Crisis de deuda soberana


(Artículo publicado en Revista Agenda, septiembre de 2011)

En julio pasado, nuevamente la Unión Europea (UE) ha tenido que salir al rescate de Grecia, luego que en 2010 tuvieran que crear un fondo para el salvataje financiero de Grecia y otros Estados europeos. Eventualmente, sin embargo, Grecia incurrirá en una suspensión de pagos, pues a estas alturas, es evidente que no puede de modo alguno repagar su deuda.  La pregunta es: ¿será el único o sólo el primero de varios en Europa?

Grecia tiene ahora una relación deuda/Producto Interno Bruto (deuda/PIB) de aproximadamente 160%.  Dicha ratio se ha disparado y sigue aumentando, por una combinación de dos factores: i) ingresos fiscales drásticamente reducidos, y ii) un acelerado encarecimiento del servicio de su deuda.  Al momento que escribo este artículo, a inicios de agosto, la tasa de interés que Grecia tiene que pagar por los bonos con vencimiento a dos años, que tiene que emitir para hacer frente a sus gastos, es de 26% anual.  Cuando un Estado tiene que pagar esa tasa de interés para endeudarse a corto plazo, está en graves problemas.

Peligro de contagio

La economía griega constituye apenas aproximadamente el 2.5% del PIB de la UE.  Pero un cese de pagos de parte del estado griego tendría consecuencias que reverberarían en todo el sistema financiero europeo (y fuera de Europa).  ¿Recuerda la caída de Lehman Brothers?  Fue precisamente una quiebra que reverberó en los balances de otros bancos, aseguradoras y entidades financieras, que se multiplicó rápidamente hasta que en cosa de días el mundo estuvo al borde de un colapso financiero de enormes proporciones.  Y es tal la razón por la que tanto el Banco Central Europeo (BCE) como la propia Comisión Europea, están buscando a toda costa evitar el colapso de la deuda griega.  Los bancos en Europa, particularmente en países como España, Irlanda, Inglaterra, están ya bastante golpeados en sus balances, debido al colapso de las burbujas inmobiliarias y las quiebras dadas en 2008 y 2009.

Grecia no está sola en Europa

Acompañan a Grecia en problemas fiscales por altos déficit, Portugal, Irlanda, Italia y España (los llamados P.I.I.G.S., por sus siglas en inglés). Los casos de España e Italia no son tan graves en números, como los de Grecia, pero los bonos de tales países están conllevando primas importantes en los mercados de deuda, indicio que los inversionistas no descartan un agravamiento de sus situaciones fiscales a corto o mediano plazo.

España e Italia son importantes porque, a diferencia de Grecia, sus economías tienen un peso considerable dentro de la Unión Europea.  Demasiados bancos en toda Europa tienen en sus balances, bonos de estos países.  Si España o Italia llegasen a incurrir en cese de pago de sus deudas, el efecto dominó sobre los balances de entidades financieras en toda Europa, tendría el potencial de llevar a una crisis financiera de insolvencia, como la provocada por la caída de Lehman Brothers.

Prognosis

Estos altos niveles de endeudamiento son sólo en parte el resultado de las políticas de salvataje financiero con que los gobiernos occidentales reaccionaron ante la crisis financiera de 2008.  El problema venía de antes, pues en épocas de auge económico los Estados tienden a inflar su gasto de manera desproporcionada, y cuando llegan las vacas flacas, al Estado le resulta difícil ajustarse el cinturón. Ahora, con las economías estancadas y hasta en contracción en términos reales, la carga de la deuda pública y su servicio se hace más pesada.  A medida que aumentan las tasas de interés en el mercado, como lo está experimentando ya Grecia, España e Italia, el costo de dar servicio a la deuda aumenta.  Es una bola de nieve que amenaza a muchos países y la economía mundial.  Los llamados indignados en Europa, protestan contra los programas de austeridad que, lamentablemente, son necesarios para afrontar este problema.  La medicina es amarga, pero si no se toma ahora, será peor después.

(Taxi) no voy


(Artículo publicado en Revista Agenda, agosto de 2011)

La calidad del servicio de taxis en Panamá es deficiente.  La explicación a gran parte del por qué de las muchas deficiencias, está en que se trata de un servicio altamente regulado.  Una buena dosis de libre mercado permitiría mejorar el servicio de manera notable.

Cupos: restricción de la oferta

El servicio de taxis tiene una serie de camisas de fuerza con los que lidiar, desde los cupos hasta la tarifa (regulación de precios).  El sistema de cupos es una restricción artificial de la oferta.  En lugar de permitir que el mercado funcione, ajustando la oferta para satisfacer la demanda, el sistema de cupos impide dicho ajuste natural.  La restricción artificial de la oferta genera escasez.  Es por esto que usted no puede conseguir un taxi que lo lleve a destino, a ciertas horas que son precisamente cuando más lo necesita.

Tarifa = regulación de precios = escasez

La tarifa oficial para el servicio de taxis, en la ciudad de Panamá, es un resabio de la época en que se consideraba que el Estado debía regular los precios de los bienes y servicios que el consumidor necesita.  La tarifa vigente, además, es anacrónica, pues data de la década de 1990, cuando la gasolina oscilaba entre $1.50 y $1.80 por galón.  El creciente precio de la gasolina, que es el principal costo operativo para un taxi, ha ido cerrando el margen de ganancias para el taxista.

La combinación de los factores antes mencionados, genera efectos nocivos, que son la queja de los ciudadanos a diario.  Principalmente el “no voy”, pero además otros como el manejo desordenado (la tarifa irrealista constituye un incentivo a que los taxistas busquen métodos para mantener algún margen de ganancia.  El juega vivo y el manejo desordenado, son algunos de esos métodos.)

Tarifa inflexible

La tarifa se basa en zonas, y artificialmente trata de equiparar carreras muy disímiles. Pero evidentemente, dentro de una misma zona hay unas áreas más embotelladas que otras. En libre mercado, el taxista y el usuario podrían negociar la remuneración que aplicará a la carrera en particular. Pero al no tener el taxista la flexibilidad para negociar la tarifa, su única opción es negarse a aquellas carreras en que la tarifa no le cubre ni la gasolina, o que le representarán un costo de oportunidad.

Ejemplo: usted es taxista, y se encuentra por la Calle 50 a las 5 de la tarde un día de semana.  Un transeúnte le pide que lo lleve a El Dorado.  Según la tarifa, es $1.50 por dicha carrera.  A esa hora la carrera le tomará no menos de media hora.  En media hora, con el motor encendido, usted estará consumiendo bastante combustible.  Al final, el dólar con cincuenta no le cubre la gasolina que consumirá, ni qué decir del costo de oportunidad.  En cambio, si usted dice “no voy” al ciudadano, más adelante se encontrará con alguien que va a otro punto allende la misma Calle 50.  Resultado: usted ahora sí toma la carrera, porque en vez de media hora, en diez minutos la habrá terminado y habrá cobrado $1.25.  Veinticinco centavos menos en ingresos, pero mucho menos gasolina y tiempo consumidos.  La primera carrera no era rentable, la segunda sí lo es.  He allí el por qué del “no voy”.  Nadie se mete a un negocio para perder dinero ni tiempo.  Mientras uno insista en que el taxista haga eso, seguirá escuchando “no voy”.

