recaerá. Es la solidaridad capitalista por excelencia.

Y obviamente esto trabaja no sólo para empresarios, sino para cualquier persona productiva en la sociedad que tiene algo que proteger contra algún riesgo asegurable.

El asegurador, quien asume el riesgo legalmente en el contrato de seguro, en realidad es un mero intermediario. Quien asume el riesgo en términos económicos es todo el grupo de asegurados de un mismo tipo de riesgo, en forma conjunta y solidaria. El asegurador es un intermediario profesional que se encarga de calcular según las estadísticas las probabilidades de siniestralidad, con base en ello cobrar las primas a todas las personas interesadas, y por supuesto que por todo este valioso servicio también genera esperar una ganancia.

Problemas con los seguros

El mayor problema con cualquier sistema de transferencia de riesgos, como lo es el contrato de seguros, es el conocido como “moral hazard”, o peligro moral. Consiste en que la persona que ha contratado un seguro puede sentirse confiada en que ahora es el asegurador quien asume el riesgo, y por tanto perder interés en minimizar el peligro de ocurrencia del siniestro contra el cual se ha asegurado. Este peligro moral no sólo afecta a la compañía aseguradora, sino a todos los asegurados, pues si cada asegurado individualmente se comporta de dicha manera, ello acarreará una mayor siniestralidad debido a que las personas encargadas de minimizar sus riesgos ahora se conducen de manera menos diligente con respecto a dichos riesgos. Esto, a su vez, implica que el asegurador tendrá que cobrar una mayor prima a todos sus asegurados.

En otras palabras, a cada asegurado individualmente le conviene que su asegurador maneje de una manera adecuada el problema del moral hazard. Por mucho, la manera más efectiva de lidiar con este problema es evitar relevar del todo al asegurado del perjuicio económico que significaría un siniestro. En otras palabras: altos deducibles.

Regulación y supervisión de la industria de los seguros

La idea detrás de la regulación del sector de seguros es cerciorarse que quien contrate como asegurador esté en capacidad real de cumplir con sus obligaciones contingentes frente a los asegurados. Ahora, si esa regulación debe estar en manos del Estado o si puede proveerla mejor el mercado es algo que está sujeto a discusión. Yo estoy seguro que el mercado proveería un mejor y más efectivo sistema de regulación que el que brinda cualquier gobierno. Pero la realidad es que hoy día el de seguros es un sector altamente regulado por el Estado.

En Panamá la regulación estatal adolece de ciertas desventajas que hacen menos competitivo el país para el mercado de seguros. Un elemento desventajoso lo constituye el mandato legal de que todo riesgo a ser asegurado en Panamá debe serlo con una compañía aseguradora autorizada para operar en Panamá. Es decir, una persona en Panamá no puede contratar un seguro con una compañía aseguradora en los Estados Unidos, Colombia, o cualquier otro país. Esto obviamente limita innecesariamente la competencia y por tanto la oferta disponible de productos de seguros.

En segundo lugar está la obligación de que las aseguradoras inviertan el 75% de sus reservas en el país. Esto incide negativamente en el atractivo que pudiera tener para empresas aseguradoras extranjeras el establecerse en Panamá, y además reduce las posibilidades de diversificación de riesgos de mercado, pues el obligar a una empresa a invertir al menos el 75% de sus reservas en un mismo mercado (que además, es muy pequeño en cuanto a opciones de inversión) va directamente contra lo que aconsejan las modernas corrientes de diversificación de riesgos.

No hay seguro contra la estupidez

Esta frase la tomo prestada de mi hermano, y encierra un principio importantísimo de toda administración de riesgos. Los métodos existentes como el contrato de seguros, y otros como el hedging y los contratos a futuro, pueden ayudar a proteger contra riesgos exógenos. Incluso el seguro de responsabilidad civil, que puede proteger para el caso en que uno actúe con negligencia en un caso dado y resulte una responsabilidad civil de ello para con un tercero, exige que el asegurado al menos no haya actuado con total desidia respecto del riesgo.

El seguro es una herramienta de administración de riesgos sumamente provechosa para la sociedad. Es una maravilla más del sistema capitalista, que nos provee soluciones sociales de suma importancia, de manera eficiente y efectiva, precisamente gracias a que permite y facilita la cooperación voluntaria entre individuos libres. Es virtualmente una necesidad para toda persona productiva en el mundo moderno.

Yo tengo mis pólizas, ¿y usted?