La nube


(Artículo publicado en Revista AGENDA, Panamá, agosto de 2012)

En el argot informático se habla de computación en la nube para referirse a la provisión de servicios informáticos (data y su almacenamiento, software, y/o poder de computación), a través de Internet.  Dicho de otro modo, se trata de la provisión de servicios informáticos que liberan la máquina del usuario, de manera que dicha máquina sólo accede a los servicios en la nube, pero la computación, la data, o el software mismos no están en la máquina del usuario, sino en otro servidor (generalmente remoto).

La computación en la nube no es nueva.  Quizás su manifestación más evidente es la del servicio de correo electrónico en la red (web-based email), tal como el de Hotmail, Gmail o Yahoo.  Si usted tiene alguna cuenta de correo electrónico basado en la red, entonces ya ha empleado servicios en la nube.  Pero los servicios en la nube han evolucionado a mucho más que eso.  Por ejemplo, cada vez más compañías están pasando a la nube su data, de manera que en vez de tenerla alojada en servidores locales, contratan el servicio de un proveedor especializado que les aloja en sus servidores remotos la información, y los usuarios de la compañía cliente pueden acceder a la información desde su navegador de Internet, o con una aplicación especial.

Ventajas

Son muchas las ventajas de contratar computación en la nube.  Primero, las inversiones de capital se reducen considerablemente.  Así, un negocio pequeño, por ejemplo, no tiene que asumir sustanciales costos de inversión en capital para la infraestructura computacional requerida para alojar sus archivos y bases de datos.  Las inversiones en infraestructura computacional, además, requieren continua y frecuente renovación.  Aparte de la inversión en infraestructura, la empresa que contrata computación en la nube se ahorra sustanciales gastos corrientes en el departamento de Tecnología Informática.

Y generalmente los servicios en la nube gozan de casi perfecta escalabilidad, es decir, usted puede comenzar con un paquete básico y luego ir escalando el volumen y las prestaciones del servicio que demanda, a medida que su negocio crece y por tanto sus necesidades computacionales.

Pero, ¿y qué pasa con la información sensitiva?

Una parte importante de los servicios en la nube que se contratan hoy día, implica almacenamiento de data.  Para toda empresa, su información es en su gran mayoría de tipo confidencial.  Usted no quiere que la información de clientes caiga en las manos equivocadas.  En tal sentido, comencemos por aclarar que no existe tal cosa como un servicio en la nube completamente seguro.  Pero, ¿y acaso es completamente segura la data alojada en sus propios servidores?  Evidentemente tampoco.  Hay riesgos también allí.  Pero en ambos casos existen métodos y protocolos bastante buenos para minimizar estos riesgos.

Un ejemplo de computación en la nube que puede ser muy segura es la banca en línea. Como en todo, hay muchas gamas de gris, pero existen sistemas de banca en línea con seguridad de grado militar (por decirlo de alguna manera), que garantizan la fidelidad tanto para el cliente como el banco.  Si los bancos en todo el mundo, grandes y pequeños, conservadores y de riesgo, lo están haciendo, quiere decir que sí hay computación en la nube bastante segura.

Obsérvese que la computación en la nube no necesariamente tiene que ser tercerizada, ya que una compañía puede muy bien decidir construir su propia nube para uso interno.  De hecho, hoy día prácticamente toda empresa con múltiples oficinas, requiere algún tipo de servicio de nube, ya sea tercerizado o propio, pues sólo así su personal en las distintas locaciones puede tener acceso inmediato a la información de clientes, proveedores, proyectos y demás de interés.

La nube está aquí para quedarse

Qué servicios decide cada empresa pasar a la nube, es algo que debe resultar de un análisis profundo de las ventajas y riesgos en el contexto de su particular situación.  Pero la computación en la nube es un fenómeno que está aquí para quedarse, pues sus ventajas sobrepasan por mucho sus desventajas.

Llamado: Toda empresa necesita al menos considerar la computación en la nube, que cada día toma más fuerza.

¿Gobierno sin papel?


(Artículo publicado en Revista AGENDA, Panamá, julio de 2012)

Con la alta y creciente penetración de Internet en nuestro país, ya es hora que adoptemos un sistema completo de gobierno sin papel, en que el ciudadano pueda hacer todos sus trámites y darle seguimiento a través de la Internet, sin tener que hacer largas filas.

Modelos existentes

Dinamarca está ejecutando un plan para convertir todos los trámites gubernamentales en electrónicos para el año 2015.  Una vez completado, el ciudadano danés podrá iniciar trámites y darle seguimiento, sin tener que salir de casa, sin tener que formar colas.  Otros países como Chile, Singapur, tienen planes análogos que buscan simplificar la vida al ciudadano.

Gobierno electrónico en Panamá

Ya tenemos algo de esto en nuestro país.  Desde hace muchos años la declaración de renta y otras declaraciones de impuestos se hacen por Internet.  Este es un ejemplo de trámite genuinamente sin papel que ya existe.  Otro ejemplo lo es el del Aviso de Operación de empresas (www.panamaemprende.gob.pa), en que cualquier persona puede tramitar en sólo ocho pasos, todos a través de Internet, un Aviso de Operación y cualquier otro trámite relacionado con un Aviso de Operación existente.

Fuera de estos casos, y el de PanamaCompra (www.panamacompra.gob.pa), no hay muchos más sistemas que le permitan a uno tramitar por Internet.  El Registro Público tiene un portal informativo bastante bueno, pero es sólo eso, informativo.  En teoría uno puede solicitar certificados a través del portal, pero lo he intentado y nunca he podido lograrlo (no es muy amigable).

El portal PanamaTramita (www.panamatramita.gob.pa) del Gobierno Nacional, es simplemente un sitio informativo de trámites de papel, pero no puede usted hacer trámite alguno a través de dicho portal.  Tampoco puede dar seguimiento a trámites iniciados.

El futuro

Imagínese que en Panamá tuviésemos un sistema integral de gobierno electrónico, donde no sólo pueda el ciudadano presentar su declaración de renta, sino también iniciar cualquier trámite ante Ingresos, por ejemplo.  Imagínese el enorme alivio que ello implicará para el ciudadano residente en Tolé, que ya no tendrá que hacer el viaje a David cada vez que necesite presentar un trámite o solicitud.  Y ciertamente habrá trámites que por su naturaleza, requieran ser presentados en forma física, está bien.  Pero al menos en esos casos podemos facilitar la vida al ciudadano, haciendo que el seguimiento del trámite, dónde está, en qué etapa, qué funcionario lo tiene, cuál firma está pendiente, etc., lo pueda hacer a través de un sistema informático por Internet.  El que el ciudadano de Tolé tenga que ir a David simplemente para preguntar cómo va su trámite, para que luego resulte que ese día el funcionario que sabe del caso no esté y le digan que tiene que volver otro día, no sólo no es eficiente sino que en pleno Siglo XXI es injustificable.