La solución

El sistema de cupos debe ser reemplazado por uno de licencias, en que se establece una serie de requisitos objetivos y razonables, para garantizar un mínimo de fines (seguridad y responsabilidad en los daños a terceros), y se expide una licencia de taxi a todo el que cumpla con los requisitos, sin un número finito de cupos.  La tarifa se elimina, y que cada taxi establezca su propia tarifa, ya sea por distancia recorrida o por tiempo de duración de la carrera, y se hace obligatorio que anuncie dicha tarifa de manera visible en la parte exterior de su vehículo (ejemplo: $0.35/Km.; $1.50 carrera mínima). El panameño tiene que entender que no va a recibir un servicio de Cadillac a precio de carreta.


Riesgos de inversión


(Artículo publicado en Revista Agenda, julio de 2011).

Toda inversión tiene una variedad de riesgos a los que se enfrenta, que pueden resultar en la pérdida total o parcial del capital invertido, y/o de los retornos esperados. Es crucial que todo inversionista conozca y se familiarice con los diversos tipos de inversión, para hacer una evaluación apropiada de los riesgos a los que se expone con cada inversión, y así poder administrar mejor dichos riesgos.

El espacio de este artículo no es suficiente para tratar todos los tipos de riesgo de inversión que existen, pero podemos ver de manera general, al menos algunos de los más importantes.

Riesgo de crédito

Es el riesgo que un acreedor pierda dinero, como resultado de que un deudor incumpla pagos acordados de la deuda (ya sea intereses, capital o ambos).  Cualquier evento de incumplimiento se conoce en el mundo financiero se conoce más como un impago de deuda, y abarca no sólo la falta total o parcial de un pago programado, sino también situaciones en que el pago es realizado íntegro, pero en fecha tardía (la pérdida en este caso para el acreedor va por una reducción de su flujo de caja, además del costo de oportunidad).

Este riesgo es relevante respecto de títulos que representen obligaciones crediticias, como bonos, notas, valores comerciales negociables, certificados de depósito.  Es un riesgo controlable mediante el uso de herramientas de evaluación financiera, como las razones financieras (ratios), que permiten hacer estimaciones cuantitativas del mayor o menor riesgo de crédito de una empresa y por tanto de sus emisiones de deuda (principalmente razones de apalancamiento, que miden qué tan endeudada está la compañía versus los activos, o versus el capital con que cuenta).

Y aparte, está la diversificación: no invertir toda la cartera (ni más allá de un determinado porcentaje prudencial) en el mismo título ni en títulos del mismo emisor.

Riesgo de liquidez

La liquidez de un activo, se refiere a la mayor o menor facilidad con que dicho activo puede ser vendido en el mercado con rapidez, y por tanto convertido en dinero efectivo, sin tener que hacerlo a un precio sustancialmente inferior a su valor de mercado.  En el caso de instrumentos financieros que se negocian en mercados organizados (bolsas), y sobre las que se da regularmente un alto volumen de transacciones, es decir, hay mucha gente siempre dispuesta a comprar y mucha gente dispuesta a vender, se dice que hay liquidez.  La principal ventaja de esto es que, al haber gran demanda y oferta, el spread (diferencia entre el monto de la oferta más baja de venta menos el monto de la oferta más alta de compra) se reduce y a unos pocos centavos.

El riesgo de iliquidez, en el contexto de inversiones, consiste en la posibilidad de que, al momento que el inversionista tenga que deshacerse de un activo en particular, dicho activo no tenga una demanda importante en el mercado y como consecuencia no se pueda liquidar, o que se pueda liquidar pero teniendo que hacerlo a un precio susancialmente por debajo de su valor estimado de mercado.  Ejemplo: un número X de acciones de AAPL (Apple, Inc.,) tiene una gran liquidez en la bolsa de NASDAQ, ya que puede venderse en cuestión de segundos, a valor de mercado; en tanto que una residencia se considera bastante ilíquida, dado que encontrar comprador para una casa, a precio cercano a su valor de mercado estimado, es algo que normalmente puede tomar meses o hasta años.

Riesgo de mercado

Consiste en el riesgo de que el valor de mercado de una cartera se vea mermado ante una baja  reducción generalizada en los precios de instrumentos financieros en los mercados respectivos.  Es decir, el riesgo que una cartera pierda valor, no por circunstancias peculiares a los instrumentos contenidos en dicha cartera, sino debido a una merma del mercado en general (bear market).  Tradicionalmente se considera que este riesgo no es diversificable, es decir, la mera diversificación de cartera no sirve para mitigar este riesgo, debido precisamente a que se da cuando el mercado en general está en retroceso.

Por ejemplo, una cartera compuesta de acciones de compañías, puede ver reducido su valor ante un mercado bajista (bear market) generalizado.  Un mercado a la baja no necesariamente implica que todos los instrumentos que allí se negocian están a la baja, sino que en general, el promedio de los valores cotizados en dicho mercado, están a la baja.  Es por esto que este riesgo no es diversificable, que no es lo mismo que decir que no sea posible manejarlo.

Una manera efectiva de proteger una cartera frente al riesgo de mercado, consiste en el uso de contratos de opciones sobre instrumentos indiciarios del mercado en el que se está participando.  Por ejemplo, si tengo una cartera compuesta principalmente con acciones de compañías norteamericanas, puedo comprar Puts (opciones de venta) de instrumentos derivados del SP 500 (índice que lista las quinientas compañías norteamericanas más representativas del mercado accionario, a juicio de Standard & Poor’s.).

Riesgo operacional

Si usted invierte en acciones, usted está expuesto a riesgos operacionales de cada una de las compañías en que tiene acciones.  El riesgo operacional es el de sufrir pérdidas con motivo de procesos, personal o sistemas inadecuados o fallidos, o por eventos de carácter exógeno.  Por ejemplo, si tiene usted acciones en una compañía aérea X, y por cualquier motivo un buen día la fuerza laboral sindicalizada de dicha compañía decide irse a huelga, usted experimentará pérdidas (lo más probable es que el precio de la acción de dicha compañía sufra mermas importantes en el mercado en que se negocie) debidas al riesgo operacional.

En cuanto a factores externos que pueden generar pérdidas poner riesgo operacional, está por ejemplo la posibilidad de que disputas con proveedores cruciales tenga por efecto la suspensión del proceso productivo en alguna de las líneas de producción.  El riesgo operacional es diversificable.

Riesgo país

Si tengo acciones en una compañía minera con importantes operaciones en algún país suramericano, por ejemplo, y un buen día el gobierno de dicho país decide nacionalizar las operaciones mineras, la compañía sufrirá pérdidas y, por tanto, el precio negociado de la acción también sufrirá.  Hay actividades que son más susceptibles que otras, al riesgo país, como por ejemplo, la actividad minera.  El riesgo país es, por supuesto diversificable.

