Oda al empresario

(Artículo publicado en Revista Agenda, edición de mayo de 2010)

¿Quién es el empresario? ¿Qué hace? ¿Por qué y en virtud de qué gana dinero (o lo pierde)? El empresario es una especie que muy poco nos detenemos a estudiar, y que indiscutiblemente juega un papel fundamental en toda economía. ¿Por qué es relevante estudiar y comprender su rol? Porque muchas políticas públicas se dictan y aplican sin tomar en cuenta ese rol, su naturaleza y el cómo opera.

¿Plusvalía marxista?

Primero, veamos brevemente el concepto marxista de la plusvalía. Para los marxistas, los empresarios no juegan un rol productivo en la sociedad, sino parasitario. Marx atribuía las utilidades empresariales a lo que a sus ojos es una expropiación que hace el empresario del obrero. Es decir, el obrero produce un X valor, pero el empresario obtiene su ganancia de pagarle al obrero un salario que está por debajo de X. La diferencia, según él, es la ganancia o utilidad empresarial.

Visto así, por supuesto que se entiende por qué su rabia contra la actividad empresarial privada, y el por qué de su afán por eliminar completamente la propiedad privada de los medios de producción. El rotundo fracaso de las economías comunistas en el Siglo XX, y el de las que aún quedan, como Corea del Norte y Cuba (que nadie me diga que China es comunista, porque la China actual tiene de comunista lo que yo tengo de estrella del Rock), nos dice ya bastante sobre lo equivocado que estaba Marx en su análisis.

Descubrimiento empresarial

Un aspecto que hasta los economistas clásicos desatienden, es el rol que en las actividades productivas económicas tiene el descubrimiento de información sobre oportunidades de negocio. Para los economistas clásicos y neoclásicos, las oportunidades de negocio son un datum para los empresarios, es decir, es información que está allí en el aire y aquellos que tienen capital aprovechan esas oportunidades y ya, en tanto que los que no tienen capital no pueden aprovecharlas. Surge entonces la percepción de que las utilidades recibidas por los empresarios se deben a su mejor suerte de provenir de una familia adinerada.

Pero la cosa no es así. Las oportunidades de negocio tienen que ser descubiertas. En el mercado, para uno hacer dinero con un negocio, tiene uno que idear cómo satisfacer alguna necesidad hasta ahora no satisfecha en las personas, o satisfacerla mejor que hasta ahora. Sólo así estarán las personas dispuestas a pagar voluntariamente por el servicio o producto que uno estará ofreciendo. Es decir, en el mercado la búsqueda de oportunidades de negocio implica buscar cómo rascar mejor la espalda de los demás, para que entonces éstos le rasquen a uno la propia.

Si el descubrimiento empresarial no jugase un rol fundamental, el comunismo habría podido funcionar. Fracasó y fracasará donde sea intentado, pero no como muchos opinan, porque sea un buen sistema que dependa de la buena voluntad de las personas, sino que aún si las personas fuesen ángeles, el sistema fracasaría.

Función social

La actividad empresarial no puede sino generar riqueza social. Es encontrando cada vez mejores formas de satisfacer necesidades de los demás, a cada vez menores costos, lo que hace exitosa una actividad empresarial determinada. Esta actividad, además, es continua de parte del empresario. No puede sentarse a descansar una vez ha dado con un éxito de negocios. Como dice la canción de la banda británica Pink Floyd (en inglés): “corre conejo, corre / cava ese hoyo, olvídate del Sol / y cuando finalmente hayas terminado el trabajo / no te sientes, es tiempo de cavar otro más.”

El empresario debe continuar mejorando permanentemente sus servicios, y encontrando mejores formas de servir a sus clientes, o estará condenado a ser superado y desplazado por otros empresarios más ávidos a hacerlo.

No es casual que esto resulte en un mejoramiento continuo de las vidas de las personas en la sociedad, aún de aquellos que no son empresarios. El generalizado avance tecnológico a que nos hemos acostumbrado en Occidente, en tantísimos campos como la producción de alimentos y su conservación, atención médica y medicamentos, vivienda, informática, transporte masivo de personas (y de mercancías que a fin de cuentas son para consumo de las personas), y tantas otras áreas que damos por sentadas, son el resultado de millones de esfuerzos de parte de personas que andan buscando una oportunidad de negocio y para ello requieren encontrar soluciones a nuestras necesidades. Los avances en tecnología no son un datum, no se dan en el vacío. Es por ello que en los países comunistas los avances en tecnología de todo tipo eran virtualmente inexistentes, y en todo caso la tecnología era copiada de Occidente.

Asunción de riesgos

Pero la actividad empresarial implica siempre un elemento de incertidumbre. Este nuevo servicio o producto que quiero ofrecer, ¿lo aceptará la gente? ¿Lograré coordinar los distintos recursos y factores productivos que requiero para ello? ¿Lograré hacerlo a tiempo y a bajos costos para poder ofrecerlo a precios competitivos y aún así obtener una ganancia para mí? Hay tantos factores inciertos en cualquier emprendimiento de negocios, que siempre existe un elemento de riesgo. Ese riesgo disuade a muchos de atreverse a emprender un negocio. No hay problema, no todos tienen ese don ni tienen por qué tenerlo. El punto aquí es que la existencia de riesgos que, de concretarse, podrían hacer fracasar el emprendimiento y con ello hacer que el emprendedor pierda riqueza propia, es parte integral del asunto. Si el empresario no arriesgase su propio dinero sino sólo el de otros, podría él responder a otros incentivos por aquello del moral hazard o peligro moral.

Es por esto que el Estado empresario nunca genera riqueza para los asociados, más bien la destruye. La experiencia histórica corrobora que el Estado no está para ser empresario, ya sea para descubrir nuevas oportunidades de negocio o para administrarlas. En esencia, quienes administran empresas estatales responden a incentivos muy distintos de los que guían al verdadero emprendedor particular. La escuela de pensamiento conocida como Opción Pública (Public Choice School), ha demostrado esto de manera abundante e incontrovertible.

Tampoco debe el Estado proteger a los emprendedores de sus errores empresariales. El hacerlo inhibe el proceso que el Nobel de Economía Joseph Schumpeter ha denominado Destrucción Creativa. Las quiebras empresariales son parte esencial del sistema y no funciona bien sin la constante amenaza del fracaso.

¿Responsabilidad Social Empresarial?

Allí la tiene usted. En principio, el sólo hecho de generar utilidades consistentemente, es indicativo de que el empresario está satisfaciendo necesidades reales de la comunidad y es por ello que las personas voluntariamente le están premiando con su dinero. A eso se refería Sir Winston Churchill con que la “si quieres tener utilidades, aprende a satisfacer”, y “es una idea socialista el que tener ganancias sea reprochable; yo sostengo que lo verdaderamente reprochable es tener pérdidas.”