Existen muchos trámites relativamente sencillos que por la necesidad de movilizarse es que resultan engorrosos.  Notificar al Tribunal Electoral un cambio de residencia es algo que podría hacerse perfectamente con un sistema de gobierno electrónico, y no ha de requerirse que el Sr. Pérez de Tolé tenga que hacer el largo viaje a David.

Transparencia y control de calidad

Las ventajas del gobierno electrónico no se reducen a la comodidad para el ciudadano (que no es poca ventaja, dado que, a fin de cuentas, el gobierno está para servir al ciudadano).  Un sistema integral de gobierno electrónico también introduce un alto grado de transparencia, pues bien diseñado debe poder indicarle al usuario exactamente el paso en que está su trámite, y desde cuándo.  Así no será tan fácil que le “echen cuentos” al ciudadano.  Por la misma razón, se hace más difícil la corrupción del funcionario.

Con un sistema como el aquí esbozado, el control de calidad se hace mucho más fácil de aplicar.  Ya sea en papel o en sistemas informáticos, es inaceptable que los trámites del ciudadano duerman el sueño eterno, como ocurre con demasiada frecuencia.  Un genuino sistema de gobierno electrónico es un paso necesario en nuestro país, que debemos exigir a nuestros gobernantes y candidatos.

Fútbol y Derecho


(Artículo publicado en Revista AGENDA, Panamá, junio de 2012).

En el mes de la Eurocopa, el fútbol nos ayuda a entender mejor algunos principios del Derecho fundamentales para la civilización.

Igualdad ante la Ley

En el fútbol, las mismas reglas aplican a todos los jugadores y equipos por igual. Las normas no dicen que si a un equipo le va mal muy seguido, los árbitros deban ser más condescendientes con él, o que sus goles valgan por dos hasta que salgan de su mala racha. Esto es fundamental porque así el éxito llega a quienes mejor juegan dentro de la normativa.

Fíjese que la igualdad no es de resultados.  No es que si un equipo queda de último en la liga este año, para el próximo le dan automáticamente el trofeo de campeón.  La igualdad bien entendida no es de resultados, sino de oportunidades.  A todos aplican las mismas reglas, todos juegan en canchas con las medidas y características autorizadas por el reglamento, y utilizan balones conforme también al reglamento.

Certeza de la Ley

Las normas son claras para todos.  No hay demasiada discrecionalidad en las autoridades del fútbol. Los países cuyas selecciones llegan a la fase final de la Eurocopa no se determinan mediante decisión de un consejo de sabios. Hay un proceso de eliminatorias en que todos tienen igual participación, y se clasifica según reglas claramente establecidas de antemano.  Y muy importante, dichas reglas no se cambian una vez se inicia el proceso de eliminatorias: cualquier cambio que ocurra sólo tiene vigencia para el torneo siguiente, pero nunca para el que ya ha iniciado.

Esto es fundamental para evitar el favoritismo a equipos determinados.  Si las reglas se andan alterando luego de iniciado el torneo, siempre habrá lugar a suspicacias de que se quiere favorecer a determinados equipos en desmedro de otros.  Ello sería fatal para la credibilidad de cualquier torneo de fútbol. Lo mismo ocurre con la sociedad.

Certeza de castigo

Aunque siempre habrá un grado de discreción arbitral, el reglamento se ha ido haciendo cada vez más estricto.  Hay ciertos tipos de faltas que el propio reglamento manda que sean sancionadas con tarjeta amarilla o roja, dependiendo del caso.  Por ejemplo, cometer falta a un jugador que ataca con el balón, cuando quien comete la falta es el último jugador defensor (el más cercano a la línea de meta defendida), conlleva automáticamente su expulsión.  No es una apreciación del árbitro si la jugada merece o no la tarjeta correspondiente.  Reducida la discrecionalidad a su mínima expresión, se controla la corrupción arbitral.

Dura es la ley, pero es la ley

En el partido de Cuartos de Final de la Copa del Mundo de 2010, entre Ghana y Uruguay, en una jugada en la línea de gol de los uruguayos el jugador Luis Suárez impidió un gol ghanés usando sus dos manos.  Esto le valió la expulsión inmediata (certeza de castigo), pero al menos daba oportunidad a que su arquero Muslera atajase el tiro de penal que se concedió por la falta (el gol impedido por Suárez hubiera significado la eliminación irremediable de Uruguay).  El ghanés que cobró el penal lo falló, y así terminó el tiempo extra con empate, forzando la definición por tiros de penal, en que Uruguay salió airoso.   Algunos criticaron que Uruguay pudiese sacar ventaja de una clara infracción, y hasta sugirieron que debió concederse el gol a Ghana.  Pero esto hubiese sido una verdadera violencia del reglamento, que establece claramente la sanción (expulsión) y tiro libre desde el punto de penal.  Haberse inventado una regla ex post facto, hubiese significado acabar con la certeza de la ley que por fortuna se respeta generalmente en el fútbol.  Algunas veces las reglas dan resultados injustos en el caso concreto, pero si vamos a tener justicia, se requiere que la ley se aplique por igual siempre.

Aprendamos las lecciones que nos da el fútbol exitoso.  El derecho cumple un rol fundamental en toda sociedad.  Así como en el fútbol, prosperan más las sociedades organizadas según ciertos principios jurídicos fundamentales para un Estado de Derecho.


Hasta cuándo el tranque


(Artículo publicado en Revista Agenda, mayo de 2012)

Los tranques en la ciudad de Panamá se están convirtiendo en la queja diaria de los capitalinos. Entendemos que parte del congestionamiento se debe a los trabajos del Metro de Panamá y los trabajos de ampliación de la red vial que actualmente lleva a cabo el Ministerio de Obras Públicas (MOP).  No obstante, el problema es uno que va más allá de la infraestructura. Hay un tema de políticas públicas que debe ser atendido, si queremos tener una ciudad vivible para quienes la habitamos.

El sistema de cupos

Comencemos por el sistema de cupos para el transporte de pasajeros. Es un sistema absurdo que jamás ha funcionado para los usuarios. Simplemente sirve para garantizarles rentas a los dueños de cupos y para generar fuentes de coima para los que tienen a su cargo el poder discrecional de expedirlos. Es harto obvio que no hay suficientes operadores del servicio de transporte en Panamá.