Resumen

Los antes expuestos riesgos no son los únicos tipos de riesgo financiero.  Están entre los más importantes, pero hay otros riesgos con los que debe familiarizarse todo el que desea invertir en mercados organizados.  Algunos de estos riesgos son más manejables que otros, y algunos no tanto.  Pero lo importante es recordar que invertir y apostar son dos actividades totalmente distintas.  La primera es una en la que se está consciente de los riesgos, y se establecen estratagemas racionales para su mitigación.


No suma cero

(Artículo publicado en Revista Agenda, Panamá, ed. de junio de 2011)


Un concepto muy arraigado, pero totalmente equivocado, es el de que la economía es un juego de suma cero, en el que la riqueza de unos se debe a la pobreza de otros. Esta idea está implícita en el discurso de quienes se preocupan demasiado por lo que llaman la ‘desigual distribución de la riqueza.’

Ganar-ganar

Cuando dos personas libres, voluntariamente deciden entrar en una transacción recíproca, necesariamente tengo que asumir que cada una de ellas lo hace porque considera que dicha transacción le beneficia. Si una de las dos personas considerase que la transacción terminará perjudicándola, sencillamente no entraría en la transacción. Ojo, no estoy diciendo que necesariamente ganarán en la transacción ambas partes, pero sí que, ex ante, ambas consideran que ganarán. Es decir, se trata de un juego que no suma cero. El vendedor no se enriquece a costa del comprador. El que compra, lo hace porque considera que eso que compra le traerá beneficios.

División del trabajo

Nadie produce por producir. La producción no es un fin en sí mismo. Todos producimos para poder consumir, ya sea en el futuro inmediato o en el mediato. En una economía de intercambio, donde nadie produce todo lo que necesita, sino que se especializa en la producción de una determinada clase de bienes o servicios, y luego los intercambia en el mercado por los demás que necesita (a través del uso del dinero), el intercambio es precisamente lo que permite la división del trabajo que a todos nos enriquece, porque dicha división del trabajo multiplica la capacidad productiva de la sociedad.

Si reconocemos que la división del trabajo es fundamental para que el ser humano pueda gozar de una calidad de vida por encima de la mera subsistencia bestial, debemos reconocer entonces que el intercambio es también algo que favorece dicho mejoramiento de la calidad de vida general en la sociedad. No hay división del trabajo sin intercambio, y viceversa.

¿Y qué hay del engaño?

Obviamente, en el caso de una transacción en que una de las partes engaña o estafa a la otra, sí hay un juego de suma cero. Si, por ejemplo, Juan ofrece a Pedro un auto usado y le hace ver que el auto tiene sólo diez mil kilómetros recorridos, cuando en realidad tiene doscientos mil kilómetros, Pedro está entrando en la transacción con base en el engaño y, por tanto, es de presumirse que de no mediar el engaño, Pedro no compraría el auto, o en todo caso lo compraría a un precio diferente del que está pagando. Cuando una de las partes en una transacción emplea el engaño como carnada para hacer que otra persona compre algo que no compraría si supiese la verdad, está incurriendo esencialmente en una estafa.

La estafa, el engaño y las prácticas comerciales de integridad dudosa en general, sí resultan en una pérdida de riqueza para una de las partes. Precisamente por ello es que dichas actividades no son premiadas ni avaladas por el sistema jurídico. Ni son premiadas en el mercado. Cuando una empresa se dedica a vender productos falsificados, por ejemplo, está comprometiendo su propio nombre comercial, el cual más temprano que tarde se verá asociado en las mentes de los consumidores, con dichas prácticas comerciales inescrupulosas. Esto, a su vez, le hará cada vez más difícil lograr el favor de los consumidores. En algún momento tendrá que cerrar tienda y dedicarse a otra cosa.

En cambio, la empresa que siempre se preocupa por mantener altos estándares de calidad en sus productos, en su atención a clientes, en su servicio, generará cada vez más satisfacción en sus clientes. Y un cliente satisfecho es un cliente que regresará una y otra vez a comprarte. Esta es la manera como el mercado premia la excelencia y castiga la deficiencia.

Obviamente, es requisito esencial que ambas partes en la transacción sean propietarios legítimos de aquello que están ofreciendo en la transacción. Que el vendedor sea dueño de lo que está vendiendo, y el comprador dueño del dinero con que pagará el precio.

¿Distribución de riqueza?

Y en el sistema de división del trabajo, aunque todos salimos ganando, jamás habrá igualdad absoluta de resultados. A medida que una sociedad se hace más afluente, las diferencias en capacidad de generación de riqueza se irán acentuando más, de modo que la diferencia de ingresos entre el que más gana y el que menos gana, irá aumentando. La única situación en que la diferencia de ingresos se reduce, es aquella en que la productividad general, y por tanto la calidad de vida de toda la sociedad, se está reduciendo. Sólo en la miseria total de la subsistencia puede haber igualdad de riqueza.

Otra cosa: nunca he sabido dónde queda ese lugar donde hacen las famosas reparticiones de riqueza. Hasta ahora, yo he tenido siempre que producir algo de valor para los demás, de tal manera que estén dispuestos a pagarme, para entonces yo poder comprar lo que necesito. Es decir, en el intercambio se enriquecen más quienes más producen para beneficio de los demás. La riqueza es de quien la produce, y siempre habrá desigual capacidad productiva en la sociedad.

Si separa uno la producción de la distribución, como pretende el sistema socialista, el resultado es precisamente lo que siempre logran dichos regímenes socialistas, que no es más que acabar con la producción, ya sea de manera gradual o acelerada, en proporción directa a qué tan gradual o radical sean las medidas legislativas para redistribuir de manera forzada la riqueza.

Pero más allá de esto, importante es notar que la llamada distribución del ingreso es una distracción. Ese no debe ser el objetivo, sino en todo caso, la condición de vida de la gente. Y hay una realidad insoslayable: donde hay sistemas de propiedad privada, el ciudadano promedio de hoy vive incalculablemente mejor que el Rey de Inglaterra en el Siglo XIX. La Reina Victoria no tenía refrigeradora, ni lavadora, ni calentador eléctrico (o a gas) de agua, ni podía conducir un auto con motor de combustión interna. Ni hablemos ya de Internet.

Conclusión

Fuera de situaciones donde hay uso de la fuerza, estafa u otros tipos de engaño, o la venta de bienes robados, cualquier interferencia de terceros para impedir una transacción, necesariamente pone a las partes en peor situación que si se las dejase en paz. Por más bienintencionada que sea, cualquier intervención para ‘proteger’ a una de las partes impidiéndole transar, logra precisamente el efecto opuesto, es decir, la perjudica. Lo importante es entender que en un sistema de propiedad privada, las transacciones voluntarias entre personas libres, no son una repartición de un pastel de tamaño fijo, sino parte importante de la creación y continuo aumento del tamaño del pastel. Y cada quien tiene derecho a quedarse con la parte que aportó al pastel.

