Qué NO hacer en la crisis

(Artículo publicado en Revista Agenda, septiembre de 2008)

Con el alza en los precios de los alimentos, la energía, combustibles y materias primas, algunos ya comienzan, tanto desde el lado de la ciudadanía como del lado de los políticos, a sugerir la aplicación de medicinas que lo que hacen es agravar la enfermedad. Aquí resumo las peores de esas ideas, y el por qué nos va mejor si no son puestas en práctica nunca.

Regulación de precios

Ésta es la primera en la lista, pues algunas voces claman por establecer límites a los precios al detal que los comerciantes pueden cobrar por tales artículos. Es nefasto y contraproducente porque en tales casos lo que se necesita es aumentar la oferta, y la regulación de precios logra precisamente lo contrario. Es por ello que las estanterías vacías en los supermercados, es una de las más visibles consecuencias de dicha política. Algunas veces ésta se extiende a los precios que los productores pueden cobrar, y allí la cosa sí que se pone morada entonces, pues el efecto pernicioso es aún más grave.

El resultado es que surgen enormes mercados negros, como el que hay en Venezuela en productos lácteos, pues tanto los consumidores quieren obtener su comida, como los productores necesitan obtener una ganancia. Al final, se encarece todo aún más y los únicos que se engañan son las autoridades.

Restricción de las exportaciones

Como consecuencia de la regulación de precios, los productores prefieren exportar. Si usted vende arroz y le prohíben en Panamá venderlo a más de $20/quintal, y usted sabe que pueden venderlo fuera del país a $30/quintal, no hay que ser profeta para vaticinar lo que ocurrirá. Es entonces que los gobiernos, una vez que han establecido regulación de precios, el siguiente paso que dan es restringir las exportaciones. De ese modo buscan forzar a los productores a mantener bajos precios en el mercado local.

Y tampoco funciona. Reduce el incentivo a producir, por lo que se reduce la oferta a corto y a largo plazo, agravando entonces el problema.

Aumentar impuestos

Esto es lo que hicieron Herbert Hoover y luego Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos en la década de 1930. Con Roosevelt las tasas impositivas fueron elevadas hasta que la tasa marginal del Impuesto Sobre la Renta llegó a 90%. Esta y otras medidas hicieron que lo que seguramente hubiese sido una recesión corta, se convirtiese en una larga depresión que duró toda una década.

Al contrario, lo que debe hacer el gobierno en situaciones de crisis, es reducir impuestos. Los impuestos son una pesada carga para el sistema productivo de la sociedad. Son las personas y las empresas, no el Estado, las que generan riqueza. En situación de crisis económica, la reducción de impuestos permite que las empresas reinviertan más recursos, con lo cual se pone en funcionamiento la maquinaria productiva que permite en poco tiempo la recuperación económica.

Culpar a los especuladores

Ésta es clásica. Cada vez que hay crisis económica, especialmente con alzas de precios como estamos viviendo con los combustibles, los alimentos y las materias primas, salen quienes culpan de tales alzas a esa especie malévola llamada especuladores.

Los precios son mensajeros que proveen información valiosa sobre oferta y demanda, escasez o abundancia relativa de las cosas que necesitamos. Cuando hay alzas rápidas de precios, ello transmite información de que hay que producir más, y consumir menos. Los famosos especuladores son meros transmisores involuntarios de esa información. El culpar a los especuladores, y por tanto a los precios, es como matar la paloma que trajo el recado. Y también empeora las cosas porque los mercados a futuros, esos donde los especuladores hacen su trabajo, tienen un efecto moderador sobre la volatilidad en los precios, ¡precisamente lo contrario de lo que se le endilga! Al interferir con su trabajo, se agrava la volatilidad, la escasez y los altos precios de las cosas.

Instaurar y ampliar subsidios

Éstos distorsionan también las señales que dan los precios en el mercado. Son medidas populistas que dan la apariencia de ayudar a la gente, cuando en realidad la hunden más. Los subsidios dislocan la asignación de recursos productivos de la sociedad hacia tareas improductivas. Impiden que las personas ajusten sus patrones de producción y consumo, precisamente porque da señales equivocadas sobre escasez y abundancia relativas de los distintos bienes y servicios requeridos por las personas. Son pan para hoy y hambre para mañana.

Conclusión

Es recurrente en estas situaciones, como la que se vive en Panamá y en casi todo el mundo en estos momentos, que tanto las masas como los políticos quieran recurrir a medidas populistas. El resultado siempre es negativo para la sociedad, aunque pueda aumentar los votos de los políticos que las instauran. Es tratar de obtener pan mediante la destrucción de las panaderías.