Conozco muchas historias de horror, pero contaré solo una. Meibis es una señora que vive más allá de Felipillo, corregimiento 24 de Diciembre, y se gana la vida como aseadora de residencias. A diario tiene que viajar en autobús y le resulta siempre una odisea, porque nunca hay suficientes unidades ni de Metro Bus ni de “diablos rojos”. Me cuenta que antes había personas que daban el servicio de transporte interno en la barriada, pero que ahora las autoridades los han eliminado por ser clandestinos. Ahora, gracias al esfuerzo de las autoridades supuestamente encargadas de velar por los usuarios del transporte, Meibis tiene que caminar todas las mañanas más de dos kilómetros desde su casa hasta la parada de buses, cuando antes solo tenía que caminar unos pocos metros hasta donde la recogía el busito que la llevaba a la parada.  ATTT 1, Meibis 0.

La persecución constante de las autoridades del tránsito contra los llamados buses y taxis “piratas” es un atentado directo contra el derecho de propiedad y el derecho al libre tránsito. Según este absurdo lineamiento, si un grupo de vecinos decide hacer lo que se conoce como car pooling para transportarse al trabajo, y entre todos hacen su “vaca” para contribuir con la gasolina del vehículo en que se están transportando, ese acto debe ser objeto de sanciones que abarcan hacer a todos los ocupantes bajarse del vehículo de inmediato, multa al dueño del vehículo y el decomiso de este. Así, mientras en otros países el car pooling no solo es permitido, sino hasta incentivado por las autoridades, aquí es puesto al margen de la ley, todo en nombre de proteger la chamba de los dueños de cupos de transporte colectivo y selectivo.

Todos quieren su carro

La consecuencia lógica de la aplicación de políticas absurdas como las descritas es que en la ciudad todo el mundo busca la manera de hacerse de un carro propio. El joven que se inicia en su vida laboral, lo primero para lo que ahorra es para comprarse su carrito, aunque sea de segunda, y es que nadie quiere vivir el infierno diario que es tratar de conseguir bus o taxi en la ciudad de Panamá.

Si las autoridades no se empeñaran en suprimir la oferta que espontáneamente surge en el mercado (los buses y taxis clandestinos), la gente no se vería casi obligada a hacerse de un carro para intentar transportarse. Y es que en la ciudad capital hay demasiados carros para la red vehicular que tenemos. Y las ventas de autos solo hacen aumentar.  ¿Es esto algo sostenible? Para la ciudad de Panamá, la respuesta es no.

El mercado funciona

Parte de la solución comienza por abandonar el sistema de cupos. De hecho, ninguna medida será buena si no se comienza por esto. Los cupos deben ser reemplazados por un sistema de licencias, mediante el cual toda persona que así lo quiera pueda ofrecer el servicio de transporte urbano automotor, siempre que cumpla con requisitos mínimos y razonables, que no se constituyan en barreras artificiales a la libre concurrencia de oferentes del servicio. Así, cualquiera que tenga un vehículo apto puede ofrecer servicio de transporte acorde con el tipo de vehículo que posea.

El transporte no es un ‘commodity’

Lo segundo es dejar que las tarifas sean establecidas también en condición de libre competencia. Mientras se trate al servicio de transporte público de pasajeros como algo comoditizado, nadie ofrecerá valor agregado y por tanto continuará la carrera hacia el fondo que observamos en los taxis, y que también se da en los “diablos rojos” (aunque estos, se supone, van de salida con la entrada del Metro Bus). En tales condiciones, muchas personas que estarían dispuestas a movilizarse en taxi o bus no lo hacen precisamente porque no existe nadie en el mercado que ofrezca un servicio de buena calidad con elementos de valor agregado.

En los mercados altamente regimentados como el de transporte público de pasajeros en Panamá, nunca surge la innovación ni el mejoramiento que observamos en otros mercados (como el tecnológico, por ejemplo), precisamente porque el Estado no permite la diferenciación. Esta política de tratar al transporte como un commodity, en que todos deben ofrecer exactamente lo mismo y a la misma tarifa, disuade a miles de panameños de usar servicio de transporte en lugar de usar un vehículo propio.

Las vías no son gratuitas

El hecho de que nadie nos cobre por el uso de una calle, no quiere decir que esta sea gratuita. La calle tiene un costo de producción, y además tiene costos de mantenimiento. Pero encima está el asunto de que los servicios por los que los usuarios no pagan directamente, siempre estarán sobredemandados. No importa cuántas calles nuevas se construyan, cuánto se invierta en mejorar la red vial, mientras su uso sea gratuito, siempre la tendencia será la de una demanda muy mayor a la oferta. Esto es Economía 101.
La propuesta de que en un futuro el uso de los corredores Norte y Sur sea gratuito es una pésima idea. Estoy consciente de que en las calles interiores de la ciudad no es fácil establecer un sistema práctico de cobrar por el uso de las calles para circulación, pero al menos las autopistas sí se prestan para tal cobro, y así debe hacerse. Los tranques generan costos para todos los ciudadanos, y si los que generan dichos costos no los pagan, entonces no hay incentivo para cambios de conducta.  Incluso, durante las horas pico, los corredores podrían y deberían cobrar tarifas superiores, precisamente para incentivar una mejor distribución del tráfico vehicular hacia otras horas del día.

La solución no es sencilla, pero una cosa es clara: mientras continuemos con los paradigmas actuales, continuaremos teniendo cada vez peores tranques, y ya estamos muy cerca de encontrarnos con una ciudad disfuncional.

La tragedia de los comunes


(Artículo publicado en Revista Agenda, abril de 2012)

La tragedia de los comunes es un fenómeno social con efectos importantes en los planos económico y sociológico.  Tiene también aplicación en materia ambiental.  Ocurre con los bienes llamados comunes, y consiste en el fenómeno observado en que, aquello que es de todos, todos lo usan pero nadie lo cuida.  Puede ser algo sencillo como las cubetas de hielo en el congelador de la casa: todos quieren que haya hielo disponible siempre, y todos lo usan, pero no todos se toman el trabajo de rellenar las cubetas con agua del grifo para hacer más hielo.  El resultado llega a ser que las personas en la casa usan más hielo del que se hace, y por tanto la cubeta tiende a estar vacía de hielo con demasiada frecuencia.

En el hogar, esto tiene fácil solución.  Ya sea que el asunto se conversa y los miembros de la familia asumen la responsabilidad de rellenar la cubeta, o una sola de ellas asume la responsabilidad de rellenar la cubeta en beneficio de todos.  En ambiente familiar el problema es de sencilla solución porque hay dinámica de grupo pequeño, pero el ejemplo ilustra un problema que, en el ámbito social, es mucho más complejo y de solución no tan sencilla.