La ventana rota

(Artículo publicado en Revista Agenda, Panamá, ed. de mayo de 2011)

Existen muchas falacias económicas que por alguna razón se constituyen en creencias populares. En Economía, una de las más arraigadas no sólo en mentes de personas no instruidas en la ciencia de la Economía, sino también, sorpresivamente, en muchísimas personas formadas académicamente en dicha disciplina, lo es la llamada falacia de la ventana rota.

Lo que se ve

La paradoja es ésta: un niño en un barrio toma un ladrillo y lo lanza contra la ventana de vidrio de un establecimiento comercial local, rompiéndola. Llegan los vecinos y, al ver la ventana rota, se debaten entre si quien la rompió es un bribón o un benefactor para la sociedad, pues mientras unos argumentan que romper la propiedad ajena es un acto de vandalismo que sólo males puede traer, otros alegan que no hay mal que por bien no venga, y que a fin de cuentas la destrucción de la ventana traerá prosperidad.

Los que sostienen que la rotura de la ventana trae prosperidad, explican que ahora el dueño de la tienda tendrá que ordenar al fabricante de ventanas, que le haga una nueva. El fabricante de ventanas habrá generado una venta que de otro modo no habría hecho, y por tanto tendrá ahora más dinero y parte de ese dinero adicional irá a parar a la economía local, por cuanto el dueño de la fábrica de ventanas, lógicamente, gastará al menos una parte de su nuevo ingreso en bienes y servicios en el mercado.

Reductio ad absurdum

Si romper una ventana genera efectos positivos para la economía, ¿por qué conformarnos con una ventana? ¿Por qué no destruir toda la ciudad o todo un país? Si le solicitamos a un país amigo que nos bombardee la ciudad con su fuerza aérea y la reduzca a escombros, ¿no sería ello aún más estímulo a la economía? Alguien dirá: “¡pero está usted exagerando!”. Ve usted, allí donde llevamos el argumento a sus lógicas consecuencias, entonces algunos reclaman juego sucio. Pero el recurso de llevar un argumento a la amplificación para apreciar mejor sus lógicas consecuencias, es un método reconocido en lógica, y se conoce como reducción al absurdo.

Cuando era presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi se refirió al devastador terremoto que azotó Haití en el año 2010, señalando que era una oportunidad para generar un boom económico en dicho país. Y el economista Paul Krugman, escribiendo en su columna del New York Times, ha señalado recientemente que el terremoto y posterior tsunami que sacudió Japón en marzo de este año, presenta una oportunidad de expansión económica para este país.

Es decir, que no exagero, más bien, sí hay quienes llevan la falacia de la ventana rota a sus lógicas consecuencias, y ni aún así se percatan de que están ante un error de razonamiento. ¿Cómo va a ser que un desastre natural, algo que por definición es destructivo, puede ser confundido con algo constructivo y generador de prosperidad?

Raíz del error

El argumento a favor de la destrucción de la ventana tiene muchas expresiones. Pero la raíz de todas ellas es la creencia de que lo que genera riqueza en una sociedad, es el consumo. Dicha idea forma pilar del modelo de pensamiento keynesiano. Sin embargo, no es el consumo sino el ahorro y la inversión en capital, lo que genera prosperidad. A mayor consumo, menor ahorro y por tanto menor inversión en capital, definido como riqueza utilizada para crear más riqueza (en vez de para ser consumida). El consumo es el objetivo de nuestra actividad económica, es decir, producimos para poder consumir, aún cuando nuestra producción no la consumimos directamente sino que la vendemos para poder comprar otra producción que sí requerimos.

El hecho que no consumimos nuestra propia producción, sino que vendemos ésta en el mercado a cambio de dinero, que luego usamos para comprar la producción de otros y así entonces consumir, no cambia el hecho de que para poder consumir algo, dicho algo primero debe haber sido producido. No se puede consumir lo que no existe. He aquí en esencia la que se conoce como la Ley de Say (por su más famoso expositor, Jean Baptiste de Say). La Ley de Say no es refutada por la existencia del crédito, que permite que alguien consuma sin haber producido, porque incluso ese alguien que consume sin haber producido antes gracias a que alguien le prestó para costear su consumo, necesitó que el prestamista hubiese producido primero aquello que le prestó, o algo que vendió a cambio de dinero que a su vez prestó. Usted puede pedir prestado para comprarse un azadón que usará para producción agrícola, pero aunque usted no haya producido nada para vender y luego con el producto de dicha venta comprar el azadón, más vale que alguien haya producido primero el azadón, pues los azadones inexistentes no sirven para arar la tierra.

Entonces, por Ley de Say, sabemos que para poder consumir algo, ese algo tiene que haber sido producido primero. La riqueza entonces viene del proceso mediante el cual ese algo se produce en primer lugar. Y ese proceso productivo requiere, por fuerza, que recursos sean dedicados a él, que no lo han sido al consumo. Si el dueño del establecimiento comercial tiene ahora que dedicar recursos a comprar una ventana que le rompieron, esos mismos recursos ya no los puede dedicar a emplear a otro dependiente, o a comprar una caja registradora, con los que habría aumentado la productividad de su tienda. En este caso, la destrucción de la ventana lleva irremediablemente a una destrucción neta de riqueza, jamás a lo contrario.

Lo que no se ve

Esto es lo que Frederic Bastiat, economista francés del Siglo XIX, señalaba como el error que surge de la diferencia entre lo que se ve y lo que no se ve. Vemos la nueva venta que hizo el fabricante de ventanas, y su nueva riqueza debida a que el comerciante perdió una ventana al vandalismo. Lo que no vemos, es lo que se dejó de producir, la riqueza que se dejó de generar, precisamente para poder reemplazar la ventana rota. Vemos el nuevo dinero que el ventanero se gasta en el cine o en el supermercado, pero no vemos el vestido que el comerciante pensaba mandarse a hacer con el sastre. Si el comerciante no hubiese sufrido ese acto vandálico, tendría su ventana y además un vestido nuevo (o contrataría un empleado adicional, o compraría más mercancía para vender, etc.). Pero ahora, gracias al acto vandálico, sólo tiene la ventana (que tuvo que comprar).

Que la destrucción no genera riqueza sino que la destruye es una tautología que debería ser obvia y no requerir sustentación. Está muy arraigada, pero sigue siendo una falacia de la que debemos prevenirnos.

Ánimo de lucro

(Artículo publicado en Revista Agenda, Panamá, ed. abril de 2011)

Ocasionalmente se escucha en alguna conversación, formal o informal, en televisión, radio u otros medios, opiniones vertidas de manera que sugieren que el afán de lucro es una actitud inherentemente antisocial, y que todo lo realmente bueno que ocurre en sociedad, es producto de actos desinteresados. Pero dicha percepción muestra un panorama que no es real.