La tragedia de los comunes genera lo que los economistas llaman externalidades negativas.  Crea incentivos económicos a los individuos para incurrir en conductas que son destructivas de riqueza para la sociedad, pero que le rinden un beneficio inmediato a quien la incurre.  Las personas, como individuos, tienen incentivo a usar y aprovechar el bien común, pero no tienen un incentivo de igual magnitud para cuidar e invertir en el mantenimiento ni en el mejoramiento de dicho bien común.  Es por ello que no se dedica la misma cantidad de recursos al mantenimiento y reabastecimiento de la fuente común, que a su aprovechamiento.

Implicaciones económicas

El corolario económico más importante es que el socialismo es un desastre.  El socialismo es precisamente la propiedad común de los medios de producción de la riqueza para una sociedad.  La solución es sencilla, y lo es la institución natural de la propiedad privada.  La esencia de ésta es que el dueño de una cosa excluye a todos los demás, del uso y aprovechamiento de dicha cosa.  Sólo él tiene derecho y acceso al uso y aprovechamiento de la cosa, y por tanto tiene un incentivo mayor a conservarla.  De hecho, no sólo a conservar la cosa, sino a crear nuevas cosas y a mejorar las que ya tiene.

De lo anterior se colige que la propiedad privada es un pilar de la civilización.  Sin el surgimiento de la propiedad privada, jamás habríamos superado la barbarie.

Implicaciones ambientales

La devastación de zonas boscosas, o la sobreexplotación de recursos en caza o pesca, son fenómenos típicos de tragedia de los comunes.  Veamos el ejemplo de la sobreexplotación de recursos pesqueros.  Cada pescador individualmente puede estar muy consciente que la sobrepesca llevada en el presente puede llevar a una menor pesca en el futuro, y aún así incurrir cada uno individualmente, en la sobrepesca.  ¿Por qué lo hace, si sabe que ello no le favorece a largo plazo?  Quizás nuestro pescador piensa .  Generalmente, el pescador estará en lo cierto, en sentido que si él fuese el único que pescase abundantemente, ello sería insuficiente para reducir la capacidad reproductiva de las especies que él está pescando.  El problema está en que él no es el único pescador que piensa así.  Por lo contrario, muchos pescadores piensan exactamente lo mismo que nuestro pescador original, y por tanto son muchos los que comienzan a tratar de sacar el máximo provecho inmediato de la riqueza ictiológica, a costa de la capacidad reproductiva del recurso.  Transcurridas unas cuantas generaciones con este comportamiento colectivo de los pescadores, se percibirán los efectos nocivos.

Implicaciones sociológicas

¿Cuál es la solución?  ¿Una mejor educación de la población?  El problema con esto es que mientras exista el incentivo económico a incurrir en la conducta destructiva, continuará habiendo personas que lo hagan.  Esto, a su vez, genera presión sobre las demás personas, que comienzan a pensar entonces .

Las campañas de educación ciudadana son importantes, pero no son suficientes para cambiar la conducta general.  La Teoría de Juegos nos dice que mientras los individuos tengan incentivo económico para incurrir en actividades destructivas para la sociedad, lo continuarán haciendo.  Entonces, ¿nos quedamos de brazos cruzados?

No.  La solución está en eliminar la tragedia de los comunes, allí donde se pueda.  La propiedad privada, allí donde sea viable, surge espontáneamente en la sociedad y no debe ser suprimida.

Pero no siempre es practicable el reconocimiento de derechos de propiedad.  Por ejemplo, ¿cómo delimitamos de manera práctica derechos de propiedad sobre los recursos ictiológicos del mar?  Históricamente no ha sido practicable establecer derechos de propiedad sobre tales recursos.  Para estos casos las sociedades han intentado diferentes soluciones.  Para los recursos pesqueros, la solución más empleada y que parece la más práctica, es la de la legislación sobre su aprovechamiento, legislación que puede incluir políticas como las vedas temporales durante la época de reproducción (como la veda del camarón en nuestro país); prohibición de pesca de especímenes menores a cierto tamaño; restricción a ciertas técnicas pesqueras (como el uso de explosivos), y otros.

Conclusión

Como Aristóteles observó hace más de dos mil años, en su crítica a la propiedad colectiva que proponía Sócrates, es natural en el ser humano prestar más atención a sus intereses particulares que a los asuntos de interés común.  La propiedad privada como institución jurídica canaliza esto de manera productiva y provechosa para la sociedad en general.  Allí donde no es práctico el delimitar derechos de propiedad, es donde el Estado tiene un rol legislativo y policivo de importancia.  Pero ojo, este rol del Estado no está libre de sus propios problemas, y hasta muchas veces crea nuevas situaciones de tragedia de los comunes.  Pero ya me quedé sin espacio para hablar sobre esos casos.  Baste decir por el momento que cuando el Estado subsidia el uso de recursos limitados, como el agua potable, genera situaciones de tragedia de los comunes.  ¿Le suena conocido?

Adiós, libro de papel


(Artículo publicado en Revista Agenda, marzo de 2012)

El libro impreso va a perder el rol que ha mantenido por siglos.  Está siendo reemplazado de manera acelerada por los libros electrónicos.  Lo mismo ocurre con los periódicos, revistas y panfletos impresos en papel, que están siendo desplazados por los medios digitales, disponibles en o distribuidos a través de la Internet.  El libro impreso ha sido herido de muerte.

Revoluciones tecnológicas

El invento de la imprenta por Gutenberg en el Siglo XV, trajo consigo consecuencias revolucionarias en Europa, resultando eventualmente en la Revolución Industrial y el mundo moderno.  La imprenta fue la primera Internet universal, pues permitió la producción en masa de libros, panfletos, periódicos.  El acelerado crecimiento científico, intelectual y cultural europeo que vino después, fue permitido en gran medida por dicho invento.  La educación del público en general, baluarte del liberalismo del Siglo XVIII y de las Revoluciones Francesa y Norteamericana, así como del estado-nación moderno, jamás habría sido posible sin el libro impreso.

La imprenta reemplazó la industria de los copistas de libros, que eran quienes los copiaban manualmente.  Y antes el libro de papel reemplazó a la industria de las tablillas de arcilla, que era el medio en que en Sumeria y Mesopotamia se llevaban los registros contables y administrativos.  El libro de papel abarató sustancialmente el registro de información escrita, y redujo considerablemente el espacio físico ocupado por la información acumulada.

Ley de Moore

Pues lo mismo ha ocurrido con la computación.  Ahora que la información se guarda en forma electrónica, y con el extraordinario y continuo mejoramiento de la capacidad de las computadoras y los medios de almacenamiento para contener información, es posible hoy guardar colecciones de bibliotecas enteras en medios de almacenamiento que ocupan literalmente centímetros cúbicos, en lugar de cientos o miles de metros cúbicos de espacio.

En el campo de la Tecnología Informática, hay un patrón observado desde hace décadas, conocido como la Ley de Moore, que consiste en que aproximadamente cada dos años (o un poco menos, hasta ahora) se duplica la capacidad de procesamiento y de almacenamiento de información, de los circuitos electrónicos de que están compuestos los cerebros de las máquinas de computación.  Esto ha llevado a un aumento exponencial en la capacidad de las computadoras de todo tipo, en su velocidad de procesamiento, capacidad de almacenamiento, capacidad de memoria, y otros aspectos.  Es por este fenómeno que cualquier smartphone del año 2012 tiene una capacidad mayor a la que una PC tenía a fines de la década de 1990.

Continuo abaratamiento

El fenómeno descrito por la Ley de Moore no sólo se observa en la capacidad tecnológica, sino también en los costos.  Las computadoras no sólo han ido haciéndose exponencialmente más capaces, sino también mucho más económicas.  Es por ello que a inicios de la década de 1980 un teléfono celular costaba varios miles de dólares (unos $4 mil en dólares de 1983, o el equivalente a aproximadamente $9 mil en 2012), en tanto que hoy día el celular más sencillo le cuesta unos pocos dólares, y este celular moderno a pesar de lo sencillo, es mucho más capaz, sofisticado, liviano, pequeño y con mayor duración de batería, que el celular de hace treinta años.  

El libro electrónico (e-book)


El continuo aumento de capacidad de computación, memoria y almacenamiento, así como el continuo abaratamiento de las computadoras, explicado por la Ley de Moore, han hecho posible los smartphones, las tabletas y otros aparatos multifuncionales móviles que, entre otras cosas, permiten al usuario leer periódicos en línea sin tener que estar sentados frente a su escritorio.  Esto no pinta bien para los periódicos de papel.  En lo personal, tengo varios años que no compro periódico de papel regularmente, sino que los leo en sus versiones de Internet.

Y más recientemente, el mismo fenómeno está ocurriendo con los libros de papel.  Mi biblioteca de libros de papel no ha crecido mucho desde hace unos dos años hacia acá, en cambio mi biblioteca de libros digitales está aumentando bastante.  Y mi caso no es aislado, sino que refleja una tendencia muy marcada en Estados Unidos y el resto del mundo (aunque en Estados Unidos la tendencia es más acelerada).  Por ejemplo, a fines de 2009 en Estados Unidos las ventas de e-books fueron de 3% de todos los libros vendidos.  Un año después, el porcentaje era 9%.

Todas las grandes casas editoriales en Estados Unidos reportan que sus ventas de libros de papel se están reduciendo, en tanto que aumentan las de libros electrónicos.  La tendencia es irreversible.

Las ventajas del e-book

Son muchas.  Pero podemos mencionar algunas.  Por ejemplo, en mi iPad tengo literalmente más de medio centenar de libros, y aún no me ocupan ni el 1% de la capacidad de almacenamiento de dicho aparato.  Podría tener miles de libros en un aparato que es más liviano que el típico libro.  Esto me representa un enorme ahorro de espacio físico en mi estudio.

Además, en el iPad puedo consultar la definición de una palabra que leo, con sólo presionar dicha palabra con mi dedo; puedo hacer anotaciones y resaltamientos de texto, sin tener que dañar permanentemente el libro (luego puedo borrar o editar dichas anotaciones); puedo hacer búsquedas digitales dentro del texto; puedo comprar libros sin salir de casa (por Internet) y recibirlo en mi dispositivo en cosa de segundos (literalmente).  Todo lo anterior sin mencionar que para la producción de mis libros electrónicos no fue necesario derribar ningún árbol.  

La inútil resistencia al cambio

Ya sé, porque lo he escuchado, que mucha gente ya está acostumbrada a leer libros de papel y encuentran que leer un libro electrónico no es igual de rico.  La resistencia al cambio es un fenómeno observado siempre que hay revoluciones tecnológicas.  También recuerdo que había personas que decían que las computadoras eran muy complicadas, caras, sujetas a fallas de software, y que jamás reemplazarían a la siempre fiable máquina de escribir, que además no necesitaba electricidad para operar, ni era susceptible a los virus informáticos.  Sin embargo, ¿cuántas máquinas de escribir ve usted hoy día en cualquier empresa o centro educativo?

Las revoluciones tecnológicas tardan algún tiempo en ser adoptadas universalmente, y no será diferente con el libro electrónico.  Mi pequeña hija de un año de edad, no tendrá ese problema de los adultos, en aceptar el cambio.  Cuando a ella le llegue el momento de aprender a leer, el uso de un aparato digital para leer libros le resultará el acto más natural del mundo.  De hecho, lo que le parecerá raro será leer libros de papel.  Y estoy seguro que me preguntará algún día: “papá, ¿de verdad en tu juventud cuando fuiste a la escuela tenías que cargar con tantos libros pesados de esa tecnología anticuada, el papel?”.

Lecciones de carnaval


(Artículo publicado en Revista Agenda, febrero de 2012)

Este mes de febrero celebramos la fiesta que, según reza el dicho popular, es lo único que los panameños nos tomamos en serio: el carnaval.  Creo que dicha fiesta, además de mucha alegría, juerga y la inevitable resaca, también puede enseñarnos unas cuantas lecciones sobre economía, organización política y eficiencia en la administración.

Interior vs. Ciudad capital

En Panamá se celebra el carnaval en muchas ciudades y pueblos del interior.  Todo el que tenga casa en el interior, o un amigo o pariente con casa en algún poblado en que celebran el carnaval, hace lo que sea para disfrutar en el interior del país los días de carnaval.  En todas partes en que se celebra el carnaval en Panamá, abunda la alegría, el calor, las ganas de agua en el culeco, las coqueterías de los chicos para con las chicas (y viceversa), y el deseo de que no se llegue el Miércoles de Ceniza.  Pero hay un lugar donde indudablemente se celebra el mejor carnaval del país, y ese sitio es la ciudad de Las Tablas, en Los Santos.

Comparemos ahora el carnaval de Las Tablas frente al carnaval que se celebra en la ciudad de Panamá, y estoy seguro que aprenderemos una o dos cosas muy interesantes.

Mientras que en años recientes el carnaval capitalino ha recibido inyecciones de millones de dólares (hace algunos años el presupuesto era de cinco millones, para el carnaval del año 2012 el presupuesto anunciado al momento de escribir este artículo, en enero, es de dos y medio millones de dólares), en Las Tablas entre las dos tunas juntas no le llegan ni cerca a dichos montos.  ¿Cómo entonces es que el carnaval tableño resulta infinitamente mejor que el de la capital?  Ojo, que no se tome esto como una crítica a los carnavales organizados por el actual gobierno.  Al contrario, opino que los carnavales organizados en las últimas décadas por los respectivos gobiernos de turno, han sufrido todos por igual de los mismos males.  De hecho, lo que sí hay que reconocerle al actual gobierno es que está destinando al carnaval capitalino un presupuesto menor que en años anteriores le destinaban otros gobiernos.  Esto es bueno porque el carnaval gubernamental es un modelo de ineficiencia.