Bill Gates, Steve Jobs y la Madre Teresa de Calcuta

Los mencionados personajes, han contribuido todos, de alguna manera u otra, al mejoramiento de la condición humana. La Madre Teresa de Calcuta obró sin ánimo de lucro, y efectivamente ayudó a miles de personas extremadamente necesitadas. Su trabajo fue siempre desprendido, y su permanente disposición a servir a los más necesitados, es un don que resulta muy valioso en la sociedad. Personas como la Madre Teresa, definitivamente hacen de éste un mundo mejor, y en el plano espiritual, personas como ella hacen aportes invaluables a las personas con las que interactúan, y a la Humanidad en general.

Pero sostengo que en el plano material de la condición humana, tanto Bill Gates como Steve Jobs, sin ser tan desprendidos, han contribuido muchísimo al mejoramiento de dicha condición humana material. Ojo, un ser humano rico en el aspecto material, que desatienda su plano espiritual, será realmente miserable. Eso está fuera de toda discusión. Pero lo que quiero ilustrar aquí es que las innumerables maneras en que nuestras vidas han sido mejoradas en las últimas décadas con el desarrollo exponencial de la Tecnología Informática, se ha debido precisamente al afán de lucro.

No se trata de si tiene o no tiene usted una computadora en casa, o si utiliza Internet con regularidad. Aún si usted de las personas poco afines a la computación y al Internet, su vida ha sido mejorada de modo increíble, por el desarrollo de la Informática. Los procesos de producción de virtualmente todo lo que pueda usted imaginarse, se han visto potenciados en poco más de una generación; la logística del transporte de las mercancías y materias primas que eventualmente consumimos (incluidos los alimentos), han resultado en un continuo abaratamiento (en términos reales, descontando inflación) y mejoramiento de nuestra calidad de vida.

Y Steve Jobs, Bill Gates, y otros visionarios empresarios responsables de tales avances, hicieron lo que hicieron, no porque quisiesen ayudar a la humanidad, sino simplemente porque querían ganar dinero, mucho dinero. Irónicamente, Bill Gates hizo más por la humanidad cuando era un capitalista empedernido, que ahora que ha decidido donar su fortuna (luego de su muerte) a causas sin fines de lucro. El afán de lucro que ha movido a gente como Gates, Jobs, y otros muchos empresarios del campo de la Informática, es lo que los mueve a inventar e innovar continuamente, para satisfacer mejor a los consumidores y a sus clientes en general. Es porque quieren hacer dinero, que se ven motivados a crear para llenar necesidades existentes en el mundo. Como decía Adam Smith, “no es a la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, que debemos nuestra cena, sino a la prosecución por cada uno de ellos, de su propio interés.”

Conclusión

El ánimo de lucro es, dentro de un sistema de propiedad privada, el incentivo que tenemos para rascar la espalda del prójimo y del lejano, pues es así como se hacen las fortunas legítimas en el sistema de mercado libre. Y reitero, el plano material no es el único que importa para la realización del ser humano, estemos claros en eso. Quien sólo posea ánimo de lucro y esté desprovisto de un cánon moral fuerte de respeto a la vida y derechos de los demás, no será un Bill Gates o Steve Jobs, sino un mercenario que hará mucho daño a otros con tal de hacerse con un puñado de dólares. No es, entonces, la avaricia lo que estoy defendiendo, sino el legítimo afán de mejorar la propia vida material, lo que en este maravilloso sistema de libre mercado, pasa por primero rascar la espalda ajena. Lo que hace del ánimo de lucro, una de las maneras en que Dios ha dotado al Hombre de la capacidad de elevarse sobre las bestias.

De guandú, agua y precios

(Artículo publicado en Revista Agenda, febrero de 2011).

Con la crisis del agua que hemos vivido en la ciudad de Panamá a inicios de año, la demanda por agua embotellada se disparó, y muchas quejas se escucharon sobre la supuesta especulación de parte de los comerciantes. Hubo clamor por regulación de precios, para evitar que los precios aumentasen durante la crisis del agua. Pero la regulación de precios sólo podría empeorar la situación.

Oferta y demanda

En primer lugar, aquí hay que lidiar con lo que se conoce como la Ley de Oferta y Demanda. Durante la crisis del agua, la demanda por agua embotellada aumentó de manera extraordinaria, precisamente por tratarse de una situación excepcional. ¿Qué nos dice la Ley de Oferta y Demanda sobre esto? Sencillo, que ante un súbito e inesperado incremento en la demanda de una mercancía X, el precio tendrá que aumentar para lograr el equilibrio entre la oferta y la demanda (es decir, evitar que haya escasez). La excepción lo sería que la oferta hubiese aumentado en la misma proporción, pero sabemos que este no puede ser el caso, precisamente porque las empresas que embotellan agua también estuvieron en una situación de no poder darse abasto de su insumo principal, como consecuencia de la misma crisis del agua.

El clamor porque las autoridades estableciesen precios topes por debajo del precio del nuevo equilibrio, sólo puede resultar en incumplimiento del precio tope, o escasez. De nada me sirve como consumidor, ir al supermercado y encontrarme con que el precio nominal de una botella de un litro de agua se ha mantenido igual que antes de la crisis, si la estantería está vacía. Prefiero una botella de agua cara, pero existente y disponible para la venta, que una barata pero inexistente.

Los precios transmiten información, en este caso la información que transmiten es que hay escasez de agua y que por tanto uno debe racionar su uso y consumo. El pretender que los precios de un bien que escasea se mantengan igual que en situación de abundancia, sería una receta para el desastre. Afortunadamente, al momento de escribir este artículo, representantes de ACODECO han manifestado que la regulación de precios del agua no está siendo contemplada, precisamente por los argumentos arriba esgrimidos.

Desperdicio subsidiado

Lo anterior nos puede ilustrar también sobre otro fenómeno que se da con el agua potable en Panamá: el desperdicio inconsciente de agua por parte de muchas personas. He visto gente que en lugar de escoba, usa una manguera de jardín para usar el agua como escoba. Y gente que, en plena crisis del agua entre diciembre y enero, se dedicaba a llenar sus piscinas de patio los fines de semana (en las áreas en que el servicio de agua no se vio interrumpido, aunque ya no en condiciones de ser bebida). ¿Cómo es posible que mientras miles de personas pasaban las de Caín, sin agua por días y hasta semanas, hubiese tanta gente inconsciente y desconsiderada? ¿Por qué a pesar del llamado al uso responsable, hecho tanto por las autoridades como por el más elemental sentido común, se observa este fenómeno?

He escuchado mucho la explicación de este fenómeno como uno debido a la crónica falta de solidaridad del panameño, o la falta de cultura de ahorro de agua. Pero yo propongo una explicación más sencilla: el hecho que el desperdicio de agua no acarrea consecuencias económicas importantes para quienes incurren en él. El servicio de agua potable en Panamá es tal que en una casa se paga lo mismo al mes, independientemente de si uno consume mil o si consume cinco mil galones. Esto, debido a que con el IDAAN uno paga una suma mensual fija que le da derecho a un consumo determinado de X cantidad de galones de agua durante ese mes. Desde la perspectiva de un usuario cualquiera, siempre que su consumo durante un determinado mes no se pase de ocho mil galones de agua (equivalente a casi doscientos sesenta y siete galones diarios), dicho usuario no tiene incentivo alguno a racionar su consumo.

Además, la tarifa de agua residencial es sumamente barata. Una política de tarifas eficiente, requeriría que existiesen distintos planes de consumo residencial, con diferentes cantidades de agua incluida. Una persona que vive sola no tiene las mismas necesidades de agua que una familia de siete. Y que esas cantidades de agua precontratadadas, se correspondan mejor con una la realidad de que el agua potable es un recurso muy preciado. El que quiera ocho mil galones al mes, tendría que pagar por esa abundancia una cantidad de dinero superior. De ninguna manera puede considerarse que hay un derecho a derrochar agua en las cantidades en las que los panameños de la ciudad estamos acostumbrados.

El día que a las personas les cueste lo que derrochan en agua, incluso en épocas normales en que no hubiese desabastecimiento, se verían obligadas a ser más cuidadosos y racionales en el uso de agua potable, dado que el desperdicio les costaría caro, en vez de serles indiferente.

El guandú y el almacenamiento casero

En diciembre también escuché opiniones que pedían la intervención de las autoridades para evitar el abuso de los vendedores de guandú, dado que el guandú fresco llegó hasta la inusitada cifra once dólares por libra. Aquí ocurre algo similar que con el agua embotellada. En diciembre la demanda de guandú aumenta considerablemente respecto del resto del año, debido a que en las fiestas de fin de año en nuestro país se acostumbra servir el tradicional plato de arroz con guandú. Pero hay mucha gente sensata que ha aprendido la lección y lo que hace es comprarlo con antelación (antes de diciembre, que es cuando los precios suben en reacción a la aumentada demanda). Esta es una muy sensata solución para el bolsillo.

Esta solución de almacenamiento, dicho sea de paso, me funcionó con lo del agua. ¿Sabe cuántas botellas de agua para beber tuvimos que comprar en mi casa? Cero. La razón es que, aunque la crisis del agua fue algo tan imprevisto para mí como para cualquier otra persona, en mi casa tenemos como política almacenar agua siempre en botellas plásticas de soda, porque uno nunca puede saber cuándo puede haber una situación en que el servicio de agua potable quede interrumpido, como ocurrió.

Conclusión

Los que vivimos en ciudad fácilmente nos acostumbramos a la comodidad de las cadenas de abastecimientos de un mercado eficiente. Eso, lamentablemente, nos hace vulnerables a situaciones extraordinarias, pues damos por sentado que siempre tendremos disponibilidad de aquello que necesitamos. Lo peor que podemos hacer ante súbitos incrementos en los precios de productos importantes como el agua o el guandú, es querer suprimir dichos precios de modo artificial. Los estantes vacíos (demanda no satisfecha), son siempre lo que resulta de las regulaciones de precios.

Emprenderismo

(Artículo publicado en Revista Agenda, diciembre de 2010)

Este vocablo no aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE), pero se refiere a la cualidad de iniciar y llevar a cabo proyectos de negocios. Correspondiente al término anglosajón ‘entrepreneurship’ (que su vez, como dato curioso, constituye un galicismo). ¿Cuánto emprenderismo hay en Panamá? ¿Qué podemos hacer para incentivarlo?

La importancia del emprenderismo

El emprenderismo es la constante búsqueda de oportunidades de negocio, para iniciarlos y desarrollarlos. Es decir, no basta tener una idea de negocio, sino que hay que llevarla a la práctica. Todos tenemos en algún momento alguna idea de oportunidades de negocio. Pero no todos llevan dicha idea a un emprendimiento concreto. Es en esto que se diferencia la persona emprendedora de la que no lo es.

El emprenderismo es importante porque sin personas emprendedoras no ocurriría lo que se conoce como descubrimiento empresarial, es decir, la continua innovación que ocurre en el proceso productivo en una sociedad, como resultado del afán de lucro, que lleva al emprendedor a buscar cómo satisfacer necesidades reconocidas del público, cada vez de maneras más eficientes, o a descubrir nuevas necesidades del público hasta ahora no satisfechas. Sin ese descubrimiento empresarial, no podría haber innovación ni progreso en la sociedad.

Cualidades del emprendedor

El emprendedor es perspicaz, atento siempre a descubrir necesidades de las personas, que no están satisfechas o que se pueden satisfacer de mejor manera; está dispuesto a asumir riesgos; liderazgo, porque para vender (y toda actividad empresarial implica vender algo, aunque sea una idea) se requiere capacidad de persuasión, y además porque si desea expandir su negocio requerirá trabajar con un equipo y liderarlo hacia el éxito.

Adicional a las mencionadas cualidades personales, el emprendedor, para ser exitoso a largo plazo, debe tener una ética de negocios con ciertos principios y valores, de los que los principales son: i) Honradez: el emprendedor exitoso no trata de sacar ventaja de la mentira, ni persuade a los demás mediante argucias; ii) Disciplina: el emprendedor requiere mucha para coordinar todos los factores de producción y además hacer frente a los imprevistos que siempre acompañan a cualquier emprendimiento; iii) Responsabilidad: da la cara por su empresa y no evita responder y asumir las consecuencias de sus actos o de las actividades de su empresa.

El panameño, ¿es emprendedor?

Muchísimos negocios exitosos en nuestro país son iniciados y desarrollados por inmigrantes. Muchas ideas de negocios son llevadas a la práctica por extranjeros, y luego en retrospectiva nos parece increíble a muchos que otro nos haya robado el mandado, como decimos en Panamá. Esto lleva a muchos a decir que el panameño no es emprendedor.

Pero esto no es único de Panamá. En todos lados donde hay alta inmigración neta, el inmigrante se destaca por ser emprendedor. Piénselo: normalmente cuando una persona o una familia sale de su país y emigra a otro, lo hace buscando nuevas oportunidades. Fuera de los casos en que el viajante parte de su país con un contrato de trabajo ya asegurado de antemano, lo normal y a esperarse es que esa persona busque iniciar un negocio en el país receptor. Pasa en los Estados Unidos de forma muy marcada también, y sin embargo nadie puede decir que el estadounidense es poco emprendedor.

Como en muchas otras cosas, la verdad es bastante más compleja que lo que las extremas simplificaciones populares señalan. Yo creo que en Panamá hay muchos emprendedores, todos tenemos a un pariente o amigo emprendedor y empresario. No obstante, quizás hay algo de cierto en que podríamos tener más gente con espíritu emprendedor.

¿Cómo aumentamos el emprenderismo en Panamá?