Interés vs. Desinterés particular

En Las Tablas, el carnaval es una vieja tradición que, además, envuelve una rivalidad genuinamente folclórica, como la que tienen entre sí las tunas de Calle Arriba y Calle Abajo.  Dicha rivalidad carnestoléndica es de muy vieja data, y conduce a una sana (y a veces no tan sana) competencia entre las dos tunas, para granjearse la simpatía del pueblo, que desde hace décadas además recibe oleadas de visitantes del resto del país y hasta del extranjero durante los cuatro días del carnaval.

El punto aquí es que un pueblo que no está ni entre las primeras diez ciudades del país en importancia económica ni población, regala durante el carnaval a sus visitantes, un derroche de lujo y alegría que ningún otro carnaval del país puede igualar.

En cambio, en la ciudad capital, el carnaval es desde hace años organizado por el gobierno de turno, y costeado mayoritariamente con fondos de las arcas del Estado.  Pero reina la desidia, la improvisación y el cortoplacismo que siempre reina en los proyectos en que el Estado mete su mano.  Vemos que los carnavales capitalinos se organizan siempre con muy poca antelación, si acaso uno o cuando mucho dos meses.

En Las Tablas, en cambio, apenas termina el carnaval cada una de las tunas comienza a organizarse para el carnaval del año siguiente, incluso designando formalmente a la respectiva reina días o semanas después de terminado el carnaval.  Las tunas, entonces, comienzan la preparación del calendario de actividades para recaudación de fondos, actividades cuya ejecución comienza casi enseguida.

La verdad sea dicha: el carnaval de la ciudad capital no siempre fue el modelo de mediocridad que es desde hace años.  Desde que comenzó a celebrarse a inicios de Siglo XX hasta y por mucho tiempo, según nos relatan nuestros viejos, el carnaval de la capital tan bueno que gozaba de fama internacional.  Pero en esos tiempos el carnaval de la capital era organizado de manera privada.

Todo esto me lo cuentan, repito, porque yo nací cuando ya esa tradición en la capital había sido perdida.  Pero desde hace pocas décadas, que se ha retomado la iniciativa del carnaval en la capital, sólo que ahora organizado y financiado por el gobierno de turno, el carnaval de la ciudad de Panamá no atrae a nadie, y de hecho todo el que puede emigra temporalmente hacia algún pueblo interiorano como Las Tablas, Chitré, Penonomé, Dolega, Pedasí, Los Santos, u otros tantos que celebran el carnaval con mucho menos presupuesto que el gubernamental, pero con mucho más ánimo y participación genuina del pueblo.

Subsidiariedad

Todo lo anterior nos da otra lección, cual es el Principio de Subsidiariedad.  Todo lo que un ente menor pueda hacer de manera efectiva, debe hacerse a ese nivel y no a un nivel mayor.  Es decir, si una actividad puede ser organizada bien por la comunidad local, no debe organizarla el gobierno nacional.  No sólo por pragmatismo, sino porque el resultado final será siempre muy disímil, pues a medida que más se aleja la organización de algo, de los verdaderamente afectados, menos se parece el producto final a lo que éstos necesitan o desean.  Los carnavales en nuestro país son, así, un gran ejemplo de cómo las soluciones para la gente deben generarse, en la medida de lo viable, desde abajo y no planificadas ni impuestas desde arriba.

Una sugerencia

Sería bueno que el Gobierno Nacional en algún momento considere salirse de la organización de asuntos de carnaval, y ceda el terreno para que vuelva a ser el sector privado que organice el carnaval de la ciudad capital.  Recuerdo que en la década de 1980 hubo un serio esfuerzo en este sentido, con varios años de carnavales que resultaban bastante buenos, y prometían mucho para el futuro si esto se hubiese mantenido.  Lamentablemente, llegó la crisis política y económica de finales de dicha década y la iniciativa nunca fue retomada por el sector empresarial, ni después de la recuperación de la democracia y la vuelta a la normalidad.  Y luego en algún momento a alguien en algún gobierno de turno, no recuerdo cuál, se le ocurrió la desastrosa idea de que el Gobierno Nacional, que tan malo ha demostrado ser en administrar el agua potable, la recolección de la basura, los servicios de salud y tantas otras cosas, se metiera, para colmo de males, a organizar carnavales.  Basta echar un vistazo a la Gran Terminal Nacional de Transporte el viernes que hace víspera del carnaval, para comprobar que el carnaval oficial es un fracaso.

La sociedad anónima


(Artículo publicado en Revista Agenda, diciembre de 2011)

La sociedad anónima, cuya esencia es la responsabilidad limitada del accionista, es uno de los inventos jurídicos más transcendentales de nuestra civilización occidental.  Sin la sociedad anónima, olvídese de la Revolución Industrial tal como se desarrolló, y olvídese también del enorme y sin precedentes crecimiento económico del Siglo XX y posterior.

Limitación de responsabilidad

Antes de la (británica) Ley de Compañías de 1844 (The Companies Act 1844), cuando dos o más personas se asociaban y aportaban industria y/o capital para desarrollar una empresa, formaban una sociedad mercantil en la que todos los socios eran solidariamente responsables, hasta la totalidad de sus respectivos patrimonios, por las deudas de la sociedad.  Muchas empresas se desarrollaron así de manera exitosa.

Pero con la Revolución Industrial llegó la época de los megaproyectos de inversión a largo plazo.  Obras de infraestructura como construcción de canales (incluídas la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez, y la Compañía Universal del Canal Interoceánico de Panamá), ferrocarriles, las compañías de telégrafos y luego de telefonía, así como las compañías eléctricas, desde mediados del Siglo XIX en adelante, requerían enormes sumas de dinero que requería de muchos inversionistas.

La razón es doble.  Por un lado, como se trataba de obras muy intensivas en capital que, además, eran a muy largo plazo (la construcción del Canal de Suez, por ejemplo, tomó más de diez años desde que se inició la planificación hasta que pudo navegar el primer buque).  El largo plazo hace que un préstamo sea inapropiado, pues el tener que pagar intereses durante tanto tiempo, sin generar ingresos con que pagarlos, encarecería demasiado la obra, en muchos casos haciéndola económicamente inviable.  Así las cosas, se requería inversionistas que estuviesen dispuestos a arriesgar capital a cambio de participación en las eventuales ganancias.

El problema es que, como dentro del marco de la sociedad colectiva tradicional, todo inversionista se hacía solidariamente responsable de las deudas de la sociedad, muy poca gente (en realidad, casi nadie) estaría dispuesta a invertir capital en una empresa en la que hay literalmente miles de socios, y sobre la que no tiene ningún tipo de control.  Ello equivaldría a girar un cheque en blanco a la orden de los directores de la sociedad, y no conozco mucha gente que guste andar girando cheques en blanco.

En esto radica la ventaja de la sociedad por acciones, que limita la responsabilidad de cada accionista al monto de dinero que se haya comprometido a aportar al suscribir las acciones (de hecho, al menos en el caso de las acciones al portador, el capital es dado por el accionista de manera íntegra, al momento de suscribir sus acciones).  Sólo así la gente está dispuesta a invertir en una empresa sobre la que no tiene control.  Su activo no es el activo de la empresa, sino las acciones, representadas en certificados fácilmente negociables.

Diversificación de riesgos

La limitación de la responsabilidad del accionista resultó también en que, precisamente porque ahora el riesgo del inversionista estaba limitado a una suma de dinero determinada, éste podía entonces invertir en empresas en que no tenía ninguna vinculación personal, más allá de su estrictamente económico aporte de capital.  Un abogado que nada sabe de líneas ferroviarias ni de su administración, ahora podía invertir parte de sus ahorros en una compañía de ferrocarriles.  El abogado logra entonces una diversificación de sus inversiones y, por tanto, de sus riesgos empresariales.
Exponencial aumento del capital

El abogado del ejemplo anterior, y también el maestro de escuela, y el médico, y el arquitecto, etc., invertirán ahora sus ahorros, en vez de guardarlos bajo el colchón.  Aquí es donde se desarrolla el enorme potencial del capitalismo.  Porque capital no es lo mismo que ahorro.  El dinero ahorrado bajo el colchón, o enterrado en el patio como se hacía antes, no es capital.  El ahorro se convierte en capital sólo cuando es invertido con el objetivo de generar ganancias.  Y la sociedad por acciones, con su limitación de la responsabilidad del accionista, es uno de las innovaciones fundamentales que permitieron el desarrollo del capitalismo.

Lo que, a su vez, permitió el sin precedentes mejoramiento de la calidad de vida en Occidente (y luego al resto del mundo que adoptó las innovaciones jurídicas y el sistema de mercado de Occidente).

El problema de las externalidades

Pero no existe nada en el mundo que sea perfecto.  La sociedad por acciones y su responsabilidad limitada, pueden generar algunos incentivos perversos en algunos casos.  Un ejemplo clásico sería tener una empresa de transportes, que tenga cada uno de sus vehículos bajo sociedades anónimas diferentes y separadas, de tal manera que si el vehículo colisiona y genera daños sustanciales a la propiedad ajena, el resto de la flota no se ve comprometida y estos empresarios podrían entonces burlar así su responsabilidad civil frente a los terceros a quienes han causado daños.  Este peligro no es mera teoría.

Se genera así una externalidad negativa, que es el nombre que los economistas dan al fenómeno en que una persona (o varias) pueden transferir los costos de sus actividades a terceros, mientras que mantienen los beneficios para ellos.  Las externalidades negativas son un problema porque, dado que quien incurre en la actividad socialmente destructiva no percibe los costos, pero sí los beneficios, dicha persona tiene un incentivo económico a incurrir en tales actividades socialmente destructivas.  La contaminación y destrucción ambiental es un ejemplo de actividad con externalidad negativa, como lo es la delincuencia.

Una forma de contrarrestar el peligro de las externalidades negativas, en el contexto de la sociedad anónima, es mediante la exigencias especiales en ciertas actividades particularmente propensas a las externalidades negativas.  Ejemplo, como ya se ha hecho en nuestro país, hacer obligatorio que todo vehículo automotor esté cubierto mediante una póliza de seguro de daños a terceros.  O en el caso de actividades comerciales con alto riesgo ambiental, la exigencia de fianzas, o de pólizas de seguro contra los riesgos ambientales en cuestión.

Conclusión

Como dije antes, la sociedad anónima o sociedad por acciones es una de las innovaciones jurídicas más grandes e importantes de Occidente.  Por las razones arriba desarrolladas, la sociedad anónima ha permitido, en conjunto con otros factores, el extraordinario mejoramiento en la calidad de vida que la Humanidad ha experimentado desde la Revolución Industrial.  Muchas veces olvidamos, o más bien damos por sentado, aquellas cosas que nos permiten la extraordinaria riqueza que disfrutamos hoy, y que la Reina Victoria de Inglaterra ni siquiera pudo imaginar (la Reina Victoria jamás en su vida imaginó la Internet, la televisión ni la cirugía laparoscópica).  Es importante conocer que algunos de los más importantes y trascendentales inventos de la Humanidad, han sido innovaciones jurídicas.  La sociedad anónima y la responsabilidad limitada por acciones, es una.

No olvide testar


(Artículo publicado en Revista Agenda, noviembre de 2011)

Uno de los aspectos fundamentales en la estructuración de un patrimonio personal o familiar, es la planificación de la sucesión intergeneracional de dicho patrimonio.  El testamento es una de las herramientas jurídicas más útiles para dicho objetivo. Veamos algo de esto.

Sucesión testamentaria vs. Intestada

En primer lugar, cuando una persona muere, para la sucesión de su patrimonio (activos y pasivos) debe iniciarse un proceso judicial de sucesión.  Será una sucesión testamentaria si el difunto ha dejado testamento válido, e intestada si no lo ha dejado.  Si es intestada, el patrimonio será adjudicado a las personas que están en la línea de sucesión establecida por la ley (cónyuge y descendientes; si no hay ninguno, entonces parientes en línea ascendiente; si tampoco hay, entonces hermanos, y por allí nos vamos).

Dado que la enorme mayoría de las personas desean dejar sus bienes a su cónyuge e hijos, es muy común que las personas no se preocupen por hacer testamento.  Pero el testamento no es sólo para dejar bienes a personas distintas de quienes sucederían en caso de uno fallecer sin haber testado.  El testamento cumple muchos otros propósitos.  Entre ellos, el poder nombrar albacea, figura que facilita enormemente la administración de la herencia mientras dure el proceso sucesorio.  Esto es tanto más importante cuando hay bienes que, en caso de ser desatendidos por prolongados períodos de tiempo, pueden perecer o deteriorarse, cosa que resultaría en perjuicio de todos los herederos.

Adicionalmente, el testamento ofrece la facilidad de establecer legados, que son regalos sobre bienes específicos, que el testador deja a personas determinadas.  Por ejemplo, puede que usted quiera dejar su patrimonio a su cónyuge e hijos por igual, pero desee dejar su colección de monedas a su sobrino Juancho, porque ni su cónyuge ni sus hijos se han interesado jamás por la Numismática, en tanto que Juancho sí es un serio coleccionista.