Un importante papel lo juega la educación. Pero no necesariamente me refiero a la educación formal dentro de un centro académico. Hay muchas formas de educación, y una de las fuentes más importantes, yo diría que la más importante, de adquisición de conocimiento y destrezas empresariales, lo es el trabajar dentro de otra organización empresarial. Basta observar que hay un alto emprenderismo entre quienes se han criado trabajando en el negocio de su familia. Vaya usted a cualquier tienda de abarrotes y verá que el paisano tiene a sus hijos trabajando y contribuyendo con la empresa familiar, desde joven edad. Esto, lejos de ser algo negativo, es buenísimo porque ese muchacho adquiere desde temprano una rica experiencia empresarial, lidiando con el día a día y los imprevistos, contratiempos y retos cotidianos de una empresa. Dicha experiencia lo curte para ser empresario cuando adulto.

Y hablando de educación, ahora sí dentro de un centro académico formal, lamentablemente el sistema educativo busca cultivar en el estudiante conocimientos, con el objeto de que estudie una profesión liberal o adquiera un oficio que le permita obtener un empleo remunerado. Y no es que emplearse por un salario sea algo negativo per se, solamente que no es la única opción.

Otras barreras

Existen muchísimos emprendedores en el mercado informal. La informalidad se da no porque el emprendedor quiera mantenerse al margen de la ley, sino las más de las veces, porque le resulta imposiblemente caro integrarse a la formalidad. Existen barreras para formalizar un negocio, algunas naturales y otras creadas por la ley. Hay algunas barreras que tienen una razón de ser y responden a una necesidad real de regulación y protección al público, pero hay muchas otras que simplemente son una traba injustificada para la apertura y operación de nuevos negocios.

Se ha logrado algunos avances, sin embargo. Desde el año 2007, Panamá cuenta con un avanzado sistema de registro de apertura de empresas, tanto a título personal como a nombre de corporaciones, llamado PanamaEmprende, mediante el que cualquier persona puede presentar su registro de negocios y realizar varios trámites en un solo procedimiento corto, sencillo y barato, que se puede completar en menos de una hora a través de Internet.

El Código de Trabajo, lamentablemente, castiga el emprenderismo. Una persona humilde que inicia un negocio de restaurante, por ejemplo, ve limitada su capacidad de expansión porque para él, asumir las obligaciones y pasivos que impone el Código de Trabajo, con sus correspondientes restricciones, resulta muy caro. Y el empresario no cobra Décimo Tercer Mes, ni tiene vacaciones aseguradas, ni Prima de Antigüedad. El empresario, grande o pequeño, asume riesgos y muchas veces tiene que sacrificarse hasta por varios años, para sacar su negocio adelante, antes de poder disfrutar lujos como tomarse unos días libres y pagarse dividendos. Pero el Código de Trabajo otorga a los trabajadores asalariados una serie de prerrogativas frente al empresario, que hacen menos atractivo aún el arriesgarse a emprender un negocio.

Conclusión

No todo el mundo quiere ni tiene que ser emprendedor. El trabajo asalariado tiene su lugar en el mercado. Pero tengamos claro que un país crece más en la medida que sus ciudadanos son emprendedores de negocios.

Guerra monetaria

(Artículo publicado en Revista Agenda, noviembre de 2010)

El ministro de finanzas brasileño, Guido Mantega, oficialmente bautizó como guerra monetaria internacional, la creciente competencia entre bancos centrales para ver quién devalúa más su moneda.

Dólar en caída

En primer lugar, una aclaración: como las monedas hoy día no tienen una convertibilidad oficial (salvo pocas excepciones), la devaluación se da mediante intervención del banco central, por distintos medios, para causar una depreciación de la propia moneda frente a otras monedas. Es el uso de política monetaria para tratar de estimular el crédito y con ello reactivar la economía. Si esto funciona o si en realidad resulta en una receta de consecuencias peores que la enfermedad, es otro tema en el que no entraré aquí, por razones de espacio.

Esta devaluación competitiva inició con el dólar, cuando la Reserva Federal inició el llamado quantitative easing o ‘QE’ (que vendría a traducirse como flexibilización cuantitativa), con el objeto de frenar la recesión económica y reestimular el crecimiento. Esto, fue seguido en mayor o menor medida por los bancos centrales del resto del mundo. El QE consiste en que el banco central adquiere activos (principalmente deuda soberana del país, bonos corporativos y otros títulos de deuda), comprándolos a los bancos comerciales y otras entidades financieras, en lo que se conoce como operaciones de mercado abierto.

Pero la parte más importante, es la proveniencia de los dineros que usa el banco central para esas operaciones de mercado abierto. Ese dinero es creado ex nihilo por el propio banco central. Significa que se inyecta más dólares al sistema. A consecuencia de dicho aumento de la base monetaria, ocurre una dilución del poder adquisitivo de la moneda.

Cuidado con las comparaciones entre monedas

Normalmente, las monedas se cotizan frente a otras monedas. Se dice que el dólar se cotiza a X dólares por Y euros, por ejemplo. Esto puede hacer más difícil para la gente el visualizar que una moneda se está depreciando. Puede ocurrir que el dólar no sufra un menoscabo sustancial frente a otras monedas, y sin embargo esté perdiendo sustancial poder adquisitivo. Esto se da si las otras monedas también se están diluyendo de forma similar. Sostengo que esto es lo que está ocurriendo.

El oro es históricamente el proverbial canario en la mina de carbón, que nos avisa si una moneda se está diluyendo. El precio del oro ha aumentado en dólares, en euros, y en cualquier otra moneda, lo que está confirmando que las monedas están perdiendo poder adquisitivo de manera mucho más grave que lo que las cotizaciones de divisas indican.

Por ejemplo, desde el inicio de 2009 hasta fin de septiembre de 2010, el dólar se apreció 5% frente al euro. Sin embargo, en ese mismo período, el dólar perdió poder adquisitivo en términos de oro, por el orden de 50%, similar al euro. Y puede comparar usted con el yen, con el yuan, libra esterlina, y en general cualquier moneda importante, y verá el mismo efecto: las monedas están depreciándose de manera importante frente al oro, lo que indica un envilecimiento acelerado de las monedas.

Lo que viene

Las autoridades de bancos centrales en las economías más importantes del mundo, están todas enfrascadas en una guerra monetaria que nos está llevando hacia una consistente pérdida de poder adquisitivo de las monedas. Esto puede también degenerar en una oleada de proteccionismo que terminaría empeorando aún más la economía mundial.

Pero el riesgo mayor es que se genere inflación fuera de control. Las experiencias históricas de hiperinflación son siempre catastróficas: la gente pierde el poder adquisitivo de sus ahorros, la clase media desaparece, y se abre el camino muchas veces para la entrada de gobiernos populistas e incluso dictaduras. La hiperinflación alemana de 1923 en gran medida pavimentó el camino que unos años después llevó al partido nazi al poder, con las consecuencias que todos conocemos.

¿La solución?

A nivel macro, que los bancos centrales dejen de intervenir para devaluar sus monedas. Es preferible la contracción económica, por amargo que sea el trago. El envilecimiento de la moneda destruye también el comercio y el resto de la estructura económica y social.

A nivel personal, comience, si aún no lo ha hecho, a comprar y atesorar oro.

Destrucción creativa

(Artículo publicado en Revista Agenda, octubre de 2010)

Algunos conceptos en Economía pueden resultar bastante contraintuitivos. Uno de esos conceptos contraintuitivos es el de destrucción creativa. Sin embargo, no puede haber progreso económico (y en ningún otro campo humano) sin destrucción creativa. Veamos qué es.

Máquinas de escribir vs. Computadoras

Hace más de tres décadas surgió la computadora personal. Comenzó a tomar fuerza en la década de 1980 y ya para inicios de la década de 1990 era evidente para todo el mundo que la máquina de escribir estaba en vías de extinción. Hoy día no existe oficina en que aún se utilice máquina de escribir como herramienta base para el procesamiento de texto.

Esa transición de la máquina de escribir a la computadora personal es un buen ejemplo de destrucción creativa. Las empresas que fabricaban máquinas de escribir tuvieron que adaptarse o dejar de existir. Los trabajadores que se habían dedicado por años o décadas al proceso de fabricación de máquinas de escribir tuvieron la misma alternativa: adiestrarse en otra cosa y buscar empleo en otra actividad, o quedar desempleados.

Es decir, la creación de algo novedoso como la computadora personal, implicó el destronamiento de la máquina de escribir como herramienta esencial de la oficina. Implicó entonces que las empresas que se especializaron en la fabricación de máquinas de escribir debieron adaptarse o morir. Implicó que las empresas que fabricaban cintas de tinta y demás piezas y accesorios para las máquinas de escribir, perdieron esa línea de negocio y tuvieron también que adaptarse o desaparecer.

Abundan casos como éste. Otro ejemplo lo es el invento del automóvil y su reemplazo de la carreta halada por bestias, hace mucho más tiempo; o el surgimiento de la Internet y cómo ha obligado a los periódicos y revistas a reinventarse (en los países con alta penetración de Internet, ésta ha representado menos ventas de periódicos y revistas).

Quiebras y despidos

Las innovaciones tecnológicas abundan en nuestros tiempos. Y ellas permiten un continuo mejoramiento de la calidad de vida de las personas. Pero nada es gratis en el mundo, y estas innovaciones implican casi siempre algún tipo de sacrificio para algunas empresas y personas. Muchos de los trabajadores que se especializaron en máquinas de escribir habrán quedado sin empleo en algún momento, debido a la llegada del computador personal.

Y esto aplica no sólo con innovaciones tecnológicas, sino con innovaciones de cualquier clase. Si un empresa entra a un mercado y comienza a ofrecer beneficios no ofrecidos por las demás empresas en dicho mercado, y los consumidores comienzan a preferir el producto o servicio de la empresa innovadora en detrimento de las otras empresas, estas últimas comenzarán a ver mermadas sus ventas. Las que no se adapten, llegarán a la quiebra y sus trabajadores perderán sus empleos. Ante este panorama, alguien podría pensar que dichas quiebras son algo negativo para la economía y la sociedad en general. No lo es.

Aunque parezca un contrasentido, las quiebras de empresas no necesariamente son algo malo para la sociedad. La quiebra de una empresa, normalmente se da porque ha dejado de ser rentable, ya sea por la actividad en sí, o porque sus servicios o productos dejaron de ser competitivos. Si tal es el caso, lo realmente destructivo de riqueza social sería mantener artificialmente a dicha empresa en operaciones. Esto es lo que ocurre muchas veces como resultado de políticas estatales destinadas supuestamente a proteger plazas de empleo. El objetivo es loable, pero el mecanismo es perverso. Aunque a simple vista pareciera que se están salvando unas plazas de empleo, en realidad se está castigando al resto de la sociedad con mayores costos. A la larga, se inhibe el progreso y la creación de riqueza.

Ya ocurrió con las máquinas de escribir, con las empresas de carruajes (cuando llegó el transporte automotor), y seguirá ocurriendo con las innovaciones que en nuestra vida moderna ya se han convertido en algo rutinario. Al inicio las quiebras y los despidos de trabajadores en empresas que sufren por el cambio, significan un trago amargo. Pero esas quiebras son requisito esencial para el reacomodo de los recursos productivos, a partir de actividades que ya no son creadoras de riqueza, hacia actividades que sí lo son. Los trabajadores se reinventan a sí mismos y obtienen ocupación en alguna otra empresa, muchas veces en mejores condiciones que en la que estaban originalmente.

En otras palabras, la quiebra y disolución de la empresa que arroja pérdidas continuamente, es necesaria precisamente para reasignar los recursos que ella tiene atados, a otras actividades más productivas para la sociedad. Es por ello que, aunque inicialmente represente un trauma para los trabajadores afectados, a largo plazo incluso éstos resultarán beneficiados con una mejor calidad de vida.

Políticas Públicas

Todo esto es importante porque muchas veces los gobiernos establecen políticas públicas que inhiben el proceso de destrucción creativa sin el cual no puede haber progreso. Ojo, esto no quiere decir que nunca deba protegerse lo existente. Hay situaciones en que la sociedad obtiene un beneficio neto de proteger algo frente a su posible reemplazo. Por ejemplo, la sociedad tiene un interés en la conservación de la riqueza cultural de la Nación, y por ello se protege la riqueza arquitectónica del Casco Antiguo de la ciudad. Dado que en ello hay un elemento de riqueza cultural, que es invaluable e irremplazable, la sociedad está muy bien servida por las políticas públicas que buscan proteger dicha riqueza arquitectónica frente a la posibilidad de ser demolidas y reemplazadas por estructuras modernas.

Lo anterior ilustra como ejemplo el hecho que no siempre es malo proteger lo existente frente a lo nuevo. Hay otros casos (conservación de ciertas áreas por interés ambiental), etc. Pero fuera de tales situaciones de excepción, la regla general que aplica es que el Estado no debe proteger formas de producción que han resultado desplazadas por otras más eficientes, so pretexto de proteger plazas de empleo, porque como hemos visto arriba, ello es un espejismo que en realidad empobrece a largo plazo a toda la sociedad.

El cambio y Usted

El proceso de destrucción creativa no sólo se da cuando quiebra una empresa. Ese es un caso extremo. También se da cada vez que la empresa en que usted trabaja decide cambiar el sistema informático que usa para la contabilidad o el manejo de archivos, o control de calidad, o cualquier otro tema importante que lo afecte a usted. La reacción inmediata y natural de las personas en tales situaciones es rechazar el cambio. Ello es natural por cuanto implica que uno tenga que salir de su zona de comfort y volver a aprender algo que ya creía aprendido. Pero si algo debe estar claro para el Hombre moderno es que lo único constante es el cambio. Por ello, abrace usted también el concepto de destrucción creativa. Sus hijos vivirán mejor.