Libre disposición

Al testar, una persona puede disponer libremente de su patrimonio.  En Panamá no existe herencia forzosa como en otros países, en que la ley obliga a dejar la mayor parte del patrimonio propio, a aquellas personas que heredarían en una sucesión intestada.  En Colombia, por ejemplo, la parte del propio patrimonio de la que uno puede disponer libremente, es sólo una cuarta parte (25%). Panamá tiene un sistema de libre disposición, como los países anglosajones, y la única limitación es que, si el testador tiene dependientes (i.e. hijos menores), puede disponer de su patrimonio, pero la ley lo obliga a dejar a tales dependientes al menos lo suficiente para cubrir sus alimentos legales.

Otras cláusulas

Hay otras disposiciones que puede el testador contemplar en un testamento.  Por ejemplo, hablando de los dependientes que deja el testador, éste puede en el testamento nombrar tutor para sus hijos menores, o para aquellas personas incapaces que dependen de él.  También puede establecer condiciones, tanto para sus herederos como sus legatarios, de tal modo que sólo reciban si se ha cumplido la condición establecida en el testamento.

Tipos de testamento

Básicamente son: el testamento ológrafo, escrito y firmado de puño y letra del testador; el testamento abierto, constituido ante notario, quien lo eleva a escritura pública y lo inserta en el protocolo notarial; y el testamento cerrado, caso en que el testador confecciona su testamento, lo firma y lo inserta en un sobre, que luego sella o hace que el notario selle, sin que éste o cualquier tercero sepa su contenido.  En este último caso, el sello del notario en el sobre es lo que da fe que dentro del sobre está contenido el testamento del otorgante.

La ventaja del testamento cerrado sobre el abierto es que su contenido es totalmente confidencial y sólo es conocido en proceso testamentario, al fallecimiento del testador.  Así se evita el testador tener que explicar por qué dejo qué a quién.

En fin, el testamento es un instrumento que toda persona debería contemplar para no dejar dolores de cabeza a sus seres queridos, cuando le toque emprender el viaje que con toda seguridad todos los seres humanos algún día emprenderemos.  Consulte a su abogado y no lo deje para después.  Recuerde que nadie sabe cuándo le toca.

El mito malthusiano


(Artículo publicado en Revista Agenda, octubre de 2011)

La idea que el planeta tiene ‘demasiada’ gente, y que dicha sobrepoblación constituye generador de pobreza, es la base de lo que se conoce como la Catástrofe Malthusiana (por Thomas Robert Malthus).  Es una idea tan falaz como extendida.

La esencia del argumento malthusiano es el siguiente: la población aumenta de manera geométrica, en tanto la producción de alimentos aumenta de manera aritmética.  Esta presión por producir más alimentos llevaría a la explotación de tierras adicionales, pero había que asumir que las mejores tierras ya estaban siendo explotadas y que las nuevas serían siempre marginalmente menos productivas.

Malthus publica su teoría en 1798.  Más de doscientos años después, la población mundial que entonces era de aproximadamente 980 millones de personas, hoy día se estima en 6,950 millones.  Sin embargo, es evidente que la calidad de vida que disfrutamos hoy día es incalculablemente mejor que la de entonces.  Aún las poblaciones más rezagadas del mundo hoy, ciertamente no viven peor que hace doscientos años.

¿Por qué fracasó la predicción malthusiana?

Premisa equivocada #1: productividad constante

La principal premisa implícita de la Catástrofe Malthusiana es que la tecnología de producción de alimentos se mantiene constante.  Es hasta cierto punto comprensible que Malthus asumiera esto, pues hasta unos cien años antes de su época, los medios y técnicas de producción agrícola eran esencialmente los mismos que en la Edad Media, época que a su vez era no mucho más avanzada y productiva que la romana (la rotación de cultivos fue uno de los pocos avances en técnicas de cultivo, surgidas en la Edad Media).

Pero las cosas comenzaron a cambiar en el Siglo XVIII, con inventos como el arado Rotherdam.  El avance tecnológico se aceleró en el Siglo XIX con inventos como la trilla mecánica (que permitió separar de manera mecánica, el grano de la paja, en la cosecha de cereales como el trigo).  Y en el pasado Siglo XX la tecnología agrícola continuó acelerando sus avances aún más.  Entre otras cosas, el continuo mejoramiento de los fertilizantes químicos; el uso de plaguicidas; la continua mecanización de las tareas agrícolas con maquinaria cada vez más productiva, y el creciente mejoramiento genético de las semillas.

Basta ver ciertas tendencias demográficas durante el Siglo XX para confirmar esto.  En 1900 en los Estados Unidos, el 41% de la fuerza laboral estaba en el sector agrícola.  Para el año 2000, menos del 2% de la fuerza laboral estaba en dicho sector.   Sin embargo, la productividad por hectárea sólo ha aumentado, en todos los tipos de cultivos.

Premisa equivocada #2: tendencias demográficas constantes

La otra premisa equivocada, es que la población continuaría creciendo de manera geométrica en todas partes.  Sin embargo, con la urbanización de la población, ésta se vuelve menos prolífica en reproducirse.  Es un fenómeno universal que cuando las familias se mueven del campo a la ciudad, su tasa de natalidad se reduce notablemente.  En los Estados Unidos la tasa de natalidad es hoy día básicamente la tasa de mantenimiento natural (2.1 hijos por mujer).  En varios países de Europa y en Japón, de hecho, la tendencia es hacia una reducción de la población.  Esto, porque como dice el médico, académico y estadístico sueco Hans Rosling, en el campo los hijos son un activo, pero en la ciudad son un pasivo.

Así, a medida que la población mundial continúa mudándose a las ciudades, el crecimiento poblacional irá reduciéndose, y es previsible que llegue un momento futuro en que la población mundial se estabilice.

Conclusión

Las poblaciones humanas que siguen viviendo en extrema miseria en el mundo, principalmente en África, y algunos países asiáticos como Bangladesh y gran parte de la India, sufren de dicha condición, no por sobrepoblación, sino por seguir estancados en sistemas económicos con métodos productivos primitivos.  La adopción de un modelo de economía libre, con respeto a la propiedad privada, generaría rendimientos rápidamente crecientes y fenómenos demográficos similares a los experimentados en el mundo desarrollado y en países emergentes como el nuestro.  Su miseria, por tanto, se debe a factores que nada tienen que ver con sobrepoblación.  En todo caso, la llamada sobrepoblación es consecuencia, y no causa, de su lamentable atraso económico y tecnológico.